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viernes, 28 de febrero de 2014

Juan Perea Capulino (1890-1962)

Coronel republicano próximo al ideario anarquista, participa en la defensa de Madrid al frente de una columna y contiene a los nacionales en Cataluña, en diciembre de 1938, como jefe del Ejército del Este

A finales de 1938, Cataluña aparece como el objetivo principal en la agenda de Franco. Tras la victoria de las fuerzas nacionales en la Batalla del Ebro, la región se encuentra ya aislada del resto de la España republicana, por lo que parece que el ataque al frente catalán no se demorará demasiado. Finalmente, y pese a que en un principio el Alto Mando militar nacional tiene previsto realizar el ataque el 10 de diciembre, se elige el día 23 como fecha límite para iniciar la ofensiva. Por tanto, la llegada de la Navidad no impide que se produzca el ataque en la zona catalana.

Allí, el jefe del Ejército del Este, el coronel republicano Juan Perea, y sus hombres esperan la llegada de las tropas franquistas. Desplegado en un terreno montañoso favorable para la defensiva, su Ejército lleva semanas aguantando el avance enemigo, pero es en diciembre de 1938 cuando se inicia definitivamente el principio del fin para ef Ejército republicano en la Guerra Civil.

Brillante, ecuánime o respetable son algunos de los adjetivos que pueden definir la carrera militar de Juan Perea Capulino (1890) a juzgar por lo manifestado por muchos de sus contemporáneos . Sus simpatías por la ideo-logia anarquista y una clara vinculación a la CNT marcaron una trayectoria profesional caracterizada por mantenerse fiel a la República tanto como a sus creencias políticas, Perea se adhiere, en la noche de San Juan del año 1926, al grupo de militares líderados por los generales Aguilera y Weyler a la hora de manifestar su descontento con la dictadura de Primo de Rivera, provocando así una de las mayores crisis de su Gobierno. La sanjuanada -intento frustrado de "restablecer la legalidad constitucional" en el país, según el abogado y político Melquíades Álvarez, brazo político del mismo- fracasa por la falta de apoyo popular y supone el ingreso en prisión de Juan Perea, en la localidad barcelonesa de Montjuïc.

Sin embargo, el ascenso de éste como uno de tos líderes republicanos de la contienda se inicia con el primer acercamiento franquista a Madrid, en noviembre de 1936. Allí, la columna liderada por el entonces comandante Perea logra detener en Navafría el avance del teniente coronel Ricardo Rada y Peral aprovechando su proximidad a la capital, ciudad gubernamental desde la que podía abastecerse de recursos tanto humanos como bélicos. La Batalla de la carretera de la Coruña, en diciembre de ese mismo año, hace que el Ejercito republicano se reorganice en cinco divisiones, la 5ª a cargo de Juan Perea.

Pero si de algo adolece el bando republicano es de la desunión entre las fuerzas políticas que la conforman, fomentada por el excesivo individualismo de cada una de ellas y, para muchos, foco principal de desmoralización de sus combatientes. Sin embargo, eso es algo que no afectará a las unidades dirigidas por Juan Perea, que conseguirá neutralizar todo intento de convertir a su Ejército en un Ejército de partido. Entre sus hombres no hay lugar a las luchas internas, ya que la única ideología que se sigue en ellas es la contraria a todo fascismo, a todo atacante de la República española. Así lo afirma en Los anarquistas en la crisis política española José Peirats, periodista, historiador del movimiento anarquista español y miembro de la CNT. Desde que comienza el conflicto, cada sector ideológico cuenta con sus propios recursos dentro del Ejército republicano y entiende la Guerra de una forma distinta -la suya propia- sin tener en cuenta a los que, por otro lado, luchan en su mismo bando. Esta situación, tal y como describe el historiador César M. Lorenzo, pronto desemboca en un claro predominio del El Partido Comunista en el poder, ante "unos socialistas que se mostraban demasiado frágiles para asumir tal responsabilidad y unos libertarios que, a causa de su doctrina, de su extremismo antiautoritario, no podían ni querían hacerlo".

Pese a ello, las tendencias políticas y personales de Perea no cambian durante el conflicto, y su capacidad de liderazgo e influencia sobre sus hombres tampoco. Incluso el propio Perea se siente sorprendido de su posición como jefe militar. "Nos ha impresionado, tanto al general Kléber como a mí, ver que, incluso enfermos, los hombres no quieren abandonar el frente", argumenta en una ocasión.

A comienzos de 1937, Perea -ya como teniente coronel- se pone al frente del 4º Cuerpo de Ejército republicano.

Un año más tarde, con Juan Negrin como presidente del Gobierno y ministro de Defensa -en abril de 1938-, y a pesar de que tanto anarquistas como poumistas han desaparecido de la administración republicana, se convierte -con el grado de coronel- en jefe del Ejército del Este en sustitución del general republicano Sebastián Pozas.

A mediados de 1938, tanto las fuerzas nacionales como las filas del Ejército Popular se ven duramente castigadas en tierras aragonesas. Es por ello por lo que las unidades de Perea -al mando del Ejército del Este- y las tropas de Juan Modesto -responsable máximo del Ejército del Ebro, el otro gran núcleo militar que participará en Cataluña-, sufren un proceso de recomposición.

Por su parte, pese a conseguir dividir a la República en dos partes prácticamente incomunicadas, Franco decide frenar el avance hacia Cataluña y centrarse en un objetivo menor, como es Valencia.

A partir de abril, la situación se toma difícil en la zona levantina por lo que Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central, ordena a Perea y a sus hombres iniciar un ataque a la cabeza de puente de Balaguer (Lérida) para, entre otros objetivos, mantener al enemigo al otro lado del río Segre. Al éxito inicial en los primeros momentos de la ofensiva, le sigue una serie de sangrientos episodios en los que los republicanos apenas consiguen avanzar. Es entonces cuando Rojo decide reestructurar el Ejército Popular y crear el GERO bajo las órdenes del general Hernández Sarabia.

En diciembre de 1938, la incursión en territorio catalán se convierte en un mero trámite antes de que el Ejército nacional obtenga la victoria final. A pesar de ello, el coronel Perea hace frente a las unidades franquistas al mando de nueve divisiones. Un mes después, Negrin ordena salir de Barcelona al aparato administrativo de su Gobierno al completo, estableciéndose en Figueras, en la provincia de Gerona.

Pocas semanas después de la caída de Cataluña, el Ejército nacional ocupa la zona central peninsular, lo que produce un enorme éxodo dirigido al norte de Francia. Perea se marcha con su familia al país galo para, en 1942, establecerse definitivamente en México, país donde encuentra la muerte en septiembre de 1962. 

jueves, 27 de febrero de 2014

André Malraux (1901-1976)

Polifacético y controvertido escritor francés, su labor a favor de la República durante la Guerra Civil abarca acciones tan dispares como la Jefatura de una escuadrilla de Aviación o el rodaje de una película sobre el conflicto

Novelista, editor, arqueólogo, político y crítico de arte, Malraux persigue durante toda su vida la aventura. Su interés por la política le lleva a comprometerse en diferentes acontecimientos sociales: lucha contra el colonialismo francés en Indochina y contra el nazismo, y se involucra en la Guerra Civil española, en tareas tan dispares como la de dirigir una escuadrilla aérea -sin saber pilotar un avión- o rodar una película sobre el conflicto.

André Malraux nace el 3 de noviembre de 1901 en París. Desde muy joven se interesa por el mundo de la literatura y a los 16 años decide ser escritor. Poco después abandona sus estudios para continuar su formación de manera autodidacta. Comienza entonces a realizar sus primeros escritos en prosa y verso, mientras se gana la vida comprando y revendiendo libros hasta convertirse en un verdadero experto.

Es entonces cuando conoce a Clara Goldschmidt, una joven judia de origen alemán. Tras seis meses de relación, y no sin problemas por parte de ambas familias, contraen matrimonio el 21 de octubre de 1921. Malraux, sin mucho éxito en el mundo editorial, consigue participar de una forma más o menos regular en una de las revistas más prestigiosas del mundo de la cultura en aquellos momentos, la NRF. Aparte, el escritor decide rentabilizar sus conocimientos de arqueología y organiza un viaje a Camboya durante el que se apropia de valiosas muestras de su arte. En 1923 repite la experiencia en la zona de Angkor, pero es sorprendido por las autoridades coloniales mientras arranca relieves de un templo. Procesado por este hecho, aprovecha la experiencia para familiarizarse con la realidad social de Indochina.

El primer libro con el que obtiene reconocimiento es Les Conquerantes, basado en esta experiencia, aunque quizá su obra más conocida sea La Condition Humaine (1933). donde, inspirado en la revolución política y social de Shangai, narra la participación convencida o interesada en el conflicto de varios personajes.

El viaje a Indochina es una de las primeras grandes aventuras de Malraux. Allí, asombrado por las condiciones de vida de los campesinos e indígenas saca adelante, no sin problemas, el periódico L'lndochine, de carácter político y socíal, donde critica duramente la gestión colonialista francesa en esta zona.

Ya en mayo de 1936, el escritor visita España para participar como conferenciante, a propuesta de la Komintern, en la reunión de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura.

Ante la sublevación militar y como respuesta a la petición de ayuda por parte del Gobierno español a Francia, Malraux, que sabe de la necesidad que los republicanos tienen de aviones, acude a la llamada del ministro del Aire francés, Pierre Cot, que le encarga acopio de información sobre la situación en el país vecino. Asi, el 22 de julio, viaja de nuevo a España. Sólo seis días después regresa a París con la intención de comprar aviones y recular pilotos para combatir en la Guerra Civil. Él mismo, que nunca ha manejado un arma, ni ha pilotado un avión, está decidido a participar en el combate.

El 6 de agosto, el escritor sale hacia Madrid. Allí, es nombrado teniente coronel por el ministro del Aire español y queda bajo la tutela de Hidalgo de Cisneros, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas republicanas. Es entonces cuando se pone al frente de la escuadrilla España, que de ser seis hombres en un primer momento pasará a 120, la mayoría de ellos extranjeros. De Malraux y sus hombres opina el propio De Cisneros: "Más que una ayuda fueron una carga. En varias ocasiones intenté licenciarlos, pero el Gobierno se oponía, alegando la mala impresión que produciría en Francia cuando se supiese que les habíamos tenido que echar de España, por inútiles y sinvergüenzas".

