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lunes, 15 de diciembre de 2014

Indalecio Prieto (1883-1962)

Periodista y líder del PSOE, ocupa diversos cargos en los gobiernos en los que participa, convirtiéndose en el "gran" dirigente socialista en el exilio tras su salida de la cartera de Defensa del Ejecutivo de Negrín en abril de 1938

"Sin ellos yo no hubiera salido de la apacible vida de Oviedo, no habría cambiado un ambiente tranquilo por una atmósfera tempestuosa, no habría bailado la zarabanda revolucionaria que me tocó danzar". Con estas palabras Indalecio Prieto dedica un pequeño homenaje a los miembros del Circo Ferroni, hospedados en la pensión que su madre había rehabilitado en su casa de la capital asturiana. Sin duda, como escribiría años mas tarde, es el contacto con los circenses lo que abre los ojos al mundo obrero al que fuera ministro del Aire y de Marina en los gobiernos de Largo Caballero, y de Defensa Nacional en el Ejecutivo de Negrín, hasta su exclusión del Gabinete en abril de 1938.

Indalecio Prieto Tuero nace el 30 de abril de 1883, en Oviedo. La posición de su padre, Andrés Prieto Alonso, funcionario excedente de Hacienda y empleado en el Ayuntamiento de Oviedo, permite a su familia formar parte de la pequeña burguesía instalada en la capital asturiana. El padre, 23 años mayor que la madre, Constancia Tuero Vega, fallece cuando Prieto apenas cuenta con cinco años de edad, y la familia entra de lleno en una decadencia económica. Es por ello por lo que la madre decide abrir una pensión en su casa, y realquilar las habitaciones a los viajeros que van de paso. Aun asi, el clan Prieto sigue buscando la estabilidad económica, trasladando su residencia a distintas ciudades como Palencia, Santander o Bilbao. Es en esta última ciudad donde Indalecio Prieto tiene su primer contacto con el mundo socialista, ya que les toca vivir junto al centro obrero y, según cuenta el propio Prieto, allí tiene la posibilidad de "oír los himnos vibrantes del orfeón socialista, prestar atención a las peroraciones en los mítines y escuchar los debates de las asambleas. Aquella fue mi cátedra de sociología".

Prieto ingresa en el Partido Socialista cuando aún es un niño. Ya había intentado acceder anteriormente, pero tiene que esperar un tiempo tras su paso por el calabozo por unas revueltas callejeras; que más tarde tildara de "chiquilladas". Se le deniega el ingreso por no haber cumplido los 16 años. En cuanto los cumple, en 1899, se afilia al PSOE. Su fidelidad al Partido Socialista continúa hasta su muerte, pero en el seno del partido su actitud fue permanentemente crítica. En su artículo Confesiones y rectificaciones -posterior a la Guerra Civil, ya en México- escribe: "Sigo siendo socialista por sentimiento, (aunque) no comparto, en su integridad, todas las teorías socialistas y menos aún todos los fundamentos, supuesta o realmente científicos de ellas (...) no me he arrepentido nunca de militar donde milito. El arrepentimiento, de existir, me habría empujado hacia otras filas que pudieran estar más en consonancia con mis ideas personales. Nunca encontré ni busqué esas agrupaciones".

En 1903, el socialista Tomás Meabe funda las Juventudes Socialistas en Bilbao y Prieto entra a formar parte de la Ejecutiva, además de ser vocal de la agrupación socialista local. En este tiempo, Indalecio Prieto comienza a destacar como periodista. Tras trabajar como vendedor de diarios, lapiceos y cerillas, se pone a taquigrafiar en el periódico de Bilbao La Voz de Vizcaya, y a los pocos años en El Liberal, un periódico al que estará ligado el resto de su vida, y del que llegará a ser propietario, convirtiéndose en una de las voces más relevantes del periodismo en España.

Su incipiente ceguera -tildada por muchos como la causa de su fuerte pesimismo- no le hace cesar en su prolija tarea de articulista. En uno de sus textos periodísticos, de agosto de 1941, recogido en el volumen Palabras al viento, escribe: "Yo soy, ante todo, periodista. Lo soy por vocación arraigada y por profesión verdadera. La política ha sido en mi vida un accidente -largo, desde luego, porque actué en ella 30 años-; pero data de más lejos el comienzo de mi oficio de periodista que, además, nunca dejé de ejercer durante ese periodo tan turbulento que, arrancando de 1911, al ser yo elegido diputado provincial de Vizcaya, parece extinguirse ahora". Y así fue, en 1910 se distingue en la huelga general bilbaína y un año más tarde ocupa su primer cargo público de representación al ser elegido diputado provincial.

