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domingo, 11 de noviembre de 2012

Carlos Arias Navarro (1908-1989)


Conocido con el apodo de "el carnicero de Málaga" por la dura represión que aplica en la zona desde su puesto de fiscal del Ejército, llegará a ser el primer presidente del Gobierno en la etapa de la Transición a la democracia

"Españoles, Franco ha muer­to", anuncia conmovido ante las cámaras de Televisión Española Carlos Arias Navarro, el 20 de noviembre de 1975. Es la famosa frase por la que el madrileño, mano derecha de Francisco Franco por entonces y primer presidente de Gobierno de la Transición, es recorda­do frecuentemente en las crónicas sobre la Historia reciente española. Sin embar­go, la trayectoria ideológica de Arias Navarro viene ya desde muy lejos, remontándose casi 40 años atrás, siem­pre afín al Movimiento Nacional. 

Hijo de familia humilde, nace en la madrileña calle del Humilladero el 11 de diciembre de 1908, y se cría junto a la popular Plaza de la Paja. Antiguo alum­no de las Escuelas Pías, ejerce como abo­gado y notario, logrando el doctorado por la Universidad Central de Madrid. Desde 1929, figura como miembro del Cuerpo técnico del Ministerio de Justicia. En la Dirección General de Registros y Notariado, su jefe es Manuel Azaña, quien aparentemente tiene en gran esti­ma el trabajo de su subordinado. 

Opositor recurrente, Arias Na­varro consigue por concurso público el cargo de fiscal en 1933, fecha en que es destinado a Má­laga. Allí le sorprende el esta­llido de la Guerra Civil, mien­tras ejerce un cargo de responsabilidad en la Inspección Fiscal del Tribunal Supremo. 

Encarcelado en julio de 1936 después de haber tomado partido por los sublevados, permanece en prisión hasta el desfile vic­torioso por la malagueña calle de Larios de las tro­pas del Generalísimo, tropas que dirige Queipo de Llano, y en las que un impor­tante monto huma­no y técnico procede de Italia. 

Desde el 10 de febrero de 1937 -las milicias y las tropas que encabeza el republicano Kléber han abandonado la resistencia-, Málaga, que es entonces "un inmenso campo de refugiados", forma parte del territorio nacional. En esta ciudad comienza el proceso de las depuraciones. Es entonces cuando Carlos Arias Navarro, que ingresa inme­diatamente en el Ejército franquista como capitán honorario adscrito al cuer­po jurídico militar, alcanza su contra los dirigentes republicanos y sim­patizantes políticos de la zona, otorga a Arias Navarro, hijo de un empleado en el matadero municipal de Madrid, el apodo de El carnicero o El carnicerito de Málaga

Transcurridos cinco años de las duras represiones en el sureste andaluz, se incorpora a la Audiencia de Madrid y logra, tras otra oposición, un puesto como notario. Pese a su reiterada aversión a los cargos políticos, comienza entonces su carrera pública -firme para unos, de marcada intransigencia para sus detractores- y a la postre una progresiva ascensión siempre hacia puestos más importantes. 

Durante un lustro, entre 1944 y 1949, es gobernador civil de León; de esta ciudad pasa a Tenerife, donde desempeña el mismo cargo entre 1949 y 1956, y de ahí a Navarra, donde permanece únicamente un año. Es en 1957, cuando Camilo Alonso Vega, ministro de Gobernación, le encomienda la Dirección General de Seguridad en sustitución del general Hierro. Su man­dato lo ejerce en un periodo de dura represión, ejemplificado en leyes como la de Orden Público (julio de 1959) o la de Bandidaje y Terrorismo (septiembre de 1960). 

Será más tarde, desde febrero de 1965 durante un plazo de 100 meses, alcalde en la capital de España. Instalado en el cargo, sobresale por sus frecuentes inau­guraciones de parques (el de Berlín, el de Arganzuela, el de Azorín, el de San Isidro o Entrevias) y orfanatos, así como su deseo de estructurar y solventar uno de los incipientes problemas que comienzan a definir a Madrid: el tráfico. 