En febrero de 1937, la escuadrilla España se disuelve tras realizar 23 misiones de ataque. Después de aquello, Malraux emprende rumbo a Estados Unidos donde su editor le ha preparado una gira por las principales universidades estadounidenses en las que el escritor critica la política de no intervención y solicita apoyo para la República española.

La idea de escribir sobre España se materializa a finales de 1937 en L'Espoir, una obra que se desarrolla en 8 meses, desde la noche del 18 al 19 de julio de 1936 hasta el 20 de marzo de 1937, con el final de la Batalla de Guadalajara.

Dedicado a la Guerra de España, Malraux emprende el rodaje de Sierra de Teruel , una película basada en el tercer capítulo de L'Espoir y que comienza a rodar en agosto de 1938.

Malraux, a pesar de estar aquejado del síndrome de Tourette, que le provoca numerosos tics faciales, posee un encanto especial y son numerosas las relaciones extramatrimoniales que se le conocen. Entre ellas, destaca la relación que mantiene con Josette Clotis, una joven francesa. Esto desencadena la separación en 1942 de su mujer Clara, con la que había tenido una niña, Florence, en 1933. Tras la separación, Malraux y Clotis viven juntos durante algunos años y tienen dos hijos, el último nace sólo un año antes de que su madre
muera en un trágico accidente arrollada por un tren tras caer a las vías.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Malraux se une a la resistencia francesa. Cae herido y es apresado y confinado en un campo de concentración del que logrará escapar poco tiempo después. Su servicio será reconocido con la Medalla de la Resistencia. Posteriormente, es nombrado ministro de Información en el Gobierno provisional del francés Charles de Gaulle (1945-1946).

En 1948, Malraux se casa con Marie-Madeleine Lioux, una concertista de piano viuda de su hermanastro Roland Malraux. En esta época, el escritor se aleja del comunismo. Sus novelas a finales de los años 40 y principios de los 50 dejan de estar inspiradas en acontecimientos políticos reales y se pasa a la ficción, escribiendo además sobre arte y estética. Entre sus trabajos destacan Les Voix du Silence (1951) y Le Musée Imaginaire de la Sculpture Mondiale (1952-54).

Cuando De Gaulle retorna al poder, nombra a Malraux ministro de Cultura (1958-1969). Sólo cuando el presidente de la República francesa decide retirarse de la vida pública se retira también Malraux, que comienza a escribir sus Antimémoires, una autobiografía poco convencional, donde mezcla retazos de realidad y ficción, con artículos de prensa y fragmentos de sus novelas.

Aquejado de cáncer, muere en París, el 23 de noviembre de 1976. Un año después se publica El hombre precario y la literatura, un proyecto que había presentado al editor Gallimard poco antes de morir. 

miércoles, 26 de febrero de 2014

Max Aub ( 1903-1972)

Intelectual de origen francés pero afincado en España, desde los primeros compases del alzamiento se decide por la causa republicana. Esto le llevará a codirigir la realización de un filme sobre el conflicto civil español

"¿Para qué vamos a subir si ya están muertos? ¡Para darles las gracias!". Este es uno de los muchos diálogos que aparecen en la película Sierra de Teruel el proyecto que, por encargo del Gobierno republicano, filman los intelectuales franceses André Malraux y Max Aub en plena Guerra Civil. Basada en la novela L'Espoir, de Malraux, este rodaje supone la primera incursión de Aub en el cine, iniciando así una relación que se prolongaría durante años. Por esta experiencia Aub anota en sus Diarios: "Se puede ser lo que no se es (ni Malraux ni yo éramos cineastas) si uno se entrega sin reservas a lo que se hace".

De padre alemán y madre francesa, Max Aub Mohrenwitz nace en París en 1903 y 11 años más tarde se instala con su familia en Valencia (1914), ciudad de la que queda prendado desde el mismo instante en que pisa su suelo. Aquí estudia en la Alianza Francesa, en el instituto público Luis Vives y en la Escuela Moderna, el único centro laico de la ciudad. Al poco de instalarse en la capital, comienza a esbozar sus primeros versos en castellano. En este sentido, es significativa su frase: "Se es de donde se estudia el bachillerato".

Despierto y dialogante decide no estudiar Derecho y seguir los pasos de su padre, viajando por el país como comercial. Esta actividad y su naturaleza inquieta contribuyen a que entre en contacto con el mundo cultural y de vanguardia de la época, así como con la España de provincias, de la que queda fascinado.

A esta primera época de su vida se la conoce como su ciclo valenciano. Es entonces cuando Aub escribe piezas experimentales como El desconfiado prodigioso, Una botella, El celoso y su enamorada, Espejo de avaricia y Narciso.

En 1923, con 500 pesetas ganadas en la lotería, viaja por primera vez a Madrid, donde conoce al poeta y crítico literario Enrique Diez Cañedo, con quien mantendrá una larga amistad. Max Aub lee poemas en el Ateneo, expresa interés por autores como José Ortega y Gasset y entra en contacto, a través de la tertulia del Café Regina, con intelectuales como Dámaso Alonso, Julio Álvarez del Vayo o Manuel Azaña. Es por estas fechas cuando se inicia en la lectura de escritores como Federico García Lorca, Guillaume Apollinaire, Ramón Gómez de la Serna... Ya en 1924, año en el que se nacionaliza español, conoce en París al pintor Joan Miró y a varios autores como Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, José Bergamin, Francisco Ayala y Gerardo Diego, entre otros. Es en esta época cuando se embarca en la lectura de clásicos como Cervantes, Calderón de la Barca o Lope de Vega, y le crece el entusiasmo por escritores como Pió Baroja o Miguel del Unamuno. 

En 1925, publica Los poemas cotidianos, con prólogo de Diez Canedo y, en la Revista de Occidente, extractos de Geografía, una de sus narraciones más poéticas. Al año siguiente, contrae matrimonio con Perpetua Barjau Martín, Peua

Para Aub, la preparación y presentación de sus propios libros es una obsesión, siendo la faceta de tipógrafo -asi llega a definirse- una cualidad fundamental en su trabajo. En 1928, publica Narciso, y es entonces cuando su personalidad se define en torno a dos cuestiones: de un lado, su sempiterno compromiso ideológico, de fidelidad a sus principios -en noviembre de 1929 ingresa en las filas del PSOE en Valencia-; de otro, el sentimiento de derrota respecto a los objetivos marcados con España.

Para Max Aub, 1933 es un año de mucha actividad: publica Fábula verde, escribe artículos para el periódico Luz de Madrid y realiza un viaje a la URSS para asistir a unos festivales de teatro. De 1934 a 1936 dirige la compañía de teatro universitario El Búho, en Valencia. Asimismo, publica Luis Alvarez Petreña y Yo vivo y, en 1935, escribe Jácara del avaro.

Sus últimos años de peregrinación por España -a caballo entre Madrid, Valencia y Barcelona- son los de la Guerra Civil. En 1936. estrena las obras de teatro El agua no es del cielo y Las dos hermanas. Además, dirige el periódico socialista Verdad y se incorpora a la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Desde diciembre de 1936 hasta julio de 1937 trabaja de Agregado Cultural de la embajada de España en París junto al embajador Luis Araquistáin. Este mismo año actúa de subcomisario en la Exposición Universal de París. En función de su puesto, encarga, por orden del Gobierno republicano, el Guernica al pintor malagueño Picasso y, en julio de 1937, colabora en la organización el II Congreso de Intelectuales Antifascistas en Valencia y Madrid, aparte de ejercer de secretario general del Consejo Nacional de Teatro, cuyo director es Antonio Machado.

En agosto de 1938 comienza el rodaje de la película Sierra de Teruel, y un año más tarde se ve obligado a salir del país con su familia aunque con la idea de regresar pronto. Permanece un año en París, donde escribe Campo cerrado, el primer libro de su ciclo El laberinto mágico, sobre la Guerra Civil. Entretanto, tramita cómo huir a México, pero en marzo de 1940 es delatado y acusado de comunista. Tras pasar por varías prisiones, es deportado al campo de concentración de Djelfa (Argelia), donde permanece nueve meses. Por fin, consigue la autorización para viajar a México pero en Oxuda -ciudad fronteriza entre Marruecos y Argelia- es nuevamente arrestado. Finalmente, consigue escapar y en octubre de 1942 llega a Veracruz. Según varios autores, es durante este viaje cuando escribe las obras El puerto y La vida conyugal.

De 1942 a septiembre de 1946, Max Aub divide su actividad entre la docencia, el periodismo y el cine, aunque sin abandonar su labor de escritor, publicando en 1943 San Juan, y otras obras posteriores como El rapto de Europa o Siempre se puede hacer algo (1946), en la que aborda el éxodo del pueblo judio.

Su habilidad hizo que se codeara con la élite cultural y política del país. Y, ya superados los problemas económicos y familiares, establecida la relación en todos los órdenes con el país y nacionalizado mexicano -"ciudadano mexicano, escritor español", se solía autodenominar-, y habiendo adquirido prestigio como intelectual comprometido, se dispone a entrar en una nueva fase vital, caracterizada por una serie de viajes que marcarían su quehacer hasta su muerte. De éstos, vinculados al compromiso político y a su defensa del español, destacan los dos últimos regresos a España. El primer reencuentro se produce en 1969, convirtiéndose en el viaje de una confesión de 30 años de dolor. Los tres meses que permanece en suelo español son suficientes para expresar con amargura un encuentro materializado en el diario La gallina ciega. Acechándole la muerte, Aub regresa a España en 1972, año de su fallecimiento, ya de vuelta en México. Termina así un viaje vital que tuvo como finalidad justificar su identificación con una patria de la que fue un peregrina.

martes, 25 de febrero de 2014

Martínez Anido (1862-1938)

Acusado de desarrollar una feroz represión durante los años previos a la República, Franco le coloca al frente de la cartera de Orden Público en su primer Gobierno, cargo que ocupa hasta su fallecimiento en diciembre de 1938

"El terror que practica actualmente Martínez Anido en la zona nacional resulta inadmisible incluso a los ojos de la propia Falange". Estas son las palabras que utiliza el embajador alemán en Burgos Von Stohrer para definir la actitud de Severiano Martínez Anido, ministro de Orden Público en el primer Gobierno de Franco y persona sobradamente conocida por su sangrienta respuesta a los conflictos sociales de Barcelona en 1917, que fallece el 25 de diciembre de 1938 en Valladolid.