En 1917, Indalecio Prieto es requerido por Pablo Iglesias, fundador de PSOE y UGT, para encabezar la huelga general de agosto de ese año. Tras estos acontecimientos, Prieto comienza a destacarse como un político activo, un gran orador con un fuerte carácter: "A mí me encanta el jaleo, señores diputados, y si hay deseos de alboroto, encantado de la vida", llega a decir; incluso se comenta que con varios diputados llega a las manos en alguna sesión plenaria. De lo que también es tachado durante toda su vida es de pesimista, en muchos casos, por su oposición a los miembros de su propio partido.

En abril de 1923, Prieto es procesado a causa de un discurso que da en el Ateneo de Madrid en el que según sus palabras: "Me ensañé con Alfonso XIII", pero vuelve a ser elegido diputado por Bilbao. En septiembre de ese mismo año, con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Prieto se niega en redondo a aceptarla y se opone así a una de las facciones del propio Partido Socialista -en este momento comienzan sus diferencias con Largo Caballero- y por eso, un año más tarde dimite del Comité Ejecutivo del PSOE. Para el historiador Edward Malefakis, Prieto "fue uno de los pocos socialistas que después de la caída de (Miguel) Primo de Rivera pudieron participar inmediatamente y sin reservas en la lucha por derrocar la Monarquía".

Con la dimisión de Miguel Primo de Rivera -el 28 de enero de 1930- la situación política comienza a tensarse. El 17 de agosto de 1930 se firma el Pacto de San Sebastián, donde 15 republicanos acuerdan la reinstauración de la República. El PSOE prefiere mantenerse al margen, sin embargo, Indalecio Prieto actúa por libre y firma el Pacto a título personal. El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República y Prieto es nombrado ministro de Hacienda del Gobierno provisional para ocho meses más tarde pasar a ocupar el cargo de ministro de Obras Públicas. En este tiempo consigue estabilizar la peseta, planificar numerosas obras hidráulicas, modernizar los transportes públicos... de tal modo que hasta sus propios adversarios llegan a elogiarle. José María Gil Robles dijo de él: "Con espíritu de burgués y palabra de agitador, autodidacta por esencia y argumentador habilísimo, constituía un serio contrincante, frente al que podía resultar irreparable cualquier descuido. En el campo de la izquierda no hubo figura que ni de lejos se le acercase"

Durante los gobiernos de Lerroux, Prieto participa en la radicalización del PSOE e interviene en los sucesos revolucionarios de Asturias, en octubre de 1934. Sin embargo, tras la Revolución se refugia en Francia y desde allí se arrepiente de su actuación y comienza a situarse en un lugar menos revolucionario y más moderado de su partido. "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria". Esta nueva postura, más centrista, le hace ir perdiendo poder en el partido, los desacuerdos son cada vez mayores y Largo Caballero comienza a dominar en las bases del partido y en la UGT. Prieto quiere lograr acuerdos políticos con otras fuerzas frente al aislacionismo que defiende su partido, y por todo esto, cuando vuelve del exilio francés, se encuentra enfrentado no sólo a Largo Caballero, sino también a la UGT y al grupo parlamentario socialista. Prieto cree en la viabilidad del socialismo y en que, a través de él, y sin caer en posturas radicales, se puede hacer un buen gobierno. Salvador de Madariaga escribirá de él en su libro España: "Era partidario de una política evolutiva, en cordial colaboración con los republicanos sinceramente deseosos del progreso de España". Para muchos historiadores, el enfrentamiento entre príetistas y caballeristas impidió la cohesión dentro del partido y fue una de las causas del fin de la República.

Tras las elecciones de febrero de 1936 y el triunfo del Frente Popular, vuelve a ser elegido diputado. Se dice que junto a Manuel Azaña forma parte de la maquinaria que produjo la destitución del presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. Ambos presentan una proposición a las Cortes, que finalmente se aprueba, alegando que el presidente ha infringido la Constitución porque ha disuelto el Parlamento tres veces y la ley sólo le autoriza a hacerlo en dos ocasiones. Alcalá Zamora se niega a abandonar su puesto y el clima político español cada vez se encuentra más enrarecido. Se empieza a hablar de la posibilidad de un golpe militar e incluso se barajan nombres.

