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lunes, 13 de enero de 2014

Hernández Sarabia (1880-1974)

Militar fiel a la República, durante su dilatada carrera promueve el reclutamiento de voluntarios que derivará en la creación del Ejército Popular, encabeza el ataque en la Batalla del Ebro y organiza la defensa de Cataluña

El general Juan Hernández Sarabia es, probablemente, uno de los más destacados oficiales del Ejército republicano durante la Guerra Civil española, organizador del Ejército Popular, y, además, uno de los principales apoyos con los que contará Manuel Azaña dentro del colectivo de los militares. Desde los tiempos en que Azaña es ministro de la Guerra (1931) hasta su exilio en Francia, Hernández Sarabia siempre se mantendrá al lado del líder republicano.

Juan Hernández Sarabia nace en Ledesma (Salamanca) en 1880. A los 18 años ingresa en la Academia de Artillería de Toledo, en la que adquiere fama de buen estudiante y hombre honesto. Posteriormente, combate en Marruecos, donde destaca como oficial, ascendiendo a rango de comandante. Pero sus ideas republicanas, que expone públicamente, originan su persecución por parte del general Miguel Primo de Rivera, lo que le obliga a exiliarse a Portugal.

Con el advenimiento de la República, Sarabia regresa a España, donde contacta con Manuel Azaña y la izquierda moderada. Cuando Azaña ocupa el Ministerio de la Guerra, lo nombra su ayudante y, en 1933, es ascendido a teniente coronel. Tras el triunfo derechista en noviembre de ese mismo año, pide el pase a la reserva y desaparece de la vida pública. Con el triunfo del Frente Popular se reincorpora al Ejército y, una vez proclamado Azaña presidente de la República, se convierte en su secretario particular.

Al día siguiente del levantamiento militar en Marruecos, el ya coronel Hernández Sarabia se reúne en el Ministerio de la Guerra, en Madrid, con otros mandos militares leales a la República. Allí es nombrado subsecretario de Guerra. Secundado por Ignacio Hidalgo de Cisneros y José Martín Blázquez, entre otros, dirige la ocupación de puestos de mando y centros de comunicaciones, estableciendo un mínimo orden dentro del caos de los primeros días de la sublevación. Además, ordena detener a varios militares contrarios a la República o de lealtad dudosa.

El 6 de agosto de 1936, ante los graves problemas psíquicos que la Guerra ocasiona al ministro -el general Luis Castelló-, Sarabia le sustituye al frente del departamento. El primer problema estratégico al que se enfrenta es el avance de las tropas marroquíes por Extremadura, pero, sobre todo, tiene que hacer frente a la falta de hombres en el Ejército, que resuelve provisionalmente con la formación de batallones de voluntarios comandados por militares profesionales, que darán lugar al denominado Ejército Popular. Sarabia y su equipo coordinan el reparto de armas y municiones a las milicias, recluían oficiales y organizan la intendencia, formando un embrión de Estado Mayor a la espera de constituir un Ejército estatal regular.

Pero crear un Ejército de la nada es una tarea demasiado ardua para un solo hombre, y Hernández Sarabia, agotado, es relevado en septiembre de 1936 por el jefe de Gobierno, Largo Caballero. Una vez repuesto de la destitución, se le asigna el mando de una columna en el Frente de Córdoba. En abril de 1937, Largo Caballero le encarga concentrar tropas cerca de Ciudad Real para un eventual ataque sobre Extremadura, pero la operación se verá finalmente frustrada.

En julio de 1937 dirige la Artillería republicana en Brunete, tras lo cual se hace cargo del Ejército de Levante. En octubre, el ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto, encarga a Hernández Sarabia preparar la ofensiva sobre Teruel. Con cerca de 100.000 soldados y todas las municiones y artillería disponibles, se lanza al ataque en medio de la fuerte nevada que cae sobre la capital del Bajo Aragón la mañana del 15 de diciembre, sorprendiendo a las fuerzas nacionales y forzándoles a suspender el asalto que tenían planeado sobre Madrid. El éxito sonríe a los cuerpos de Ejército 13° y 19°, que forman el Ejército de Levante. Dirigidos por Hernández Sarabia, avanzan poco a poco hasta conquistar Teruel, el 8 de enero. El triunfo le vale el ascenso a general.

Tras la victoria épica ante los nacionales, el general Vicente Rojo se ausenta del frente y entrega el mando de la ciudad a Hernández Sarabia. Pero Franco, tras recuperar a sus tropas, lanza a los cuerpos de Ejército de Galicia y Castilla a la reconquista de Teruel. El día 14, ambos contingentes atacan al Ejército republicano. Los hombres de Sarabia aguantan la ofensiva y, después de librar intensos combates, el asalto nacional queda cancelado finalmente el 22 de enero. Sarabia logra este éxito gracias a un fuerte contraataque sobre las líneas de abastecimiento franquistas, a cargo de la 27ª División.

Los ataques se suceden entre el 25 y el 29 de enero, y pese a finalizar sin haber logrado su objetivo, consiguen paralizar al Cuerpo de Ejército de Galicia y descubrir los puntos débiles del Ejército del Norte. El avance inicial llega hasta las poblaciones de Singra y Cabezo Bajo, dominando la carretera de Zaragoza a Teruel, aunque el contragolpe del general Aranda les obliga a detenerse. Pero el éxito inicial de la ofensiva de Sarabia se desvanece en febrero, cuando los cuerpos de Ejército marroquí y de Galicia ataquen en Teruel y en el Alfambra y el frente republicano se desplome rápidamente, sin que su Ejército de Levante tenga tiempo de reaccionar.

Con la reestructuración del Ejército Popular, iniciada el 30 de abril de 1938, en la región catalana comienza a actuar el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental (GERO), dirigido por Hernández Sarabia. A su cargo tendrá al Ejército del Este y al del Ebro, aparte de la Defensa de Costas. Al frente del GERO, encabeza el ataque que da origen a la Batalla del Ebro, el 25 de julio de 1938. Sarabia es el mando militar directo de las fuerzas de Perea y Modesto, jefes de los ejércitos del Este y del Ebro, y sobre él recaen algunas alabanzas en los momentos victoriosos de la ofensiva; y gran parte de las críticas por el desastre final.

Tras la Batalla del Ebro, organiza la defensa de Cataluña con los restos de su grupo de ejércitos. Pero con un armamento precario -el Ejército del Ebro sólo cuenta con 600 fusiles y cuatro ametralladoras- y unas tropas cada vez más desorganizadas, es incapaz de parar a los nacionales. Cuando se queja de la escasez de sus medios, es relevado del mando por sus superiores.

Tras la caída de Cataluña, marcha a Francia, acompañando a su amigo Manuel Azaña, Se establece con él en la embajada de España en París, y comparte con él el desánimo al pensar que todo había terminado.

El 25 de febrero de 1939, después de que Azaña se niegue a volver a la zona centro, por petición de Negrín, Hernández Sarabia sube a un tren con el presidente y su cuñado, Cipriano Rivas, abandonando París con destino a Montauban, donde acompañará a Azaña en sus últimos meses de vida. Después se traslada a México, donde se establece definitivamente hasta su fallecimiento en el año 1974. 

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