Severiano Martínez Anido, militar profesional que destaca por su labor policíaca, nace en 1862 en Ferrol (La Coruña). Tras graduarse como oficial en la Escuela de Infantería (1884), obtiene destino en Filipinas. Es en las islas de! Pacífico donde lucha contra los independentistas filipinos obteniendo varias condecoraciones. Al concluir esta campaña, regresa a España para poco después ser enviado a tas guerras coloniales de Marruecos donde es ascendido a coronel por méritos de guerra, en 1910. Es entonces cuando el Rey Alfonso XII le nombra su ayudante, concediéndole, en 1912, la dirección de la Academia de Infantería de Toledo, cargo que ocupa hasta 1914, cuando regresa a África.

Con este bagaje, en 1917 es llamado para acudir a Barcelona, primero como gobernador militar y después como gobernador civil, con la misión de instaurar el orden en una ciudad sumida en el caos por las agitaciones obreras  y que culminan con la huelga general revolucionaria en agosto de ese mismo año. 

Dispuesto a impedir que la capital catalana se convierta en un segundo San Petersburgo, Martínez Anido lleva a cabo una feroz represión. Un rosario de detenciones y ejecuciones acaba con cualquier tipo de presión obrera, las ideas que guían la metodología del gobernador de Barcelona son expuestas por él mismo en una conversación con el también militar Rafael Sánchez Guerra: "Mientras que en esta podredumbre que desde muchos años se cierne sobre Barcelona no se haga una depuración, expulsando toda ta hez que de todas las partes viene, poco útil se conseguírá". 

Estos métodos, digamos, expeditivos continúan siendo aplicados por el gobernador civil después del fin de la huelga de 1917 con el propósito de acabar con el sindicalismo anarquista. Para ello, organiza el llamado Sindicato Libre, más conocido por sus enemigos de la CNT como el Sindicato amarillo. Las calles de Barcelona se convierten en un escenario de guerra mas o menos subterránea entre el Sindicato libre y el sindicato cenetista, con crímenes, torturas y atentados, con confidentes y pistoleros a sueldo y, si se tiene en cuenta la tesis de Javier Tusell, con la participación de la propia policía. Es cierto que al final, Martínez Anido acabará con el pistolerismo de la Barcelona de finales de la década de 1910 y principios de los años 20.

Sea como fuere, la desproporción de la violencia empleada contra huelguistas y sindicatos levanta fuertes protestas que unidas al miedo que el poder y la autonomía alcanzadas por Martínez Anido causan en el Ministerio, hacen que sea relevado de su puesto en octubre de 1922 y enviado a Melilla como comandante militar.

Desde la plaza africana, el oficial se adhiere al golpe del general Miguel Primo de Rivera (1923), quien, nada más instaure la Dictadura, le nombra general y le integra en la cúpula directiva de la organización policial. Primero es nombrado director general de Seguridad y luego ministro de la Gobernación. Desde este Ministerio continúa su línea de defensor del orden a toda costa. Pero cuando Primo de Rivera cae, tiene que abandonar el Gobierno y, eso si, después de ser ascendido a teniente general, pasa a la reserva. 

La proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, le supone la expulsión del Ejército y el exilio en Francia, aparte de un drama interno al ser un alfonsino convencido y ver cómo las ideas contra las que siempre ha combatido empiezan a tomar carta de naturaleza en un régimen distinto. Privado de su poder y sus antiguas prebendas, sobrevive como pintor de postales, hasta que, en 1935, José María Gil Robles, ministro de la Guerra en ese momento, le reconoce sus derechos como militar y le concede de nuevo el pase a la reserva con su antiguo rango de teniente general. Pero, en marzo de 1936, el Gobierno del Frente Popular vuelve a retirarle este status.

Pese a ello, no participa en la sublevación del 18 de julio de 1936, como otros militares enfrentados a la República, aunque cuando comienza la Guerra retorna a España y se une a los oficiales golpistas. Es a partir de entonces cuando realiza su trabajo para Franco en la sombra, sin intervenir destacadamente en la marcha de la contienda. Únicamente es nombrado, en octubre de 1936, presidente del Patronato Nacional Antituberculoso, un puesto de poca relevancia.

Será en el otoño de 1937, momento en que la Guerra empieza a marchar en favor de los nacionales, cuando alcance la Jefatura de Seguridad Interior, Orden Público y Fronteras, un cargo más acorde con su experiencia, aunque algunas obras, como la Crónica de la Guerra española (1967) señalan que la larga mano que Martínez Anido aún conservaba en los bajos fondos de Barcelona pueda tener algo que ver con el origen, meses antes, de los disturbios de mayo de 1937. Según esta misma fuente, Martínez Anido y el jefe del Servicio de Información de la Frontera del Nordeste de España (SIFNE), José Beltrán y Musitu, se encargan de provocar turbulencias en las poblaciones catalanas que terminan minando la resistencia republicana.

El nombre de Martínez Anido vuelve a salir a la luz pública en enero de 1938, cuando Franco le elige para formar parte de su primer Gobierno ministerial. El Generalísimo le nombra ministro de Orden Público, reconociendo así su trabajo en Gobernación en los tiempos de Miguel Primo de Rivera y estableciendo un puente con los viejos héroes de la Monarquía.

De todas maneras, Anido no lleva a cabo una actividad demasiado brillante. Anciano ya, y con sus funciones limitadas por el Ministerio del Interior del cuñadisimo Ramón Serrano Suñer, la labor del general se reduce a las tareas de represión policiaca en las zonas controladas por el Gobierno de Burgos. Además, tampoco dispone de mucho tiempo para desarrollar su tarea ya que, gravemente enfermo, fallece en Valladolid a finales de 1938. Su entierro consta de gran boato, con honores de capitán general con mando en plaza.

Despedida militar a un hombre defensor siempre del orden y de una férrea disciplina, que dedicó buena parte de su vida a aplicarla entre la población civil.

. El General Martínez Anido falleció en la madrugada del sábado (Hoja Oficial del Lunes, 26/12/1938)

lunes, 24 de febrero de 2014

Asensio Cabanillas (1896-1969)

Oficial africanista, su fidelidad inquebrantable a Franco le lleva a formar parte de la causa nacional desde el levantamiento de julio del 36 en Tetuán hasta el comienzo de la ofensiva a Cataluña en diciembre de 1938

La trayectoria de Carlos Asensio Cabanillas demuestra hasta qué punto una arraigada identidad profesional puede trascender al ámbito personal. Su carrera militar está tan claramente definida que llega a convertirse en su proyecto de vida.

Nacido en Madrid en 1896, pertenece al grupo de militares africanistas cuyo prestigio se forja en la colonias españolas para más tarde experimentar un ascenso en sus carreras, impulsadas, en gran medida, por el transcurso de la Guerra Civil. Su trayectoria se inicia con la entrada en la Academia de Infantería de Toledo a la edad de 15 años, pero será su participación durante más de un lustro en la Guerra de Marruecos donde encuentra una primera oportunidad para formarse en el arte militar Precisamente, sus méritos al mando del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas número 1 de Tetuán le convierten en comandante en 1930.

Diplomado en Estado Mayor en la Escuela Superior de Guerra, a diferencia de otros de sus compañeros permanece en el Ejército al proclamarse la República. En abril de 1936, es teniente coronel y, meses después, con 40 años, se adhiere junto a Francisco García Escámez, Eduardo Sáenz de Buruaga y José Enrique Varela, entre otros, al grupo de dirigentes castrenses que apoyan el alzamiento nacional.

Su experiencia común en el continente africano imprime a estos militares un particular concepto de fraternidad regido por un incontestable espíritu de jerarquía: un orden entregado a la subordinación ante la figura principal de un único líder responsable de todos los actos de guerra

El historiador y coronel de Caballería Carlos Blanco Escolá incluye, en Falacias de la Guerra Civil: un homenaje a la causa republicana, la argumentación de Asensio Cabanillas con respecto al levantamiento, durante una conferencia universitaria celebrada en Zaragoza en 1961: "Recién proclamada la (Segunda) República en España, su Gobierno comenzó a señalar la marcha hacia un objetivo que se iba viendo con claridad por día. Se trataba de implantar el marxismo en nuestro suelo, y a esta tenaz idea respondía el ataque sistemático a la religión y la excitación a la lucha de clases, en las ciudades y en el campo. Se necesitaba también proceder a la destrucción de nuestro instrumento militar que no podía permitirse por España, que se desembocase en un final tan desastroso (...). la situación llegó a tal punto que nuestros generales más prestigiosos consideraron que no se podía perder más tiempo sin aplicar el único remedio que España necesitaba, la fuerza. Y los generales Sanjurjo. Franco y Mola, como máxima cabeza de todos nosotros empezaron a preparar el Movimiento".

Blanco Escolé define al grupo africanista como "esos ególatras sin escrúpulos acostumbrados a hacer valer sus intereses por encima de todo, esos intransigentes pretorianistas forjados en el especial clima de violencia de la guerra sucia marroquí, que de inmediato empezaron a conspirar, apoyados por los partidos conservadores que habían salido derrotados en las elecciones".

