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sábado, 13 de abril de 2013

Rafael García Valiño (1898-1972)


Este militar toledano, cuya exitosa trayectoria en la Guerra le vale para alcanzar en la escala del Ejército nacional el grado de general de brigada, sufre en la ofensiva de Levante su primera gran derrota

Son muchas las causas que en una guerra conducen a uno de los bandos al triunfo y al otro a la condena de ser derrotado: mejores medios materiales, mayor unidad de las fuerzas y ayuda extranjera son algunos de los que pesan en el plato de la balanza del general Franco. Pero tampoco se puede olvidar que, desde el primer momento, la sublevación cuenta a su favor con un cuerpo de oficiales de gran competencia que forman la élite de las fuerzas nacionales. Uno de ellos, cuyos servicios son reclamados por Franco para la ofensiva sobre Valencia en junio de 1938 es el general Rafael García Valiño, uno de los oficiales más prestigiosos e influyentes de la sublevación, según el historiador Juan Pablo Fusi. Será precisamente en la campaña de Valencia donde García Valiño -que, según Stanley G. Payne, viene haciendo honor durante la Guerra a su reputada eficacia- sufra su derrota más grave.

Rafael García Valiño nace en Toledo en 1898. A los 15 años ingresa en la Academia Militar. Concluye sus estudios en cinco años, y es destinado como teniente a Marruecos. En el Protectorado combate durante varios años, en el curso de los cuales adquiere cierto prestigio. Además de los ascensos conseguidos durante la dictadura de Primo de Rivera, recibe la Medalla Militar y es propuesto para la Laureada.

Tras la proclamación de la Segunda República, permanece en el Ejército con el grado de comandante, pero el decreto de enero de 1933 que anula los ascensos concedidos por Miguel Primo de Rivera lleva a García Valiño a posicionarse contra la República. A pesar de que la orden del Gobierno no le priva de su grado, Valiño se convierte en un enemigo del régimen republicano, al que acabará combatiendo a partir del verano de 1936.

En julio de ese año se encuentra en Zarauz. Desde allí se dirige inmediatamente a Pamplona, donde se pone a las órdenes del general Mola. Con miles de requetés ocupando las calles de Pamplona, la Diputación provincial se adhiere a la sublevación y Mola, considerando la capacidad del comandante García Valiño, probada en Marruecos, pone a su disposición una de las columnas formadas por las tropas mixtas de soldados y requetés que, mandadas por Valiño, José Solchaga, Alfonso Beorlegui y otros oficiales, dominan Navarra sin dificultad y marchan hacia Guipúzcoa. García Valiño, al mando del Tercio de Montejurra -encuadrado dentro de la Columna Beorlegui-, interviene en la toma de Oyarzun.

Pero a medida que las columnas -que posteriormente pasarán a llamarse Brigadas Navarras- se van aproximando a la frontera, la situación va haciéndose más dura. El 26 de agosto, García Valiño y sus requetés atacan el fuerte de San Marcial, cercano a Behobia e Irún. Al cabo de una semana, San Marcial es tomado, pero a cambio de violentos combates en los que García Valiño resulta herido.

El buen hacer del comandante es reconocido pronto. Asciende rápidamente a teniente coronel, y después a coronel. En la campaña de Vizcaya, iniciada en marzo de 1937, García Valiño dirige la 1ª Brigada navarra, con la que logra romper la primera línea defensiva del Ejército vasco, entrando en Elorrio el 23 de abril. El avance de Valiño en dirección a Bilbao continúa y, tras tomar Durango, se lanza al asalto de la cumbre del Bizcargui, base de la cobertura de la capital vizcaína, que es conquistada después de una salvaje batalla. El propio coronel define como "un auténtico paisaje lunar" el estado del monte tras los combates.

Pero quedaba por romper el cinturón de hierro, la línea de fortificaciones que defendía Bilbao. En una maniobra por sorpresa, García Valiño consigue perforar las defensas del cinturón entre Gaztelumendi y Fica, y, desde ahí, facilitar el desplazamiento de las Brigadas Navarras hacia Derio. El avance es ya imparable, y así, el 9 de junio García Valiño entra en Bilbao sin encontrar resistencia.

Tras este éxito, prosigue su avance hacia el oeste, en dirección a Santander, ciudad en la que entra en agosto del 37. Siempre al mando de la 1ª Brigada navarra, que se destaca como parte fundamental de las fuerzas de choque nacionales, interviene también en la conquista de Asturias en octubre de 1937.

Pero éste no es el fin de los combates para García Valiño. Después de la campaña del Norte, es enviado a Teruel al mando de la 1ª División del Cuerpo de Ejército Marroquí del coronel Juan Yagüe, a finales de 1937. Su primera acción en el frente turolense es el día de Navidad, cuando, apoyado por la artillería y sufriendo temperaturas de hasta 18 grados bajo cero, se lanza al asalto de La Muela de Teruel, que ocupa días más tarde. Tras un parón, avanza por Castralvo hacia la capital turolense y, después de hacer huir a las tropas de el Campesino, entra el 21 de febrero de 1938 por la noche en la ciudad y hace 2.000 prisioneros.

