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martes, 28 de enero de 2014

Manuel Tagüeña (1913-1971)

Comprometido desde la juventud con la causa comunista, se convierte en uno de los militares más brillantes del Ejército republicano aunque acaba apartándose del PCE "no por sus fines sino por sus métodos"

Procedente de familia burguesa y brillante universitario, no responde al perfil típico del dirigente comunista. Fue uno de los militantes más capaces del PCE, lo que le permitió dirigir un Cuerpo de Ejército en la Batalla del Ebro con sólo 24 años de edad.

Manuel Tagüeña Lacorte nace en Madrid en 1913. En su familia, de origen aragonés, no había nadie que perteneciera a la clase trabajadora. Su padre era topógrafo y su madre maestra. La inquietud de Tagüeña por la política fue heredada de un abuelo republicano y una abuela carlista, hija de un general que había luchado contra los isabelinos en la primera Guerra Carlista. Pero ese legado no incluía el lado en el campo de batalla, sino simplemente la pasión por entregar la vida en virtud de un ideal. Ese ideal, que sería el comunismo, fue responsabilidad total de Tagüeña y, en cierto modo, del azar.

Según su propio relato, expuesto en sus memorias Testimonio de dos guerras, cuando tenía 12 años un viejo carlista le dijo que "quedarse al margen de la lucha era una cobardía", por lo que a partir de ese momento aunque era sólo un niño decide hacer de la causa carlista la suya. Ese sentimiento de rebeldía va alimentándolo a lo largo de los años a través de la lectura de historias épicas, así que "a los 16 años -en palabras de Tagüeña- consideraba que sólo entregado a una causa noble tenía sentido la vida. El problema consistía en encontrarla (...). El mundo estaba muy lejos de marchar conforme a mis ideales (...) no podía resignarme a cruzarme de brazos; al contrario, creí justo recurrir a la violencia para transformar el mundo. Todo me empujaba a convertirme en revolucionario intransigente".

En 1929 termina el bachillerato en Ciencias e ingresa en la Universidad Central para estudiar Ciencias Físico-Matemáticas. Pronto abandona a los estudiantes católicos, de los que había sido delegado, y se inscribe en la FUE (Fundación Universitaria Escolar), organización opuesta al régimen dictatorial de Primo de Rivera. En el seno de ese colectivo comienza a alternar con compañeros de ideas izquierdistas, a los que no duda en ayudar a preparar huelgas y otras acciones. Una vez destituido Primo de Rivera, el nuevo enemigo a batir es la monarquía. En las aulas se ve envuelto sucesos marcan su carácter, la repentina muerte de su padre en 1927 y la de su hermano en 1930, éste después de una larga enfermedad provocada por una afección cardíaca. Ambas desgracias le habían vuelto menos sociable y más introvertido, por lo que pasa a preocuparse sólo por la política y sus estudios.

En noviembre de 1930, con 17 años, le asignan, mediante sus contactos en la FUE, su primer trabajo en favor de la conspiración republicana: guardia en el Ateneo de Madrid, para lo que le entregan una pistola automática. Pocas semanas después, cuando el levantamiento militar en favor de la República es inminente, le nombran jefe de grupo de las milicias republicanas. Sin embargo, el adelanto de la sublevación de Jaca había desbaratado la acción conjunta en Madrid en la que iba a participar Tagüeña el 15 de diciembre. Tras librarse de ser detenido, ingresa en el Partido Federal, aunque su actividad en esta organización se limita a asistir a algunas de sus reuniones.

En 1932 deja el Partido Federal y comienza a sentirse atraído por las novelas de la Revolución Rusa así como su posterior guerra civil entre blancos y rojos. Tagüeña recoge: "Como tantos jóvenes de mi edad, y casi sin advertirlo, me encontré buscando una causa a la que poder consagrarme. (...) La mística del comunismo me agradaba, tenía necesidad de creer en algo, y todo lo que había leído rodeaba esa doctrina de una aureola romántica". A finales de 1932 ingresa junto a su amigo Fernando Claudín en las Juventudes Comunistas. Tagüeña se puso como norma no aceptar cargos políticos en el PCE, mientras que Claudín al poco tiempo acabaría siendo miembro del Comité Central del partido. Su pasión por la acción y la lucha haría que Tagüeña ingresara en las recién creadas MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas), organización paramilitar de control comunista. En mayo de 1933 se incorpora a la redacción del periódico comunista Juventud Roja.