El 17 de julio de 1936, Asensio Cabanillas se reúne con Sáenz de Buruaga y Juan Beigbeder Atienza en el cuartel de regulares de Tetuán para dirigir la ocupación de la ciudad como parte del alzamiento en Marruecos. Ese mismo verano, el creciente protagonismo del general Franco le ha llevado a establecer su cuartel general en Sevilla. Será allí, desde donde surja el avance de Asensio Cabanillas hacia Madrid, al frente de una de las columnas rebeldes del Ejército de África dirigido por Juan Yagüe. Paralelo a la frontera portuguesa, el militar madrileño realiza el trayecto flanqueado por la Columna de Antonio Castejón sin encontrar apenas resistencia, por lo que consigue avanzar más de 300 kilómetros en tan sólo ocho días, la localidad extremeña de Almendralejo supone la primera resistencia real a su columna. En sólo tres meses, los hombres de Castejón y Asensio consiguen llegar a las puertas de Madrid.

Los africanistas acreedores de una reputación tan exultante como su propia juventud, cuentan con una experiencia limitada a unidades no superiores al batallón, pero el fervoroso orden inculcado por su ya mencionado concepto colonial de mando, que pronto se extiende por todo el territorio español, impone un ritmo en los primeros pasos del conflicto que arrolla a un Ejército republicano aún por organizar. A medidoa que avanza la  Guerra, lo hace también la hegemonía de oficiales africanistas en los puestos de mando del Ejército sublevado y de Franco como su principal dirigente.

Precisamente, es esa fidelidad al líder la causa principal del fulgurante progreso de sus oficiales, tanto en su participación militar durante la contienda como su posterior incorporación política con la instauración del Régimen, la resistencia de Madrid supone para el británico Antony Beevor "el fracaso final del golpe de Estado, que, a partir de ese momento, se convirtió definitivamente en una guerra civil". La continua actividad de Asensio en la carretera de La Coruña; la ofensiva del Jarama, con la ayuda del CTV italiano; Brunete, ya convertido en general de Brigada, y Teruel, desembocará en una participación más que activa en la toma de Tarragona -el 15 de enero de 1939- como jefe de la 12ª División del Ejército de Navarra, bajo las órdenes del general José Solchaga.

Pero antes de eso, a finales de diciembre de 1938, inicia el avance sobre Cataluña y el 26 de enero de 1939 se reincorpora a las órdenes de Yagüe en el Cuerpo de Ejército marroquí para la ofensiva final sobre Barcelona. Las principales calles de la ciudad son testigo junto a Asensio Cabanillas del avance triunfal del Ejército franquista así como de los últimos compases de la contienda.

Finalizada la Guerra, su lealtad a Franco le favorecerá una permanente versatilidad a la hora de ocupar cargos de elevado rango en las primeras décadas del Régimen. En agosto de 1939, es nombrado Alto Comisario de España en Marruecos, y dos años más tarde cesa en el cargo para ocupar la Jefatura del Estado Mayor Central. En 1942, sustituye a José Enrique Varela como ministro del Ejército, tras la dimisión de éste al sufrir un intento de asesinato por parte de unos falangistas.

Es durante el transcurso de su labor como ministro (septiembre de 1942-julio de 1945) cuando informa personalmente a Franco del deseo de un grupo de altos oficiales de reinstaurar la Monarquía, lo que le vale la destitución. Tras su salida del Ejecutivo, su labor vuelve a centrarse en el ámbito militar al ocupar la Capitanía General de Baleares y, posteriormente, la Jefatura de la Casa Militar del Generalísimo (1958), ya como teniente general. Su reconocimiento como estrecho colaborador de la causa franquista deriva en la Medalla Militar Individual con la que corona una carrera profesional cuyo fin llega en el preciso instante en que lo hace su vida, en 1969.

viernes, 21 de febrero de 2014

José Díaz Ramos (1896-1942)

Secretario general del PCE y colaborador de la Komintern en España durante el conflicto, en diciembre de 1938 se exilia voluntariamente a la URSS para tratar una enfermedad que lleva arrastrando desde su juventud

"Los comunistas han llamado a la lucha y a la insurrección a las masas, se han puesto a la cabeza y han luchado contra las fuerzas represivas de la reacción y del fascismo con las armas en la mano. El Partido Comunista está pues identificado con el movimiento insurreccional y asume su plena responsabilidad política". Así de firme se muestra el secretario general del PCE, José Díaz Ramos, tras el movimiento revolucionario de Asturias en 1934, en un acto en el que asume, en su nombre y en el de su partido -que dirigirá hasta su muerte en 1942- la responsabilidad en el intento de insurrección.

José Díaz Ramos nace en Sevilla en 1896. Desde muy pequeño, cuando apenas cuenta con 11 años, comienza a trabajar de panadero, como su padre. Precisamente ése, su primer trabajo, le lleva a ingresar en el sindicato del sector conocido como La Aurora, órgano próximo al ideario anarquista y del que acabará siendo su presidente en 1917. Influido por la CNT, pasa a formar parte de un grupo que lleva a cabo varias acciones terroristas, por lo que su fama crece y comienza a ser conocido entre los círculos subversivos de la capital andaluza.

Sin embargo, su vida cambia en 1925 cuando se traslada por primera vez a Madrid con la excusa de vender roscos sevillanos, pero con la misión de instigar un atentado contra el Rey Alfonso XIII. Es detenido, torturado y encerrado en la cárcel Modelo de la capital. Precisamente, es este periodo en prisión el que marca su evolución hacia el comunismo a través de Socorro Rojo Internacional (SRI), ya que nada más volver a Sevilla -en agosto de 1926- contacta con miembros del PCE y, un año después, acaba ingresando en el Partido Comunista. Durante su encerramiento en la cárcel de la capital, contrae una úlcera gástrica que marcará el resto de su vida hasta su muerte.

En Sevilla no hay mucha tradición comunista, pero en estas fechas comienzan a crecer los afiliados y los simpatizantes en las filas del PCE, al mismo tiempo que José Díaz se hace cargo de la secretaría del partido en la capital hispalense. Como señala María Victoria Fernández en una biografía sobre el dirigente comunista. José Díaz y otros camaradas harían que Sevilla -llamada popularmente la ciudad libertaria- pasara a la Historia como la ciudad roja. Su éxito fue recompensado con la dirección del partido en Andalucía, y con una formación especial en la Escuela Lenin de Moscú.

Llega a la Unión Soviética en 1930 y pasa nueve meses aprendiendo el legado de Marx y Engels. "El instituto no tenia otra finalidad que prepararme para ser agente y servidor del Kremlin", confesaría más tarde al jefe militar comunista Valentín González, el Campesino. En junio de 1931, recién proclamada la Segunda República, vuelve a Sevilla para retomar las riendas de la intensa actividad revolucionaria que lideraba el PCE, una de las más importantes en la agitada España del momento. Justo un año después, ingresa de nuevo en la cárcel. Esta vez, en la Pópulo de Sevilla, acusado de participar en las revueltas del primero de mayo.

En agosto de 1932, pocos días después del fallido golpe del general José Sanjurjo, se celebra el 4º Congreso del Partido Comunista en el que es elegido secretario general en sustitución de José Bullejos, al parecer por presiones de la Komintern. Pese al nombramiento, José Díaz sigue en la cárcel por lo que varios miembros de su familia, con la ayuda del partido, realizan una colecta entre los obreros de la ciudad y pagan la fianza de 5.000 pesetas impuesta por el juez. En aquel momento, pasa a ser el líder de un partido minoritario de sólo 12.000 afiliados, pero al que la Guerra Civil terminará por convertir en uno de los partidos de izquierdas más relevantes. El Campesino llega a escribir sobre él: "Era modesto, honesto, amante de la familia, incapaz de corrupción, pero de capacidades intelectuales y políticas bastante limitadas (...). Se le eligió secretario general de preferencia a otros militantes más preparados que él y más maleables, por su procedencia anarcosindicalista. Se queria conquistar o liquidar a la poderosa CNT y se creyó que el cenetista José Díaz serviría preferentemente para ello". La dirigente comunista del partido en aquel momento, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, apuntaría años más tarde: "Yo recuerdo, no sin emoción, el estilo de trabajo del camarada Pepe, siempre cordial, sin pedanterías ni escolasticismos. Nos enseñaba a ser modestos a ser sencillos, sinceros con nosotros mismos y con los demás".

A esta descripción se sumaría también Santiago Álvarez, comisario político comunista durante la Guerra Civil: "Era un hombre sencillo que consultaba a la gente antes de darle alguna misión y que no imponía a la fuerza su criterio, aunque era firme en sus convicciones".

Tras la vuelta al poder del radical Alejandro Lerroux en las elecciones de diciembre de 1933, el principal objetivo de José Díaz pasa por pactar con la gran mayoría de la izquierda española y hacer una oposición fuerte. En la Revolución de Asturias de octubre de 1934, aunque no participa personalmente, sí asume su responsabilidad política, solidarizándose públicamente con los reprimidos, y dejando patente la unión que existe entre CNT, UGT, PSOE y PCE.

En julio de 1935 viaja de nuevo a Moscú, acompañado de la Pasionaria,  para asistir al VII Congreso de la Komintern. Allí, el secretario general de la Komintern, Georgi Dimitrov, expone la nueva táctica a seguir, la creación de una política de alianzas compuesta por todos los sindicatos y partidos de izquierdas.

A partir de este momento, todos los discursos del líder del PCE están marcados por la premisa de crear un frente común en España. Y se consigue el 15 de enero de 1936, cuando PSOE, Izquierdo Republicana, Unión Republicana, PCE, ERC, POUM y Partido Sindicalista -junto a la unión simbólica de las juventudes de UGT y CNT- formar el Frente Popular.

En plena campaña electoral, el 11 de febrero de 1936, José Díaz afirma en Madrid: "Téngase en cuenta que el Gobierno obrero y campesino no es todavía la dictadura del proletariado ni el socialismo, a cuya plena consecución hay que llegar. Pero, aunque el Gobierno obrero y campesino, la dictadura democrática de los obreros y campesinos, y la dictadura del proletariado sean cosas distintas, entre una y otra no hay ninguna muralla china. No se puede precisar el tiempo, (...) pero sí puedo asegurar que la transformación (...) no será larga".

