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jueves, 9 de enero de 2014

Camilo Alonso Vega (1889-1971)

Artífice de la división que sufre la República -en abril de 1938- tras la llegada de los nacionales al Mediterráneo, a finales de julio su nombre vuelve a brillar al contener la ofensiva republicana en la localidad catalana de Gandesa

El 28 de julio de 1938, la 43 División de Navarra se apunta uno de los éxitos más sonados del Ejército nacional durante la Guerra Civil: a las órdenes del coronel Camilo Alonso Vega, logra detener la ofensiva republicana en la localidad catalana de Gandesa (Tarragona). La hazaña es, sin embargo, tan sólo un mérito más en la brillante hoja de servicios de don Camilo de cara a Franco, ganada a pulso en Álava, Bilbao, Santander y Brunete. Eso sin contar con una imagen que quedará para la posteridad: la de sus hombres -eufóricos- arrojándose al Mediterráneo en la localidad castellonense de Vinaroz; mientras él -solemne- se santigua con la mano mojada en agua salada. Aquel día, el 15 de abril de 1938, la 4ª División de Navarra acababa de dividir en dos a la zona republicana. El final de la Guerra era sólo cuestión de tiempo, o por lo menos, eso era lo que se pensaba. Sí su hoja de servicios ya anticipa las altas responsabilidades a las que está llamado don Camilo, su trayectoria personal y profesional hasta la fecha así lo confirman.

Natural de Ferrol (La Corura), como Franco, y apenas tres años mayor que él, Camilo Alonso Vega (1889) fue su compañero desde los tiempos de la Academia de Infantería de Toledo, cuando Franco era Franquito y a él nadie le llamaba Camulo todavía. Con notas sensiblemente más brillantes que las de su compañero, Alonso Vega alcanza el grado de subteniente en 1910. Como Franco, arde en deseos de entrar en combate en Marruecos, y junto a él marcha a África, donde acumula méritos para el ascenso a la vez que observa de reojo la vida política española.

Aunque sin alcanzar aún el generalato, el nombre de Alonso Vega comienza ya a resultar familiar pera los españoles; más aún cuando estalla la Revolución de Octubre de 1934 (Asturias) y don Camilo, desde el cuartel de Santa Clara, se une a la lucha para sofocarla. El premio le llega bajo la forma de dos estrellas, ascendiéndole a teniente coronel.

El día del alzamiento, Alonso Vega se encuentra en Vitoria, al frente del Batallón de Montaña Flandes. Convertir la ciudad en territorio sublevado no le resulta una tarea demasiado complicada; a partir de entonces, al frente de la 4ª División de Navarra, Alonso Vega se hace casi omnipresente en la Campaña del Norte, primero, y después en dos de las más importantes batallas, la de Brunete donde le servían como refuerzo- y la del Ebro. En la recta final de la Guerra, entra triunfante con sus hombres en Murcia, una vez demostrada su inquebrantable lealtad a Franco, sólo le queda esperar a que éste le asigne el papel que representará en el nuevo Régimen.

Miembro del Consejo Nacional de FET de las JONS desde diciembre de 1937, es designado por Franco para ponerse al frente de la Guardia Civil. Según diversos autores, fue el propio Alonso Vega quien hizo desistir al Generalísimo de la idea de disolver el cuerpo, debido a la adhesión de un buen porcentaje de miembros de la Benemérita al Gobierno republicano tras la sublevacón. Consciente de que posee cierta capacidad de influencia sobre Franco, Alonso Vega acepta de buena gana la nueva tarea que le encomiendan, durante los 12 años que permanece al frente de la Guardia Civil, de 1943 a 1955, toma una serie de iniciativas para militarizar el cuerpo de arriba a abajo.

La historiadora María Encarna Nicolás Marín apunta que "durante su mandato fueron expulsados 4.995 guardias, de los cuales 53 eran brigadas, 50 sargentos y 379 cabos". A esta purga se une la llegada de jefes y oficiales del Ejército de probada lealtad al Régimen, a quienes puso al frente de los tercios y de algunas brigadas inferiores.

La etapa de Alonso Vega en la Guardia Civil se recuerda también por la puesta en marcha de la Academia
Especial de Cuerpo, institución que ha permanecido hasta hoy, pero, sobre todo, por la contundencia con que organizó la represión del maquis, la guerrilla antifranquista.

El 25 de febrero de 1957, cuando Franco forma un nuevo Gobierno, elige a Camilo Alonso Vega para ocupar el Ministerio de la Gobernación. Según varias versiones, éste no sólo era "el único militar que se permitía tutear al Caudillo", sino que, en aquellas vísperas de revueltas sociales por el Plan de Estabilización Económica, su elección respondía a su "probada eficacia como represor". El propío Caudillo llega a decir de Alonso Vega que es "demasiado duro". Sus detractores le rebautizaron como Camulo y él, entre­tanto, aplicó su receta -"gobernar es cas­tigar"- preocupándose más de la posible publicidad de sus acciones que de los motes que le colgaran sus detractores. El gremio periodístico nunca gozó de su simpatía. El escritor José Luis Morales cuenta que "a él no le preocupaban las huelgas en las fábricas, las manifestaciones en la calle o la revuelta estudiantil, sino que saliera en los periódicos: para luego seguir señalando que cuando una información, por lo que fuera, no podía ser utilizada a favor del Régimen, la solución no era cerrar los periódicos, sino fusilar a los periodistas".

Su aversión a la prensa le valió, incluso, un encontronazo con Manuel Fraga Iribarne, poco después de que éste impulsara la Ley de Prensa de 1966. El propio Fraga cuenta en sus memorias una con­versación "molesta con el ministro de la Gobernación, que quiere parar el asunto de la prensa, porque hay amenazas de huelga médica. Le recuerdo que hay una ley de Prensa: el viejo general no puede contenerse y me grita: '¡Me cago en la ley!'".

Camilo Alonso Vega permanece al fren­te del Ministerio de la Gobernación duran­te 12 años, ocho meses y dos días. Tiene ocasión de utilizar, una vez más su ascendencia sobre Franco en una cuestión de capital importancia: la de la pervivencia del fran­quismo cuando desaparezca el Caudillo. Desde finales de los 50, Alonso Vega ha estado presionando al jefe del Estado para que concretara cuanto antes los términos en que debía de reali­zarse la sucesión. En 1961, cuando Franco sufre un accidente durante una jornada de caza -una escopeta le explotó en la mano-, y hubo de dejar en manos de Alonso Vega los asuntos internos mientras era intervenido, no se olvida de recordarle que debía anunciar a los españoles quién sería su sucesor. Y cuando cumple los 80 años, en 1969, Alonso Vega vuelve a la carga. Esta vez su persuasión tiene efecto y, pocos días después, Franco anuncia que Juán Carlos le sucedería al frente del Estado a título de rey.

Ese mismo año, coincidiendo con el fin de su carrera, es ascendido a capitán general, dignidad que sólo ha sido alcanzada en vida por el propio Franco y por Agustín Muñoz Grandes. La muerte le llegaría poco después, en Madrid, en 1971.

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