Al terminar la lucha por Teruel, las tropas nacionales se dirigen al Mediterráneo. García Valiño, ascendido a general de brigada a comienzos de 1938, participa en la ofensiva de Aragón al frente de la agrupación que lleva su nombre, integrada por la 1ª División -mandada por él- y la 1a División de Caballería -mandada por José Monasterio-, Su función inicial es servir de enlace entre Yagüe y los italianos del CTV -a cargo de Berti-, que son los que harán el esfuerzo principal en las primeras maniobras hasta alcanzar el río Guadalope. El 9 de marzo empieza el ataque. Las tropas franquistas logran romper el Frente de Aragón; García Valiño toma Montalbán el día 13 y, dos días más tarde, entra en Alcañiz, entre el pánico de las fuerzas republicanas, que ofrecen poca resistencia. Tras llegar al Guadalope, la Agrupación García Valiño ocupa el puesto de Yagüe en la línea del frente, abandonando su labor de enlace.

A finales de marzo, inicia un movimiento hacia Gandesa, al sur del Ebro. El terreno es malo y enfrente tiene a los internacionales de la División 35ª, liderada por Modesto, pero un golpe de audacia de García Valiño, atacando por el flanco izquierdo y lanzando a los navarros por sorpresa sobre la población, precipita la derrota de los republicanos, que tienen que retroceder con grandes pérdidas, mientras García Valiño entra el 3 de abril de 1938 en Gandesa junto a las tropas de Berti y Monasterio. Estos éxitos le valen ser ascendido a general de división.

El avance sigue hacia el Sur; flanqueando al Cuerpo de Ejército de Galicia del general Aranda, remonta el río Matallana hasta envolver el macizo de Beceite. El 13 de abril, su división rompe la línea de defensa republicana entre La Jana y Solá, abriendo el camino a Aranda hacia el Mediterráneo. Expulsando a la Brigada 57ª de Manuel Tagüeña, G. Valiño avanza por los llanos de La Cenia y Alcanar, y el 15 de abril llega por fin al mar en Vinaroz.

En ese momento, el general García Valiño es partidario de perseguir a las tropas republicanas hasta aniquilarlas, pero Franco le ordena detenerse en Amposta para facilitar la toma de Tortosa por los italianos. Esto provoca sus protestas, que, a tenor de lo dicho por Modesto -según éste, la mayoría de sus hombres y del material se habían salvado porque "las tropas y mandos nacionales tuvieron plomo en las piernas y en el cerebros"- no son del todo injustificados. Pero Franco tiene como prioridad conquistar Valencia, y no la destrucción del Ejército republicano.

Después de que Camilo Alonso Vega hiciera el signo de la cruz con su sable en aguas del Mediterráneo y de que los italianos entraran en Tortosa, el alto mando franquista proyecta una ambiciosa ofensiva sobre Castellón, Sagunto y Valencia. La Agrupación de Divisiones García Valiño, encuadrada en el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, se une a los Cuerpos de Ejército de Galicia y Castilla, formando un inmenso frente en forma de arco desde los Montes Universales hasta el Mediterráneo, a la altura de Alcober, pasando por Ejulve. Enfrente se encuentran los restos del 5o Cuerpo y de los ejércitos de Maniobra y Levante.

El ataque comienza el 17 de abril por la carretera de la costa. A principios de mayo, García Valiño asalta las posiciones de Cantavieja e Iglesuela del Cid, defendidas por el Cuerpo 21°, al mando de Cristóbal Errandonea. Ayudado por Aranda y los Flechas Negras italianos, toma Iglesuela y ocupa la línea Valdelinares-Mosqueruela el 20 de mayo.

A principios de junio, Valiño, al mando de seis divisiones y con apoyo aéreo, perfora las líneas del 22° Cuerpo republicano, ocupa el nudo de comunicaciones de Adzaneta y avanza hacia Lucena del Cid. Las fuerzas republicanas retroceden hasta Oropesa para defender Castellón, y García Valiño, que en esta ocasión manda una tropa de regulares, cruza el río Mijares en dirección a Onda, envolviendo a los republicanos. Su maniobra es aprovechada por el general Aranda y, mientras éste entra en Castellón, Valiño -más al sur- conquista Villarreal el 15 de junio.

Tras esto, la ofensiva se dirige hacia Segorbe y Sagunto, con Valencia como objetivo final. Había llegado la hora de la verdad en la Batalla de Levante. El 23 de junio, todas las tropas de García Valiño se lanzan sobre el Ejército republicano en Onda, para luego marchar hacia Segorbe, pero el 20° Cuerpo resiste ferozmente y su Agrupación sólo puede tomar Onda tras cinco días de lucha.