Llama la atención que el 15 de febrero de 1936, un día antes de las elecciones José Díaz terminara un discurso citando a Saint-Just, dirigente jacobino francés y mano derecha de Robespierre: "Vuestro interés manda no dividiros, cualesquiera que sean las diferencias de opinión. Nuestros tiranos no admiten esas diferencias entre nosotros. O venceremos todos o desapareceremos todos".

El resultado electoral del 16 de febrero de 1936 da la victoria a la coalición frentepopulista recién creada, concediendo 17 diputados al PCE, y José Díaz, que se presenta por Madrid, ocupa un escaño en el Parlamento. Su principal labor continúa siendo la unidad de la izquierda y el mantenimiento del Frente Popular, ya que la heterogeneidad de éste es uno de los puntos débiles más atacados por parte de los grupos de la oposición.

Asimismo, introduce en el hemiciclo un estilo oratorio sencillo y popular al que no estaba acostumbrada la vieja guardia del partido. Varios historiadores recuerdan la intervención que mantiene el 15 de abril de 1936 como la más polémica. Y es que en ella José Díaz monta un gran revuelo al llamar cobarde al dirigente de la CEDA José María Gil Robles. Entonces, los diputados cedistas le exigen moderación en el lenguaje, a lo que Díaz responde: "Esas podrán ser la tradición y las costumbres de una Cámara de cuellos tiesos (Risas). Pero ésta es una Cámara de cuellos flojos y puños fuertes, y tiene que decir al pueblo la verdad tal como la siente (...). No puedo asegurar cómo va a morir el señor Gil Robles; pero sí le digo que si se cumple la justicia del pueblo, morirá con los zapatos puestos". A lo que el líder de la CEDA contesta: "Yo podré morir con las botas puestas, pero lo que no soy es un asesino como vosotros".

El estallido de la Guerra Civil le sorprende en Madrid, desde dónde ayuda a organizar la respuesta de los afiliados comunistas en la calle. Distinta suerte corre su familia en Sevilla, especialmente perseguida por orden de Queipo de Llano. Dos de sus hermanas y una de sus sobrinas son detenidas por las fuerzas nacionales. Según diversas versiones, Queipo de Llano ofrece a sus hermanas que decidan cuál de las dos prefiere ser ejecutada. Carmen Díaz Ramos se ofrece -al tener hijos más mayores- y termina siendo fusilada.

Durante la contienda, José Díaz se dedica a sus labores políticas en el partido, sin ostentar cargo alguno, civil o militar, en la zona republicana. Sus discursos y artículos más relevantes, que se encuentran en su obra Tres años de lucha, se dirigen sobre todo a la creación de un Ejército regular, a la unión juvenil y de partidos, a la lucha por la independencia de España y a la defensa de la República. En los tres años que dura el conflicto, su partido da cobertura política a la mayoría de agentes y militares soviéticos que llegarán a ocupar cargos importantes en el Ejército republicano.

En octubre de 1936, José Díaz recibe el primer telegrama de Stalin de apoyo a la "causa del pueblo español". Ha sido acusado por muchos de ser uno de los principales responsables, junto a Juan Negrín y Julio Álvarez del Vayo, del traslado del oro del Banco de España a la Unión Soviética durante los primeros meses de la Guerra. Sin embargo, si hubo una voz discordante dentro del PCE contra la mediación de los consejeros rusos en los asuntos españoles esa fue la de José Díaz. Gracias al libro del también comunista Jesús Hernández, Yo fui un ministro de Stalin, se conocen hechos como la reunión mantenida en marzo de 1937 por la cúpula comunista en España, a la que asisten tanto militantes extranjeros como españoles, en la que José Díaz se atreve a expulsar del acto al líder comunista francés André Marty por intentar imponer su criterio. 

Durante esta época, el PCE crece de forma considerable. Un informe de José Díaz de marzo de 1937 asegura que el número de militantes ha ascendido a casi 300.000.

Mientras, su enfermedad se agudiza por lo que temporalmente está apartado de la actividad política, guardando reposo en su casa de Valencia al cuidado de su esposa Teresa Márquez. En su ausencia, es Dolores Ibárruri la que pasa a tomar algunas decisiones importantes del Partido sin consultar al secretario general, ya que cuenta con el apoyo del Comité Central. Curiosamente, es durante este periodo cuando aparecen las disidencias, no ya sólo en el seno del Frente Popular. José Díaz no puede asistir a las reuniones del buró político en las que se decide actuar contra el POUM desde el Gobierno declarándolo ilegal, y contra la CNT en Aragón. Esto alarma enormemente a Díaz, que desde su lecho recrimina la actuación de los dirigentes comunistas: "Las detenciones del POUM no son un asunto policíaco, sino político", cuenta Jesús Hernández que replicó a la Pasionaria cuando ésta le comunica la detención de Andreu Nin. Es entonces, a partir del pleno del 13 de noviembre de| 1937, cuando José Díaz toma de nuevo las riendas del partido.

El 30 de marzo de 1938 se publica en los periódicos comunistas Mundo Obrero y Frente Rojo una carta del líder del PCE que define su actitud política durante el conflicto. En ella afirma que "la única solución para nuestra Guerra es que España no sea fascista ni comunista". Al dia siguiente, el diario CNT de Madrid publica en portada esas declaraciones con el antetítulo: Si lo dice 'Pepe' Díaz...

El 23 de mayo de 1938, José Díaz sufre una nueva recaída y se traslada a Sitges (Barcelona), cerca de la casa de Lister y Enrique Castro. Sin embargo, su estado empeora y en diciembre de 1938 decide abandonar España y trasladarse a Moscú para ser operado.

No se recupera de nuevo hasta 1940, cuando se reincorpora al trabajo en el Comité Ejecutivo de la Komintern. Ese mismo año publica su obra Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles.

Pero su dolencia es crónica, y en julio de 1941 es nuevamente intervenido y trasladado a la ciudad de Sochi, primero, y después a Tiflis, capital de Georgia, con orden de completo reposo. Junto a su familia se hospeda en el Hotel Tbilisi. En febrero de 1942 ya no es capaz ni de levantarse de la cama.

El 21 de marzo de ese año cae desde el balcón de su habitación, situado en un cuarto piso, y muere en el acto. Las autoridades soviéticas mantienen la versión del suicidio, aunque otros como Valentín González, el Campesino, tienen "la firme convicción moral" de que lo asesinaron porque era "un gran estorbo", ya que estaba profundamente decepcionado con el estalinismo. "Sabía sufrir y sentía la voluntad de vivir para volver algún día a España (...). No puedo adelantar, claro está, ninguna prueba; pero afirmo mi convicción de que José Díaz fue empujado desde su balcón", afirma el militar en su libro Comunista en España y antiestalinista en la URSS.

José Díaz es enterrado en Georgia, donde a mediados de 1960 se le erige un monumento; sin embargo, desde el primero de mayo de 2005 sus restos descansan en la ciudad que le vio nacer: Sevilla.

jueves, 20 de febrero de 2014

Heli Rolando de Tella (1888-1967)

Militar africanista, su protagonismo en el conflicto asciende al encabezar, al poco de comenzar el mismo, una de las columnas de Yagüe que parten de Sevilla hacia Madrid y ocupar la frontera con Andorra en enero del 39

"Fue un predestinado hacia lo épico y no en vano había recibido en la pila bautismal el nombre de Rolando, el Cid francés de Roncesvalles. Su vida constituyó una permanente aventura de proyección romántica surcada por zonas oscuras entre brillantes momentos estelares". Con estas palabras, la obra enciclopédica Crónica de la Guerra española rinde tributo al general de Infantería Heli Rolando de Tella, uno de los militares que, a las órdenes de Juan Yagüe, encabeza una de las columnas marroquíes que desde Sevilla parten con dirección a Madrid en agosto de 1936.

Heli Rolando de Tella nace en Lugo en 1888. Pese a que sus padres, Policarpo de Tella y Mercedes Cantos, trabajan humildemente en los campos gallegos, pronto su hijo se siente atraído por el Ejército, las armas y las batallas, ingresando con tan sólo 19 años en la Academia de Infantería de Toledo. Finalizado el periodo de instrucción y aprendizaje, y tras alcanzar el grado de segundo teniente, Rolando de Tella abandona la Academia en 1910, Es en Zamora, una de las primeras ciudades a las que es destinado, donde el militar conoce a María del Carmen Alonso e Iglesias, con la que contrae matrimonio en 1917, cuando cuenta ya con 29 años.

Poco después, Rolando de Tella es destinado a Marruecos, donde permanece durante la mayor parte de su vida militar. Allí, como capitán de Infantería, forma parte del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas número 5, participando, entre otras batallas, en la reconquista del Monte Gurugú en 1921, siendo condecorado tres años después con la Cruz Laureada de San Fernando y la Medalla Militar Individual tras el combate del Collado de Dar-Raid, por su labor durante la campaña africana. Precisamente, por el papel desarrollado en Marruecos terminan ascendiéndole a teniente coronel del arma de Infantería.

El apoyo al bando sublevado de Heli Rolando de Tella no es casual ni inesperado pues este militar se une ya en 1932 al general Sanjurjo en su intento frustrado de rebelión -denominado la sanjurjada-, lo que le vale la detención y condena en la cárcel de La Coruña, primero, luego en Madrid, pasando por la Central de Guadalajara, para terminar finalte en la penitenciaria de Villa Cuneros.

Desde aquí, el 1 de enero de 1933, es trasladado -enfermo- al hospital de Las Palmas y de ahí, otra vez al hospital general de Carabanchel. Tres meses más tarde, en abril, consigue salir bajo líbertad vigilada.

Aunque desde entonces las autoridades republicanas permanecen atentas a sus movimientos, Heli Rolando de Tella, conocedor de los planes que se urden al otro lado del Estrecho de Gibraltar, logra escapar a la zona del protectorado marroquí el mismo 17 de julio de 1936 para presenciar y sumarse al alzamiento. Rolando de Tella es uno de los primeros militares en cruzar el Estrecho hacia la Península dispuesto a sumar las primeras victorias para el bando sublevado.

