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miércoles, 3 de octubre de 2012

Juan García Oliver (1902-1980)

Líder anarquista catalán, partidario de la línea dura de la CNT, dirige la resistencia contra la sublevación militar en Barcelona y en noviembre de 1936 acepta, después de muchas dudas, asumir la cartera de Justicia 

Son las nueve y media de la noche del 2 de noviembre de 1936. Han transcurrido más de tres meses desde el fracaso del pronunciamiento en Barcelona y sólo un día desde que Juan García Oliver, uno de los miembros más destacados de la CNT, ha aceptado el cargo de ministro de Justicia en el Gobierno de Largo Caba­llero. Con un pie ya puesto en el automó­vil que debe llevarle a Madrid, García Oliver siente muchas dudas sobre la deci­sión que le conducirá a los despachos ministeriales. 

Apenas unas horas antes, se había negado insistentemente a consentir lo que consideraba una baja maniobra polí­tica: la entrada -por conveniencia- de la CNT en el nuevo Ejecutivo republicano. Para un hombre de acción como había demostrado ser desde el inicio de la gue­rra, este gesto supone una traición a los ideales anarquistas y a los cientos de mi­litantes muertos durante la contienda. Sin embargo, la insistencia de sus com­pañeros le hace transigir y Oliver acaba sometiéndose a la voluntad de una orga­nización que, tras una etapa revoluciona­ria pasa de la noche a la ma­ñana a desempeñar una ges­tión gubernamental, colabo­rando con sus enemigos del pasado. Hijo de familia humilde, Juan García Oliver trabaja desde los ocho años en una fábrica de papel de Reus, Tarragona. A los 15 emigra a Barcelona durante la huelga general de 1917, e inicia los primeros contactos con las aso­ciaciones sindicales. En la capital catalana comienza a trabajar en el hotel Moderno, donde impulsa la fu­sión de las sociedades de camareros la Alianza y la Concordia, de la que na­cerá el sindicato de industrias ho­teleras, restaurantes y cafés afi­liados a la CNT. 

En 1920 inicia su militancia en la Confederación Nacio­nal del Trabajo, a la vez que se une al colectivo anarquista Regeneración. A los 20 años crea junto a sus com­pañeros Durruti, Ascaso y Jover el grupo Los Solidarios, del que será secretarlo hasta 1931. Desde el comienzo de su militancia en la CNT, Oliver se integra en los núcleos más radicalizados del anarco­sindicalismo catalán y durante la Dictadura propone la agrupación de jóve­nes militantes en formaciones paramilitares. En 1927 colabora en la fundación de la FAI y en el 31, se manifiesta como uno de los más decididos oponentes al treintismo, movimiento liderado por Ángel Pestaña que se escinde políticamente de la CNT. Durante la sublevación de julio del 36 participa en los combates callejeros que hacen fracasar a los rebeldes en Barcelona, forma una columna de volun­tarios y la conduce al Frente de Aragón. Al constituirse el Comité de Milicias Antifascistas, se le confía la Sección de Operaciones, desde la que organiza la pri­mera Escuela Popular de Guerra. 

Durante este periodo, crece su intolerancia hacia los componentes de la “política pequeño burguesa de la Esquerra Republicana”, como él mismo denomina a compañeros como Martín Barrera, Sebastián Ciará o Simón Plera que, “abusan­do de su preparación personal, abando­nan la CNT y se incorporan a la Esquerra para representarla como diputados al Parlamento de Cataluña”. Para Oliver, estos políticos son “simples traidores, tránsfugas del anarcosindicalismo”. No es de extrañar que, cuando él mismo se tras­lada a Madrid para ocupar el cargo de ministro, se sienta en parte un traidor a sus ideales. 

Al tomar posesión de la cartera de Justicia sus proyectos libertarios son numerosos y planea ordenar la puesta en libertad de todos los presos y eliminar los archivos de antecedentes penales. 

Sin embargo, ya durante el primer Consejo de Ministros, se produce un enfrentamiento entre el Ejecutivo de Largo Caballero y los recién incorporados miembros de la CNT. El nuevo presidente propone la evacuación del Gobierno a Valencia ante la caótica situación de Madrid, a lo que los cuatro ministros anarquistas, Oliver, Juan Peiró, Federica Montseny y Juan López, se oponen. 

El 7 de noviembre, Largo Caballero vuelve a plantear en el Consejo la misma iniciativa y propone dejar una Junta de Defensa en la capital presidida por el general Miaja. Esta vez los ministros de la CNT aceptan, pero a los dos días Oliver se arrepiente de su decisión. Aprovechando la vuelta de Largo Caballero a Madrid para solucionar asun­tos pendientes, Oliver regresa con él, a fin de demostrar que los ministros de la CNT no han participado en la huida. 

Al llegar a Madrid le anuncian que dos obuses han causado graves destrozos en el Registro de Antecedentes penales. Según algunos autores, esta noticia le anima en su proyecto de destruir dicho archivo y quema todas las fichas utilizan­do las estufas del Ministerio. Otros, como Manuel Rubio Cabeza, afirman que esta idea nunca la llevó a cabo, aunque sí ordenó la cancelación de todos los ante­cedentes penales por delitos cometidos antes del 15 de julio de 1936. 

El 13 de noviembre, Oliver propone al Consejo de Ministros la creación de un Consejo Superior de Guerra. Largo Caballero accede y le pide que se encar­gue de la Sección de Organización, lo que implica la creación de Escuelas populares de Guerra y Brigadas Mixtas. Oliver se vuelca en este proyecto, que comienza a funcionar en el primer tri­mestre de 1937. Según escribe el histo­riador Burnett Bolloten, “como jefe de la organización y la administración de las escuelas se ganó la admiración incluso de sus adversarios ideológicos”. 

Además, según explica la Crónica de la Guerra Civil Española, “es con la llegada de García Oliver al Ministerio de Justicia, cuando los presos de la zona guberna­mental empiezan a disfrutar de ciertas garantías y seguridad”. 

El 31 de enero de 1937 pronuncia el que, en palabras de Hugh Thomas, es el “discurso más extraordinario que jamás ha pronunciado ningún ministro de Justicia”. “La Justicia ha de ser caliente, la Justicia ha de ser vida, la Justicia no puede estar encerrada dentro de los estrechos límites de una profesión. [...] Cuando las relaciones entre los hombres sean las debidas, no habrá necesidad de robar ni de matar”, afirma García Oliver. 

En mayo, una serie de revueltas popu­lares en Barcelona provoca una crisis de Gobierno que culmina el día 15 con la dimisión de Largo Caballero y sus minis­tros. A pesar de ello, García Oliver juega un papel muy importante al conseguir que los anarcosindicalistas depongan las armas. A partir de ese momento, su figu­ra comienza a declinar hasta casi desa­parecer de la vida política. 

Tras la caída de Cataluña a finales de enero de 1939, García Oliver se exilia a Francia, de donde consigue huir a Suecia meses después. En el invierno de 1940 se marcha a México, de donde ya no volverá y en donde trata de crear un nuevo parti­do político, lo que le hace ser expulsado del movimiento libertario en el exilio. Muere en 1980.

1 comentario:

  1. Hola me podrían ayudar, me gustaría saber el cementerio donde se encuentra Juan García Oliver, les agradecería mucho si tiene el dato

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