A partir de entonces, los contraataques republicanos y el desgaste del Cuerpo de Galicia paralizan la ofensiva dos semanas. Será la intervención de García Valiño la que logre reactivarla, al ocupar Nules el 6 de julio, pero se queda atascado allí. El propio García Valiño relata cómo en la sierra de Espadán sus tropas son detenidas por la resistencia republicana y machacadas al tratar de tomar sus posiciones. Las órdenes de Franco de atacar frontalmente hacia Segorbe son criticadas por García Valiño, ya que conducen al enquistamiento del frente.

El momento más duro para los hombres del general es el ataque a Viver (Castellón), a finales de julio. García Valiño y sus tropas chocan con las fuerzas republicanas, que resisten una y otra vez. Al final, el general tiene que reconocer su derrota: "Todas nuestras fuerzas, habiendo agotado su capacidad de penetración, se encontraban ahora frente a la verdadera posición de resistencia enemiga". En un paisaje calcinado por el sol y por las bombas, García Valiño y sus hombres, agotados por las bajas y superados por la defensa de los leales a la República, se ven obligados a renunciar a la Idea de proseguir su avance. Y Franco, por su parte, tiene que desistir de su empeño de tomar Valencia. La Batalla de Levante se cierra así con el primer fracaso serio para el general García Valiño.

Dos semanas después, ahora a cargo del Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, es destinado al Ebro para rechazar la ofensiva republicana; el cruce del Ebro había preocupado a Franco, que decide trasladar allí a sus mejores unidades de asalto. A partir de mediados de agosto, el general Valiño, apoyado por la 4ª División de Navarra, ataca las posiciones de la sierra de Pandols, pero el golpe no tiene éxito y la situación queda estabilizada en ese sector.

El 3 de septiembre de 1938, García Valiño reanuda los combates al este de Gandesa. En una primera fase, ataca la sierra de Lavall de la Torre. Concentra a las divisiones 1ª de Navarra y 13ª en un frente de dos kilómetros y golpea a las fuerzas republicanas con éxito, logrando ponerlas contra las cuerdas. El 5 conquista Corbera de Ebro, pero los contraataques de Modesto frenan su avance. El general logra conducir hábilmente a sus tropas a través de los obstáculos, pero no puede efectuar una ruptura decisiva, por lo que, después de 10 días y muchas bajas, al final tiene que detenerse. A finales de octubre, García Valiño vuelve a ser encargado del asalto a la sierra de Caballs, esta vez coordinado cuidadosamente con la artillería franquista. Ahora sí tiene éxito, y la noche del 30 las cimas de la sierra están en manos de García Valiño y los suyos, causando un golpe terrible y, a la larga, definitivo para el Ejército republicano. Es en ésta batalla donde García Valiño recibe el mote de matarrequetés, debido a su táctica, bastante mortífera, de lanzar asaltos ininterrumpidos contra las sucesivas dificultades montañosas.

Ya a finales de diciembre del 38, el general interviene en la conquista de Cataluña. Su Cuerpo del Maestrazgo ataca desde Tremp hasta Artesa del Segre, junto a las tropas de Yagüe, mandando a las divisiones 1ª de Navarra, 82ª y 84ª.

Después de la toma de Artesa, el 4 de enero de 1939, prosigue su penetración en la zona norte del frente catalán, y el 15 de enero ocupa Cervera. Desde allí, sube hacia Manresa, tras cuya caída, a finales de enero, se dirige al noreste para cortar las comunicaciones entre Barcelona y la frontera. A principios de febrero llega a Vic y, una vez conquistada la ciudad, sube hacia Olot, tras cuya caída se dirige al este, para encontrarse en Besalú con el Cuerpo de Navarra, mandado por Solchaga, y finalmente, entrar en Figueras el 8 de febrero.

Una vez concluida la ofensiva de Cataluña, su Cuerpo de Ejército es integrado en el Ejército del Centro. Sus últimas acciones armadas son en el frente del Centro. El 27 de marzo, cruza el Tajo desde Toledo, en dirección a Madrid, sin encontrar oposición.

Al acabar la Guerra Civil, García Valiño es uno de los generales de Franco que obtienen el cargo de consejero nacional. Designado comandante militar de Melilla, en octubre de 1942 pasa a ser jefe del Estado Mayor Central, puesto que desempeña hasta 1950. Es ascendido a teniente general en 1947, y se le nombra capitán general de Valladolid.

En 1951 es nombrado alto comisario de España en Marruecos, puesto desde el que se encargará de transmitir la soberanía del Protectorado al monarca Mohamed V en 1956. Ese mismo año pasa a ser director de la Escuela Superior del Ejército, y en 1962 llega a capitán general de la Primera Región Militar, cargo con el que se retira en 1964. Hombre de confianza de Franco, fue procurador en Cortes hasta su fallecimiento, en Madrid, en 1972.