El mismo 18 de julio de 1936, Heli Rolando de Tella se pone al frente de un grupo de hombres, la conocida como 3ª Columna de África, se une a los efectivos que se han trasladado de África a la península Ibérica, y desde Sevilla consigue las primeras victorias de los nacionales en Andalucía. Esta columna forma parte, más adelante, de la denominada Columna de Madrid, también conocida como Ejército expedicionario, que, en su avance hacia la capital, consigue conquistar un importante número de localidades extremeñas, obteniendo sendas victorias en diferentes localidades como Navalmoral de la Mata, Badajoz y Mérida, ciudad esta última de ta que años más tarde será elegido hijo adoptivo predilecto (1941).

Tras abandonar Extremadura, Rolando de Tella se dirige a Toledo, donde durante algunos meses ocupa el cargo de gobernador militar, puesto que abandonará en breve pues nuevamente siente la necesidad de acción. Así, emprende una de sus misiones más importantes. Como teniente coronel se vuelve a poner a la cabeza de una columna y junto con el general Varela comienza el asedio a la capital. Con sus legionarios, Tella ocupa las localidades de Parla, Pinto, Getafe y Villaverde, lanzándose después sobre la capital, comenzando por los barrios del oeste del río Manzanares y ocupando, el 7 de noviembre de 1936, las carreteras de Extremadura y Toledo, además de los barrios de Usera y Basureros.

En marzo de 1937, y ya como coronel, Heli Rolando de Tella marcha hacia Zaragoza, poniéndose a la cabeza de la 4ª Brigada de Navarra que actuará en todo el Frente Norte. En Asturias, Tella consigue llegar, pasando por Llanes, Quintana y Castillo Reales, a Ribadesella, "cogiendo en su camino gran cantidad de armas, muertos y prisioneros, siendo felicitado por el Generalísimo", como consta en su expediente militar.

Ascendido a general, Rolando de Tella se pone al mando de la 63ª División, integrada en el Ejército del Centro. Con esta unidad interviene en las campañas de Aragón y Cataluña. Avanza por la sierra de Sallen hasta Canfranç y Seo de Urgel logrando ocupar, el 6 de enero de 1939, toda la frontera que limita con Andorra.

Al acabar la Guerra Civil, Heli Rolando de Tella es nombrado gobernador militar de Lugo y se instala con su familia en su residencia en Pazo de Aday.

El 11 de octubre de 1941, es condecorado con la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y nombrado gobernador militar de la plaza y provincia de Burgos. Sólo dos años después, la carrera militar y el carácter aventurero de Rolando de Tella se empañarían. Acusado -de cargos desconocidos- por el ex gobernador civil de Lugo y jefe provincial de FET y de las JONS, Ramón Ferreiro Rodríguez, y por otras autoridades y vecinos de Lugo, se abriría una causa (la n° 125.673) contra Heli Rolando de Tella por la que es separado del servicio por un Tribunal de Honor. Desde este momento, los esfuerzos del militar por conseguir leer las acusaciones que le hacen culpable no cesan.

Todavía, el 26 de agosto de 1946, Heli Rolando de Tella recibe una carta que dice que no se le puede facilitar la información pues, "según el artículo 1.025 del código de Justicia Militar, las actuaciones del Tribunal son rigurosa mente secretas".

Además de su actividad militar, Rolando de Tella es autor de algunos libros como La Guerra, Escuela y Patria y Croquis para el estudio de la Guerra ruso-japonesa.

Heli Rolando de Telia muere el 10 de octubre de 1967 en Aday-Corgo (Lugo), cuando cuenta con 79 años de edad.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Ricardo Burillo Stholle (1891-1940)

Marcado desde los albores de la Guerra como uno de los altos mandos implicados en el asesinato de Calvo Sotelo, siempre negará todo conocimiento de aquella acción y proclamará su inocencia hasta el día de su muerte

La sombra de Calvo Sotelo es alargada. Algo parecido debió pensar Ricardo Burillo durante los últimos años de su vida, años que transcurren a la par que una Guerra Civil asóla España. Durante todo este tiempo, su nombre siempre aparece relacionado con la muerte del político derechista, una vinculación que él negará hasta la extenuación, y cuyo peso le marcará incluso hasta sus últimas horas.

Miembro del Partido Comunista y comandante de Infantería agregado a la Guardia de Asalto, 1938 será un año de múltiples movimientos para el militar republicano. En julio, tras el triunfo nacional en la Bolsa de Mérida, Burillo deja el mando del Ejército de Extremadura a su compañero Prada. Dos meses después, el 16 de septiembre, R. Méndez, inspector general del Cuerpo de Seguridad (Grupo Uniformado) decreta su "reintegración" a las órdenes del ministro de Gobernación. El ostracismo al que es condenado por su derrota en Extremadura toca a su fin. La Guerra avanza, y la República necesita a todos sus hombres.

Ricardo Burillo Stholle nace en 1891. "Aristócrata izquierdista, puritano, anticlerical y romántico", según Hugh Thomas, sabemos gracias a la obra de Manuel Azaña que en 1937 Ricardo Burillo se confiesa "sometido a tres disciplinas: la militar, la masónica y la comunista".

Le sorprende la Guerra Civil con 45 años de edad y como comandante del Cuerpo de Seguridad. El 12 de julio de 1936 se encuentra de servicio en el cuartel de Pontejos de Madrid, de cuyo grupo de Asalto está al frente; esta circunstancia le implica indirectamente en el asesinato de José Calvo Sotelo -son los miembros de este grupo de guardias los que detienen y eliminan al líder conservador, sin orden del Gobierno republicano-.

Nunca asumiría su participación directa en dicho acto e incluso, gracias al testimonio de Rafael Sánchez Guerra en Mis Prisiones, tenemos constancia de la última confesión de Burillo sobre este episodio horas antes de su muerte. Sánchez Guerra coincide con él en prisión y Burillo, sabedor de su fatal destino, confiesa a su compañero de celda que la noche de la desaparición de Calvo Sotelo él se encontraba en su despacho de la Delegación de Orden Público "ignorante en absoluto de todo lo ocurrido". 

Rememorando aquella fatídica noche, y después de hablar con la esposa del recién detenido, Burillo asegura a Sánchez Guerra que investigó la causa de tal detención, haciendo comparecer al capitán de la compañía e "interrogando personalmente a los oficiales y guardias que se encontraban de servicio". Reproduce Sánchez Guerra las palabras de Burillo: "Mandé detener en el acto al teniente Moreno y a los guardias que habían obedecido sus órdenes y puse estos hechos en conocimiento del director general. (...) Fui el primero en lamentar y en condenar (ese hecho) que me deshonra". Confiado, Burillo clama: "Sé que me van a fusilar dentro de unas horas pero quiero que se me fusile (...) por ser un hombre de ideas avanzadas, por pertenecer al Partido Comunista, por haber combatido en defensa de la República. Todo eso me honra y lo acepto, pero nada más que por eso". Sánchez Guerra le promete sacar a la luz dicha conversación si algún día le es posible hacerlo.

Como ese defensor de la República, Ricardo Burillo actúa con mayor o menor éxito, en numerosas batallas. En las primeras jornadas de la contienda participa con sus fuerzas en el asalto al cuartel de la Montaña y días después en las luchas del Alto del León y Somosierra. Dirige las últimas operaciones fallidas del asedio al Alcázar toledano. Tras la caída de Toledo, la moral de los milicianos queda "por los suelos", según relata Jorge Martínez Reverte, y Burillo Intenta poner orden entre sus subordinados que "parecen no saber ya por qué combaten".

Capitanea algunas columnas de milicias republicanas, hasta que a finales de 1936 se organizan las Brigadas Mixtas y asume el mando de la 9ª División. En febrero de 1937, cuando los nacionales intentan rodear Madrid, combate en la Batalla del Jarama al frente de un comando que depende del Ejército del Centro. En marzo de 1937, ya como coronel, es nombrado jefe del 3º Cuerpo de Ejército.

Este mismo año, apunta Hugh Thomas, Ricardo Burillo asume el cargo de jefe superior de la policía de Barcelona. Desde su puesto, lleva a cabo la campaña represiva contra el POUM, un proceso impulsado por el Gobierno de Negrín. Así, el 16 de junio es clausurada, a instancias de Burillo, la sede del POUM en el Hotel Falcón que es habilitado extraoflcialmente, explica Andrés Suárez en El proceso contra el POUM, como "oficina policíaca donde se interrogaba y coaccionaba a sus militantes". También el 16 de junio son detenidos miembros del Partido; entre ellos, su máximo dirigente, Andreu Nin, que es acusado de espionaje a favor de Franco y asesinado en los días posteriores. La orden de su detención está firmada por el ya coronel Burillo. Tres meses después, Ricardo Burillo dejará su puesto.

El coronel, según Rubio Cabeza, no va a permanecer en estado inactivo. Ese mismo mes se crea el Ejército de Extremadura y Burillo queda al mando del mismo. Según Puche Maciá, esta unidad interviene en contadas ocasiones y en julio de 1938 Burillo es relevado de su cargo.

Cuando la contienda fratricida toca a su fin, cuenta Hugh Thomas que Ricardo Burillo, como otros tantos militares, parece apartarse de su pasado comunista y se muestra partidario de negociar la paz con Burgos y el Ejército franquista. Añade el investigador inglés que estos militares republicanos habían resuelto definirse tan sólo como "amigos coyunturales de los comunistas". Es entonces cuando Burillo se pone en manos del Consejo Nacional de Defensa, en nombre del cual, tal y como señala el investigador Mariano Rubio, dirige en Alicante la evacuación de militares y políticos republicanos más comprometidos, siempre velando por el mantenimiento del orden público.      