Dará su mayor salto a la palestra públi­ca con su nombramiento como ministro de Gobernación en 1973, cuando por pri­mera vez durante la dictadura franquista, se separa la Jefatura de Estado -que sigue en manos del caudillo- de la Presidencia de Gobierno, cargo que ocupa Luis Carrero Blanco. Aparen­temente, el nombramiento ha sido por designación directa de Franco, y en ésta ha tenido mucho que ver la mediación de Carmen Polo, como apunta la investiga­dora y periodista Victoria Prego. Según sus investigaciones, la mujer del Caudillo espetó a Arias Navarro, ante el resto de ministros: "Menos mal, Carlos, que te han nombrado ministro de Gobernación. Ya puedo dormir tranquila". 

Tras el atentado de la banda terrorista ETA, que el 20 de diciembre de 1973 hace estallar el coche oficial de Carrero Blanco y mata a todos sus ocupantes, Francisco Franco encarga al ex notario la formación de Gobierno. Arias Navarro ocupa la Presidencia del Consejo de Ministros el 3 de enero de 1974, y durante los últimos momentos de la dictadura, intenta alentar un programa de aperturismo relativo basado en cuatro puntos: asociacionismo, incompatibilidades de los procuradores en Cortes, Ley de Régimen Local y revisión de la Ley Sindical. Es una etapa que his­toriadores y periodistas coinciden en calificar como de "oscilación entre la apertura y la intransigencia". Son meses en los que indicios como el llamado Espíritu del 12 de febrero -tras un dis­curso de Arias el 12 de febrero de 1974, en favor de una mayor participación de los ciudadanos en vida política- se con­traponen a trabas como El gironazo, tér­mino con el que se conoce el artículo que el ex ministro José Girón de Velasco publica en El Alcázar y que junto a las presiones del llamado "búnker" o ele­mentos más conservadores, atemperan todavía más el progresismo de Arias Navarro. 

Son meses de tensión incluso con la Iglesia católica, a propósito de la homilía del obispo de Bilbao, Monseñor Añoveros, que defiende el derecho del pueblo vasco a conservar su identidad. El presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón, de acuerdo con el Vaticano, amenaza con excomulgar a Arias Navarro que, a su vez, se plantea romper el Concordato e incluso relacio­nes diplomáticas con la Santa Sede. 

Tras la muerte de Franco, Carlos Arias Navarro será el primer presidente de la Transición hacia la democracia. Juan Carlos I le encomienda la formación de Gobierno el 12 de diciembre de 1975, dimitiendo el 1 de julio de 1976 para ser sustituido por Adolfo Suárez. El monarca le otorga el marquesado de Arias Navarro. 

Concurre a las primeras elecciones democráticas, las del 13 de junio de 1977, por Alianza Popular junto al anti­guo ministro franquista de Turismo, Manuel Fraga, y, tras fracasar, se retira de la política para volver a ejercer de nota­rio. En 1989, en su ciudad de origen, muere a los 81 años.

6 comentarios:

  1. Ni un solo comentario sobre las famosas matanzas en la plaza de toros, donde eran estoqueados los "rojos" cuando él era fiscal en Malaga.

    Yo creia que en este pais habia libertad de prensa, y que alguien escribiria sobre hechos tan criminales comparable a los de los nazis.

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  2. Cierto es que se comentan verdaderas barbaridades de parte de Arias Navarro, pero también
    tendremos en cuentas las barbaridades cometidas por Santiago Carrillo, el cual después de la transición fue nombrado Doctor Honoris Causa, por la universidad.

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  3. Cierto es que se comentan verdaderas barbaridades de parte de Arias Navarro, pero también
    tendremos en cuentas las barbaridades cometidas por Santiago Carrillo, el cual después de la transición fue nombrado Doctor Honoris Causa, por la universidad.

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    Respuestas
    1. En guerra me matas o te mato, es la represión durante 40 años lo indignante

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  4. Si, parece que se hicieron ciertos trabajos nada edificantes con anterioridad, durante y con posterioridad a la caída de la ciudad. Fue un asunto de "ida y vuelta" podría decirse. Espero que se haya aprendido lo necesario sobre crímenes, y no haya necesidad de nuevos experimentos.

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  5. Después de la guerra siempre viene la represión del vencido. Siempre ha sido así, ganara quien ganase. No quisiera estar en la piel de un represaliado al que se le ofreciera la oportunidad de invertir el resultado. No se me dan bien las armas.

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