Famoso es el mitin de Indalecio Prieto el 1 de mayo de 1936, en Cuenca, en el que ya vaticina el levantamiento militar: "No podemos negar (...) que entre los elementos militares existen fermentos de subversión deseosos de alzarse contra el régimen republicano (...), el general Franco, por su juventud, por sus dotes, por la de sus amistades en el Ejército, es hombre que, en momento dado, puede acaudillar con el máximo de posibilidades un movimiento de este género". El 17 de julio de 1936, Indalecio Prieto habla en la radio haciendo una llamada a la concordia, al entendimiento entre todos los españoles y habla de una Guerra duradera, costosa y sangrienta.

Durante el conflicto, Prieto ocupa la cartera del Aire y Marina en los gobiernos que preside Largo Caballero y, en mayo de 1937, es nombrado ministro de Defensa Nacional por Negrín; pero en ambas ocasiones se queja de lo limitado que se encuentra en sus puestos. A pesar de ello, Prieto está muy bien reconocido en el mundo democrático, como argumenta el historiador Gabriel Jackson: "El presidente Roosevelt, por sus simpatías personales y por su política interna, se inclinaba más por Giral, Azaña y Prieto que por los generales insurgentes". Finalmente, su ideología -contraria a la de la mayor parte de su partido- es el motivo que provoca su salida del Ministerio de Defensa: "Por negarme a obedecer mandatos de Moscú, me expulsó Juan Negrín el 5 de abril de 1938 del Gobierno que él presidía y en el cual desempeñaba yo el Ministerio de Defensa Nacional", argumenta años después.

A finales de 1938, Indalecio Prieto viaja a Chile para presenciar la toma de posesión de Pedro Aguirre Cerda como presidente de la República chilena. Es el inicio de su exilio. Prieto se queda en Argentina y Uruguay haciendo propaganda, y termina marchando a México. Allí se encuentra cuando se produce el derrumbamiento final de la República. Se queda allí, porque desde España le piden que gestione la entrada de los expatriados. Es en este momento cuando se produce un capítulo controvertido en la vida de Prieto. Según cuentan algunos autores, el político se beneficia del botín que se almacenaba en el yate Vita, que llegó al puerto de Veracruz. Prieto escribe -sin embargo- que no sabía nada del cargamento del yate, y, a juzgar por su modesto modo de vida en México, es bastante creíble. Durante sus años en el país azteca, colabora con la revista Siempre, la publicación Mañanana y el diario Excelsior.

En el exilio, desde el fin de la Guerra Civil, Prieto se convierte en el gran dirigente socialista a pesar de sus enfrentamientos con Negrín y con otros dirigentes del partido. Según explica Manuel Tuñón de Lara, "la posterior ausencia de entendimiento entre Indalecio Prieto y Juan Negrín, dos grandes emotivos, fue la desgracia no sólo para la democracia, sino para España entera". 

Y es que Prieto siempre se ha declarado profundamente español: "Siento a Esoaña dentro de mi corazón y la llevo hasta el tuétano mismo de mis huesos. Todas mis luchas, todos mis entusiasmos, todas mis energías, derrochadas con prodigalidad que quebrantó mi salud, los he consagrado a España", dice. Los que le conocieron no dudan en afirmar que, a pesar de su constante pesimismo ante la idea en general y ante el futuro de España en particular, fue uno de los mayores pensadores, políticos y periodistas de la Historia reciente de España. Así lo expresa el escritor Emilio Alarcos Llorach en el prólogo del libro de Jesús García Pérez-Bances, Indalecio Prieto. Antología. Comentarios. Ideario. Aspectos. Vida, de 1983: "Nadie sabe a ciencia cierta lo que Prieto representó en la Historia española de este siglo. A lo sumo, algunos tienen una vaga idea de su papel relevante en la Revolución asturiana del 34 o se acuerdan de la jocosa designación como el tubo de la risa de su proyecto de los enlaces ferroviarios madrileños (...). Prieto no puede reducirse a ese par de datos. Su sincera y consecuente carrera política, su honradez en la administración del bien común, su equilibrio ente teoría utópica y práctica concreta, la solidez de su personalidad humana conseguida a golpes de esfuerzo, tesón e inteligencia, su penetrante acuidad al juzgar el presente y el futuro de la patria y arbitrar posibles soluciones, no pueden condenarse fácilmente en un esquema claro que valga como ejemplo todavía útil de lo que hay que hacer en nuestro país».

Indalecio Prieto muere en México el 12 de febrero de 1962. Acababa de asistir a una corrida de toros y de escribir el que sería su último artículo periodístico cuando se sintió indispuesto. Cuentan que se despidió del médico que fue a verle y éste le dijo: "No me voy aún", a lo que Prieto respondió: "Lo sé, el que se va soy yo".

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