En 1940 es apresado por las fuerzas del Régimen. Se le acusa, entre otros delitos, de ser responsable directo del asesinato de Calvo Sotelo. Burillo es juzgado por un consejo de guerra y condenado a tres penas de muerte. La misma noche de la condena, recuerda Sánchez Guerra en Mis Prisiones, Burillo intenta suicidarse ingiriendo grandes cantidades de veramón (un analgésico). A la mañana siguiente le encuentran en estado muy grave pero consiguen reanimarle. A raíz de este acontecimiento, queda sometido a una férrea vigilancia sin permitirle abandonar la celda. Pronto conoce a Sánchez Guerra y se produce la conversación entre ambos; apenas 24 horas después de que el coronel Burillo encomiende su confesión a su compañero de celda, es sacado de la prisión con destino al paredón, Burillo Stholle será fusilado al amanecer.

martes, 18 de febrero de 2014

Matilde Landa (1904-1942)

Comunista comprometida desde su acomodada posición social, es una destacada combatiente prorrepublicana dentro de las filas de Socorro Rojo, desarrollando labores de enfermera, conferenciante y hasta dirigente del PCE 

"Serena, enérgica, callada, hubiera podido parecer hosca y sin embargo daba enseguida pruebas de dulzura y abnegación". Así recordaban sus compañeras a Matilde Landa en un artículo aparecido en Mujeres antifascistas españolas en septiembre de 1946, cuatro años después de la muerte de un personaje singular del movimiento de mujeres de la primera mitad del siglo XX en España, llamado a convertirse en mártir del bando vencido a través de su participación en Socorro Rojo y, una vez en la cárcel, como referente moral de sus compañeras de prisión.

Matilde Landa Vaz nace en Badajoz el 24 de junio de 1904, última de cuatro hermanos. Su padre, Rubén Landa Coronado, un abogado de la ciudad pacense que había sido dirigente republicano, elige para sus hijos una educación laica e intelectual. Matilde crece rodeada de un ambiente progresista, próximo al krausismo y a la Institución Libre de Enseñanza, a pesar de la barrera intelectual que puede suponerse en una ciudad pobre como Badajoz a principios del siglo XX.

Deseosa de trasladarse a Madrid para estudiar el Bachillerato y alejarse de la Badajoz que ella definió como un "pueblucho indecente", según confesó a su hermana Jacinta en una carta de 1919 y a pesar de la resistencia de su padre, Matilde consigue abandonar Extremadura para estudiar un curso en La Coruña. A comienzos de los años 20 se ve obligada a regresar a su ciudad natal para pro seguir con sus estudios de Bachillerato.

Pese a su formación en Humanidades, se inclina por el estudio de Ciencias Naturales. En 1923, fallecido su padre el 16 de marzo, se traslada a la Residencia de Señoritas de Madrid, relacionada con la Residencia de Estudiantes y pionera en España en la incorporación de la mujer a los estudios universitarios. En este ambiente, Matilde se prepara para ingresar en la Universidad, pero una enfermedad pulmonar -que la lleva a trasladarse al domicilio de su hermano Rubén, catedrático de Filosofía y amigo de Antonio Machado, en Salamanca- trunca sus deseos. De allí pasará a residir en Segovia, volviendo a tomar contacto con diversos círculos intelectuales, pues la ciudad conocía entonces cierta efervescencia cultural. 

En torno a 1929 regresa a Madrid con su madre para retomar sus estudios. Al año siguiente se casa con Francisco López Ganivet, sobrino del escritor Ángel Ganivet y procedente de una familia de la burguesía intelectual.

El matrimonio tiene dos hijas, Carmen y Jacinta, aunque esta última muere a los pocos meses de nacer. Consta que, durante estos años, Matilde Landa trabaja en un laboratorio coincidiendo con el comienzo de su colaboración con Socorro Rojo. A partir de 1935, ofrece su casa para las reuniones clandestinas entre los máximos mandatarios del PCE, entre ellos Dolores Ibárruri, Pasionaria, y José Díaz, así como altos funcionarios de la Komintern, al tanto que ejerce de tesorera del dinero procedente del exterior para Socorro Rojo. Un año después, en 1936, se afilia al partido.

El alzamiento militar le coge por sorpresa en una conferencia de Socorro Rojo. A los pocos días tiene lugar la constitución del Quinto Regimiento de Milicias Populares que, por iniciativa de Ibárruri, cuenta con un batallón femenino -batallón en el que Matilde recibe instrucción militar-. Sin embargo, el grupo topa con la animadversión de los altos cargos militares, que lo reconvierten en un servicio sanitario del que Landa queda como responsable de personal,

Landa figura también como importante artífice del Hospital Obrero, donde se orquesta el cuidado a los heridos del centro de la Península hasta finales de 1936, fecha en la que cede su entramado al Ejército Popular y pasa a dedicarse a la población civil desde Valencia. Allí se hace cargo de la organización de los servicios sanitarios y, más tarde, del auxilio a los refugiados y de la evacuación de los niños. Su trabajo y las estancias en los frentes van lentamente minando su salud.

En abril de 1938 pasa a formar parte de la Subsecretaría de Propaganda, dentro de la sección de Información Popular. Hasta el fin de la Guerra, se dedica a recorrer las ciudades españolas organizando conferencias para restablecer la maltrecha moral de los combatientes. Muchos historiadores sitúan en esta época el momento en que conoce a Miguel Hernández, quien le dedicará el poema A Matilde. Sus continuas ausencias del hogar le obligan a tomar una dolorosa decisión: enviar a su hija a la URSS.

Tal y como explica David Ginard en su obra sobre Landa, poco antes del hundimiento de la República y pese a su falta de experiencia como dirigente, Matilde Landa queda encargada por el politburó del PCE para organizar dicha formación política ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Madrid. La improvisación y la falta de medios repercuten en los escasos resultados logrados y, al poco tiempo, el partido queda desarticulado por la policía. El 26 de septiembre de 1939, Matilde Landa será detenida e ingresará en la cárcel de Ventas.

Desde la prisión madrileña, Landa empieza a desarrollar una notable tarea de ayuda a las presas condenadas a muerte a través de la Oficina de Penadas, en cuya constitución toma parte activa. Condenada a la pena capital, la intervención del filósofo Manuel García Morente consigue que le sea conmutada por la de 30 años de privación de libertad.

Como señala Ginard, en junio de 1940 es trasladada a la prisión de Palma de Mallorca, "una de las más terribles de la posguerra". Al igual que lo había sido en Madrid, se convierte enseguida en un referente moral para las presas, encabezando las limitadas acciones de resistencia en la cárcel. Escribe cartas y redacta solicitudes en nombre de sus compañeras, algunas analfabetas. Pronto su importancia política lleva a las autoridades eclesiásticas a interesarse por su conversión al catolicismo, factor que hubiera significado una importante victoria propagandística para el régimen.

Desde 1941, se inicia una política de presión (brutal, según algunos autores) sobre ella para hacer que se bautice, una estrategia que auna argumentos, amenazas y castigos. Su entereza emocional no puede resistirlo y acaba derrumbándose. En la tarde del 26 de septiembre de 1942 Landa se arroja al vacio desde una galería de la prisión, agonizando casi una hora hasta que finalmente muere.

Pese a los rumores que hablan de asesinato, en verdad se trata de un suicidio, consecuencia de las condiciones en las que estaba sobreviviendo. Días más tarde, su familia conocerá indignada que había sido bautizada in articulo mortis. Enterrada en el cementerio de Palma, en una sepultura propiedad de una familia aristocrática, al poco de su muerte, Matilde Landa ya será una de las presas más célebres del país.

lunes, 17 de febrero de 2014

Eugenio Montes (1897-1982)

"Alineado con el poder", según algunos historiadores, este literato gallego transita de las simpatías monárquicas a las falangistas pasando por el socialismo, para acabar representando a la causa franquista por el mundo 

"La Guerra es así". Concluyente, Francisco Franco responde de esta manera a los ruegos de Eugenio Montes, quien acude hasta Cáceres para solicitar al Generalísimo que acabe con las atrocidades cometidas por algunos de sus hombres. La petición adquiere mayores trazos de grandeza porque quien visita al Caudillo, preocupado por estas cuestiones, es un destacado falangista y coautor del himno Cara al sol. Como buen gallego, Montes se cuidará sin embargo muy mucho de parecer un firme aliado de los sublevados, y mostrará una adaptabilidad admirable, necesaria para ser reconocido en cada momento por quien tuviera capacidad de hacerlo. Como expresa Jaime Capmany: "Eugenio Montes se alineaba habitualmente con el poder, siempre que no estuviesen en juego sus intereses o aspiraciones".

Eugenio Montes Domínguez nace en Vigo, aunque siempre se declara orensano -lugar al que se desplaza su familia tras su nacimiento-. Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, acaba doctorándose bajo la dirección de Ortega y Gasset. En su juventud estará muy vinculado al movimiento poético ultraísta, desembarcado en España con el escritor chileno Vicente Huidobro.

Trasladado a Madrid, coincide con poetas de la Generación del 27 y con artistas como Dalí o Buñuel. Pero no es con ellos con quien traba una relación amistosa, sino con Cansinos Assens, responsable de las tertulias del Café Colonial. En la revista Grecia, de corte ultraísta, será donde se vea plasmada de forma material la creación de sus escritos vanguardistas. Colaborará con Cervantes, Ultra, Grecia, Perseo... todas ellas revistas de vanguardia literaria. Estas colaboraciones no pasan desapercibidas para sus paisanos gallegos, entre los que cuenta con buenos amigos como Vicente Risco, quien le anima a escribir en su lengua materna, el gallego.

Introducido en el grupo Nós, definido per se por su fuerte defensa de la personalidad de Galicia como pueblo y como cultura de raigambre independiente y fuertemente diferenciada, en esta época Montes publica algunas de sus obras más representativas, como Estética da muñeira y O vello mariñeiro toma o sol e outros contos (1922). Este sentimiento galleguista, sin embargo, parece no ser coherente con el pensamiento al que se vincularía el resto de su vida, y sólo se explica como esa adaptabilidad necesaria antes mencionada.

La lengua gallega se le queda pequeña para sus aspiraciones de popularidad y reconocimiento, así que se vuelca en el periodismo, un campo de amplia difusión en el que tendría más posibilidades de despuntar. Vinculado posteriormente al falangismo, en los años 20 se siente más identificado con movimientos como el socialismo, partido por el cual se llega a presentar como candidato independiente a las Cortes Constituyentes en 1931. Sus vinculaciones políticas respondían más a devolución de favores que a convicciones ideológicas, según algunos autores.

