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martes, 30 de octubre de 2012

Antonio Tovar (1911-1985)


Falangista de primer orden y lingüista reconocido internacionalmente, asume la dirección de RNE y acompaña a Franco, como intérprete, a la entrevista que éste mantiene en Hendaya con Adolf Hitler

Las carismáticas voces de Jacinto Miquelarena, el Tebib Arrumi -Víctor Ruiz Albéniz, abuelo del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y destacado periodista del bando nacional- y el general Queipo de Llano comienzan a salir al aire desde Salamanca el 19 de enero de 1937. Allí Franco ha creado la primera emisora de Radio Nacional de España. De su dirección se encargará, un año después, una de las jóvenes promesas intelectuales de Falange, Antonio Tovar Llórente.

Con apenas 27 años, Tovar ocupa en la recién inaugurada RNE el primero de los muchos puestos de responsabilidad que desempeñará al servicio de Falange y de Franco. Junto con Pedro Laín Entralgo y Dionisio Ridruejo forma la tríada de la élite intelectual falangista.

Ridruejo articula las voluntades de este grupo de jóvenes entusiastas que nacen al mundo intelectual con la República. Él y Tovar son amigos desde su juventud, compartida en el colegio de los Agustinos de El Escorial, donde ambos estudian Derecho.

Nacido en Valladolid, el 17 de mayo de 1911, la vida del joven Tovar, antes de que la política se cruce en su camino, se caracteriza por la brillantez de su trayectoria académica. Tras estudiar bachillerato entre Albacete y Murcia, termina Derecho en 1930 y al año siguiente se licencia en Historia en Valladolid. Durante la República estudia Filología clásica en la Universidad Central, y gracias a una beca de la Junta de Ampliación de estudios completa su formación en París y Berlín.

Precisamente es en Alemania donde le sorprende el alzamiento militar de julio del 36. Regresa a España, y pronto entra a formar parte del aparato de Falange -ya denominada FE de las JONS-, como responsable de los servicios de Prensa y Propaganda de Burgos. En febrero de 1938 asume la dirección de RNE, dependiente de Serrano Suñer, ministro de Interior del primer Gobierno de Franco. Falange controla así uno de los aspectos clave del nuevo Estado hasta que el coronel Valentín Galarza, nuevo responsable de Gobernación en 1941, los apee de su puesto.

Pero mientras dura la Segunda Guerra Mundial, la cultura falangista seguirá siendo la predominante. En noviembre ce 1940 se publica el primer número de Escorial, revista cultural clave que tendrá a Ridruejo como director y a Laín Entralgo como subdirector y alma mater. Antonio Tovar formará parte activa de esta publicación, en cuyas páginas coincidirá tanto con autores consagrados adheridos al bando nacional con aquellos no beligerantes que decidieron permanecer en España tras la Guerra, y con los jóvenes falangistas que volcarán en Escorial sus ideas totalitarias, impregnadas de un agudo catolicismo y del fascismo de ambos lados del eje Roma-Berlín.

Unos días antes de que Escorial salga a la calle, Tovar participa en uno de los acontecimientos más reseñados de la Historia del franquismo: acompaña a Franco -en calidad de intérprete- a la entrevista con Hitler en Hendaya -23 de octubre de 1940-. Antonio Tovar admira al Führer, y seguirá haciéndolo durante algún tiempo: todavía a comienzos de los años 50 juzgará con indulgencia el régimen genocida de la Alemania nazi.

Precisamente la derrota del Eje propiciará el final de la hegemonía ideológica falangista. El Régimen juzga oportuno esconder el carácter abiertamente fascista de Falange para sobrevivir en el nuevo orden internacional. Los sectores integrístas católicos liderados por el Opus Dei y la Asociación de Propagandistas, cuyas ideas no se encontraban en las coordenadas del fascismo europeo, aprovechan la ocasión para imponer su presencia.

Aunque como consejero nacional del partido único sigue disfrutando de una posición privilegiada en el nuevo Estado, Tovar decide suavizar su perfil político y potenciar su carrera académica. Doctorado en Filología Clásica en Madrid (1941), al año siguiente ocupa la cátedra de Latín en Salamanca. Tras una estancia en Buenos Aires como profesor de griego (1948), tres años más tarde es nombrado rector de la Universidad de Salamanca -cargo que ocupará hasta 1956- por el nuevo ministro de Educación, Joaquín Ruiz Giménez.

Y es que en 1951 comienza una segunda oportunidad para los intelectuales adscritos a Falange. En su lucha con los sectores integristas por la hegemonía del mundo cultural de posguerra, tienen ocasión de rozar el poder por última vez antes de que sus adversarios se hagan definitivamente con las instituciones académicas en 1956.

Durante esos cinco años, los intelectuales orgánicos de Falange hacen y dicen casi lo que quieren. En febrero de 1953, y ante los sectores más ortodoxos de Falange, Tovar pronuncia una conferencia que será recordada durante bastante tiempo. Lo que a Falange debe el Estado -sutileza sintáctica para evitar suspicacias- es retransmitida en directo a todo el país, y en ella Tovar hace una enérgica defensa de la preeminencia de Falange y de su espíritu en la configuración de la nueva España salida de la Guerra. Además, concreta la deuda del Estado a Falange en tres aspectos: el control de la prensa y la propaganda; el, a su juicio, virtuoso carácter autárquico de la economía nacional, y, sobre todo, la "prudencia, generosidad e inteligencia" de sus valores intelectuales. Unos valores que les convertían en integradores, frente a sus adversarios "integristas y excluyentes", según Tovar. Así lo demuestra su empeño por asimilar al acervo cultural de la nueva España de los vencedores lo que de aprovechable tenía la cultura de la vieja y de los vencidos; de ahí reivindicar a Machado o a los integrantes del 98, convertidos en Generación -académicamente hablando- por obra de Pedro Laín Entralgo. Esta retórica de la reconciliación les servirá años después a los mismos que en Escorial se autodenominaban "fascistas españoles", para definirse como los "liberales" del Régimen.

En mayo de 1954, Tovar preside el nombramiento de Franco como doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca, con ocasión del séptimo centenario de la institución. Es quizá el momento de mayor ascendiente de Tovar en la cultura oficial del franquismo.

En 1956, la enérgica generación de Escorial es desalojada definitivamente del poder. Tovar opta por volcarse de nuevo en su carrera académica, consagrado ya como eminencia internacional en el estudio de las lenguas. Más allá de su vocación por las Clásicas -en 1964 se traslada a la cátedra de Latín en Madrid-, se dedica intensamente al estudio del vasco y otras lenguas antiguas de la península Ibérica y de América del Sur. También imparte clases en las universidades de Tucumán, Illinois y Tubinga. Investido doctor honorís causa por las universidades de Münich, Buenos Aires y Dublín, ocupa el sillón J de la Academia de la Lengua desde 1968 hasta 1985, año de su muerte. 

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