En 1934 su actividad política se haría más intensa debido a la reciente derrota de la izquierda en las elecciones. Los tiroteos con falangistas en la calle y en las aulas serán cada vez más frecuentes contándose los primeros muertos en ambos bandos. Tagüeña acostumbra a portar una pistola para ir a clase. Aquel año coincide en el local social de las Juventudes Comunistas con su futura esposa, la coruñesa Carmen Parga Parada, afiliada al BEOR (Bloque Escolar de Oposición Revolucionaría). Durante la huelga revolucionaria de Octubre de 1934, le encargaron dirigir una compañía de milicia socialista que tenía que asaltar un cuartel en Madrid. Sin embargo, la Guardia de Asalto se lo impide produciéndose un tiroteo que cuesta la vida a un guardia y un joven socialista. Tagüeña es detenido y encarcelado durante varias semanas, hasta que su tío, diputado radical, interviene por él para que salga en libertad. Decide apartarse durante un tiempo de la intensa acción política que se vivía en Madrid, por lo que pasa varios meses entre el pueblo de Molina de Aragón, en Guadalajara, como profesor de matemáticas, y Zaragoza, donde se refugió en casa de su tío.

En junio de 1935 vuelve a Madrid para cumplir el servicio militar en el Regimiento de Zapadores n°1 del Cuartel de la Montaña. Se esmera como soldado y llega a sargento y después a brigada, sin embargo no pasa el examen de alférez, al parecer porque sus superiores conocían su filiación izquierdista. Llega 1936 y continúa su actividad política desde las Juventudes Socialistas, que luego se unirían a las comunistas formando las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU).

Uno de los capítulos más valiosos de sus memorias es el que se refiere al asesinato de Calvo Sotelo. Tagüeña estuvo en el cuartel de Guardias de Asalto de Pontejos el 12 de julio, de donde sale la camioneta con Fernando Condés y otros más que acabarían ejecutando al líder de la oposición en aquel momento, Tagüeña asegura que se enteró después del suceso y que él aquella noche se dedicó a arrestar falangistas. Y con ello llegó la Guerra Civil.

"La responsabilidad del fracaso no era sólo de los gobernantes, sino de la oposición de la derecha e izquierda que no habían dado sosiego al nuevo régimen desde el 14 de abril. Hubiera sido mejor encontrar una fórmula aceptable para la mayoría, pero intransigencias, intereses creados, impaciencias y demagogias, se opusieron a ello. Ya no quedaba más salida que la guerra a muerte", asegura Tagüeña en sus memorias.

Comienza la Guerra con el grado de capitán ayudante del Batallón Octubre nº 11, comandado por Fernando de la Rosa y que actuaba en el Frente de la sierra de Madrid, junto al pueblo de Guadarrama. Al morir De la Rosa en septiembre de 1936, pasa a ser comandante de dicho batallón, y casi un año después, el 1 de agosto de 1937, es nombrado jefe de la 3ª División de El Escorial. Indalecio Prieto, ministro de Defensa Nacional en aquel momento, intenta anular este último nombramiento alegando su "extrema juventud", pero las presiones comunistas consiguieron que su orden no llegara a tener efecto.

Tagüeña, entregado ahora en cuerpo y alma al PCE y gozando de la confianza de su buró político, se puso a la altura del prestigio de los altos mandos comunistas del Ejército de la República, como Modesto, Líster, Cordón, etc., llegando a ser laureado con la medalla de la Libertad. Fue objeto de críticas por haber sido favorecido injustamente y cometer actos proselitistas entre la tropa. El líder socialista de las JSU, Antonio Escribano, le acusa de utilizar estas tácticas en la primera reunión del Comité Nacional de las JSU, los días 15 y 16 de mayo de 1937 en Valencia. Cuando Tagüeña le interrumpe asegurando que muchos socialistas de Alicante que combaten en el Batallón Octubre, que el comanda, no piensan como él, Escribano le contesta: "Puedo asegurar que están silenciosos por temor a represalias que tú y tus comisarios pueden tomar contra ellos. Sé que algunos antiguos socialistas han cogido el carnet comunista, pero lo romperán tan pronto puedan. Conozco el caso de Antonio Ibáñez y Francisco Martínez, veteranos militantes socialistas de Elda, que tan pronto se hicieron comunistas los ascendiste a tenientes".