El 8 de marzo de 1932, Acción Española organiza una comida homenaje a Ramiro de Maeztu. Un Eugenio Montes todavía desconocido pronuncia un discurso que le abre las puertas de una élite de poderosos que con el paso de algunos años lo serían todavía más: personas, diferentes en matices ideológicos -unos monárquicos, otros nacionalistas- pero todos de la facción derechista y mayoritariamente conservadora.

Montes, en un principio monárquico, se identificará cada vez más con Falange, trabando amistad con Primo de Rivera. Sin residencia fija en Madrid, debido a sus constantes corresponsalías por toda Europa para el periódico El Debate, es en uno de estos viajes cuando asiste a la subida al poder de Hitler. Impresionado y sobrecogido por el espectáculo de miles de seguidores del Führer, antorchas en mano saludando a su nuevo canciller, describe al jefe nazi como un líder fascinante. Tal vez sea este ambiente político europeo en el que pueda encuadrarse a Montes con gran aproximación: nacionalismo mezclado con la nostalgia de las glorias pasadas más allá del océano, una idea que tratará de propagar en su campaña por Latinoamérica durante la Guerra Civil.

Más que como ideología política, Montes se deja encandilar por Falange con la idea de la nostalgia del imperio español de ultramar, por su grandiosidad cultural, por una idea de nación romántica. Considera en parte el progreso como una negación o eliminación del pasado glorioso de las naciones, que se adentran en una era moderna falta de identidad cultural y de grandiosidad ideológica.

Cuando estalla la Guerra Civil, Eugenio Montes ya es un reconocido colaborador del bando nacional, cercano a Primo de Rivera; de hecho se cartean en los últimos días de éste en la cárcel de Alicante. Llegará a ser vocal de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado, pero su principal función durante la Guerra vendrá como embajador cultural de la causa nacional por el mundo. Serrano Suñer afirma que se contó con él para redactar el proyecto de estatutos del Partido Unificado en el que, según fórmula de Montes, se declara a Franco solamente responsable ante Dios y la Patria.

Apreciado por la élite nacional, agasajado a base de constantes homenajes y encargos, Montes se guarda muy inteligentemente de permanecer en España demasiado tiempo; su traslado como director del Instituto Español en Lisboa le otorga la excusa necesaria para escapar, en un tiempo en que cualquier salida poco ortodoxa del ideario impuesto podía costar como poco el ostracismo público. Tras la Guerra, en 1940, se recopilan sus artículos periodísticos y ensayísticos de principios de los años 30 en la obra El viajero y su sombra. Melodía italiana, publicada en 1943, contiene principalmente comentarios sobre la actualidad europea y ensayos, escritos con la retórica característica de aquellos años. En Elegías europeas (1949) rememora a los "grandes caídos europeos", Hitler y Mussolini. Es su obra más fascista, aunque nunca alude ni hace apología de la violencia y el exterminio, tan sólo simpatiza y engrandece las grandes causas imperialistas de Alemania.

Dionisio Ridruejo le define como un hombre "escépticamente despreocupado por su propia coherencia". Comentario que describe, con sutileza pero a la perfección, el carácter de un hombre en sus inicios filomonárquico, político socialista, y que posteriormente tomó como suya la causa del general Franco. Los últimos años del Caudillo y la llegada de la democracia marcan su vida de una manera difusa, con cargos y nombramientos más honoríficos que efectivos. Muere en Madrid el 28 de octubre de 1982, el día en que el PSOE gana las elecciones. 

domingo, 16 de febrero de 2014

Andrés Saliquet (1877-1959)

Unido desde los primeros compases al movimiento de sublevación militar, realiza importantes conquistas para los nacionales al mando del Ejército del Centro, pero siempre le quedará por lograr la toma de Madrid

Al suroeste de Madrid, cerca de la base aérea de Cuatro Vientos, hay una calle, perpendicular a la avenida del general Fanjul, que lleva el nombre del general Saliquet. Esta cercanía de las calles que llevan sus nombres no deja de ser una metáfora de la reunión que ambos mantuvieron con otros generales el 10 de marzo de 1936 en Madrid, y en la que decidieron preparar al Ejército para un posible alzamiento militar.

Cuando esta sublevación se produce, el general Andrés Saliquet Zumeta queda encargado de avivar el golpe en la 7ª Región Militar, con sede en Valladolid. La noche del 18 de julio, Saliquet penetra en la Capitanía de Valladolid acompañado de un grupo de oficiales, entra en el despacho del general Molero, jefe de la división, y, tras un breve tiroteo, sale del mismo ya con el mando de la 7ª Región. Junto a los jefes militares de las otras regiones sublevadas forma parte de la Junta de Defensa Nacional, creada el 24 de julio en Burgos, en la que es nombrado vocal.

Al igual que muchos otros de los generales sublevados en julio de 1936, Andrés Saliquet había participado en las campañas de Marruecos, merecedor en las mismas de varios ascensos. No obstante, su carrera militar se remonta mucho más atrás: a Cuba y Puerto Rico, a los últimos coletazos de la colonización española. Saliquet Zumeta nace en Barcelona en 1877, perteneciente a una familia de militares, y a los 16 años ingresa en la Academia de Infantería. Su primer empleo lo desempeña en Puerto Rico, con el grado de segundo teniente, y poco después pasa a Cuba. En la isla obtiene el primero de sus ascensos por méritos de guerra. Pero la independencia de las últimas colonias españolas en América le deja sin destino, y debe pasar una breve temporada en Madrid y otra en Menorca.

Poco después, es enviado a Marruecos, donde entra en contacto con las guerras africanas. De vuelta a la Península, por su vida van sucediéndose una serie de cargos en diferentes agrupaciones militares y regimientos. Entre éstos destaca su intervención en el aplastamiento de la huelga general revolucionaria de julio de 1917 en Barcelona. Ascendido a coronel, Saliquet regresa en 1920 a Marruecos, donde forma parte del grupo de militares que logran multitud de éxitos profesionales en las campañas del norte de África. En 1923 alcanza el ascenso a general de Infantería, y durante la dictadura de Primo de Rivera es llamado para desempeñar diversos cargos, como el de gobernador civil de Santander en 1928.

Pero en 1931 se proclama la Segunda República, y sus dirigentes no dudan en apartarle casi de inmediato de la plaza y ocupación que hasta la fecha desempeñaba -gobernador, en esta ocasión militar, de Cádiz- dejándole en la situación de disponible forzoso. Cuando Azaña propone el retiro con paga íntegra para los oficiales que lo deseen, para limitar el poder militar de los adversarios de la República, Saliquet no duda en aceptarlo. Pese a estar en la reserva, el general catalán no pierde en ningún momento el contacto con el Ejército y pasa cinco años preparando el momento adecuado para dar un golpe militar.

Tras el éxito de la rebelión en Valladolid, acompañado de los logrados en Pamplona, Burgos y Zaragoza, las tropas de Saliquet se dirigen hacia la capital, en cuyas montañas son frenadas por la resistencia madrileña. El general, que mandaba la 7º División, es nombrado jefe del Cuerpo 1º de Ejército y, posteriormente, Franco le asigna el mando del Ejército del Centro, cargo que conservará hasta el final de la Guerra.

Ante el fracaso en el intento de tomar Madrid, el general Saliquet propone una operación envolvente por el norte de la Sierra, idea que, según Gabriel Cardona, es rechazada por Franco. Cuando se decide cortar las comunicaciones de Madrid por la carretera de La Coruña, Saliquet se mantiene con 28.000 hombres en la retaguardia de las tropas marroquíes de Varela. Entre noviembre del 36 y marzo del 37 se producen hasta cuatro intentos, que finalmente no consiguen doblegar a la capital. Meses más tarde, el Ejército del Centro de Saliquet volvería a combatir en las cercanías de Madrid, esta vez mandado por Varela, rechazando la ofensiva republicana en Brunete.

El principal objetivo de las fuerzas de Saliquet, la ocupación de Madrid, sólo se alcanza al final de la Guerra. A finales de marzo de 1939, su avance, ya imparable, llega de la meseta al Mediterráneo, con la toma de Alicante a cargo del CTV italiano. Tuñón de Lara relata que en la ciudad levantina, Saliquet se opone a la evacuación de la población propuesta por la Comisión Internacional y ordena que se reduzca a la ciudad "por la fuerza de las armas", con lo que los vencidos han de entregarse a los soldados del Ejército del Centro.

La presencia del general, reforzada por su imponente aspecto físico -casi dos metros de alto y una gran envergadura, rematadas por un bigote enorme- no sólo se deja sentir en el frente de batalla, sino también en el trasfondo político. Así, es uno de los generales que designa a Franco jefe del Gobierno y Generalísimo en septiembre de 1936. Es evidente que su relación con el futuro jefe del Estado es buena, aunque Hugh Thomas señala como principal motivo de la confianza de Franco en Saliquet la avanzada edad de éste último, algo que le descarta como rival político para el Caudillo. Sea como fuere, lo cierto es que, una vez acabada la Guerra, Saliquet no tiene la misma suerte que otros de sus compañeros de armas y no alcanza ningún puesto ministerial.

Pese a ello, cargos y honores no le faltan. Tras el fin del conflicto es ascendido a teniente general y se le asigna la Capitanía General de su eterna rival, Madrid. Más tarde, es nombrado presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar. Fuera del ámbito castrense, actúa como miembro del Consejo de Estado y procurador en las Cortes. En 1943, es uno de los generales que envían una carta a Franco aconsejándole que reinstaure la Monarquía.

Conociendo la importancia que en la posguerra se da a la Internacional judeomasónica, la presidencia del Tribunal para la Represión del Comunismo y la Masonería que se le concede a Saliquet no deja de ser un cargo de confianza. Por último, y coincidiendo con el undécimo aniversario de la victoria en la Guerra, en 1950 Franco le otorga el título de marqués de Saliquet. La muerte le llega en Madrid a los 82 años, cuando todavía preside el tribunal represivo.