El 16 de marzo de 1938 es destinado al Frente del Este, donde intenta contener el empuje del Ejército nacional en el sector de Teruel, lo que le vale el ascenso a teniente coronel. El 25 de julio de ese año, Modesto le confía el mando del 15° Cuerpo de Ejército del Ebro, 35.000 hombres repartidos en tres divisiones, siendo su unidad la última en retirarse de nuevo al otro lado del río tras la cruenta batalla el 16 de noviembre de 1938. Tagüeña tenía sólo 24 años de edad, pero se revela como un militar brillante, disciplinado y eficaz.

Tras la caída de Cataluña en enero de 1939, pasa a Francia y de allí, por orden del partido, se traslada en avión a Madrid. Su regreso a la zona centro es enaltecido por el diario comunista madrileño Mundo Obrero el 21 de febrero de 1939.

Aunque fue nombrado por Negrín jefe del Ejército de Andalucía el 3 de marzo, el golpe de Casado hace que deje de nuevo España el día 7 de ese mes, volando con los principales dirigentes comunistas desde el aeródromo de Monóvar (Alicante) a Toulouse. Junto al resto de militares españoles comunistas, ingresa en la Academia Frunze, en la URSS, donde ya se habían instalado Carmen Parga y el resto de su familia.

Esta nueva etapa de su vida, paralela a la de tantos otros españoles en el país soviético, estuvo marcada por la miseria y el desencanto. Aunque es integrado en el Ejército Rojo con el grado de mayor no participa en la Segunda Guerra Mundial por la negativa directa de Stalin. Tagüeña, Líster, Modesto y otros solicitaron su traslado al frente al comenzar la Operación Barbarroja: "Buscábamos la posibilidad de luchar: nuestra suerte estaba unida a la del pueblo soviético y si éste era derrotado, nada nos salvaría del exterminio", apunta Tagüeña.

Cansado de las intrigas y la represión estalinista se traslada a Yugoslavia como asesor militar con el grado de coronel de Estado Mayor. No obstante haber mejorado sus condiciones de vida, la ruptura entre Tito y Stalin le hace temer que pueda ser eliminado por agentes soviéticos, por lo que decide abandonar la carrera militar y trasladarse a Checoslovaquia para trabajar como físico en la Universidad de Masaryk, mientras su esposa ejerce de profesora de español. Allí, a la vez que adquieren una confortable posición social y económica, ambos acabarían abandonando el PCE pero no las ideas comunistas.

En 1955, muerto Stalin y tras un inter­minable proceso burocrático, consigue atravesar la frontera de occidente y trasla­darse a México en compañía de su mujer, sus dos hijas y su suegra. Catorce años después escribiría: "Nunca he sentido el más leve remordimiento de haber dejado Checoslovaquia ni de haberme apartado del comunismo. (...) Me aparté del comu­nismo no por sus fines, sino por sus méto­dos. (...) Queda por probar la fusión del socialismo con la libertad, fórmula inédita y única bandera bajo la cual merecía la pena luchar, con la esperanza de que abriera un camino a nuevas ideologías y a la paz, el bienestar y la unidad, de todos los pueblos de la tierra".

El mundo capitalista tampoco le apasio­na ni le aporta la posición social que había gozado en Checoslovaquia. Tuvo varios trabajos de pequeña importancia hasta que en 1956 se establece como asesor médico de un laboratorio farmacéutico.

En 1960 consigue un permiso para regresar a España y visitar a su madre gravemente enferma. El retraso de cinco años por parte del régimen de Franco en darle la autorización había servido para que Tagüeña cambiara de idea y ya no deseara quedarse a vivir en España: "Pa­ra vivir en paz tendría que aceptar el papel de 'rojo arrepentido', lo que lesio­naría gravemente mi dignidad y me haría caer en una situación parecida a la que viví en los países comunistas". A la noti­cia de la muerte de su madre se une la de una de sus hermanas y su sobrina.

Muere en Ciudad de México en 1971, pocos meses después de revisar sus memorias para su publicación. Su mujer, Carmen Parga, difundió su obra, que vio la luz en México en 1973 y en España en 1978.

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