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miércoles, 30 de enero de 2013

Cardenal Isidro Gomá (1869-1940)

Máximo dirigente de la Iglesia española desde su nombramiento como obispo de Toledo en abril de 1933, ofrece todo el apoyo de los católicos al bando sublevado pero se opone a un Estado totalitario al modo fascista


"He amado a Jesucristo y a la Iglesia y nada de lo que se refiere a su grandeza me ha sido indiferente". Con estas palabras, pronunciadas en su lecho de muerte, resume el cardenal Isidro Gomá y Tomás su propia vida. Tras haber sido, como primado de la Iglesia española, el máximo responsable del apoyo católico a los sublevados, el arzobispo de Toledo es consciente de haber cometido algunos errores, pero se despide de este mundo convencido de haber actuado de acuerdo a sus convicciones.

El golpe de Estado y la Guerra Civil le obligan a ejercer su responsabilidad sobre la Iglesia de España en las más trágicas circunstancias, y su reacción es la de alinearse con los alzados. Esta decisión la toma motivado tanto por su recelo a los republicanos, a quienes considera "títeres de Moscú", como por su confianza en el general Franco, en quien ve a un católico ejemplar.

Isidro Gomá había nacido en La Riba, (Tarragona), el 19 de agosto de 1869 y no se sabe muy bien por qué, aunque quizá fuera una premonición, su madre le llamaba cariñosamente "mi cardenal". Su padre, propietario de una fábrica de papel, tenía varios obreros a su cargo y todos se sentaban a comer a diario junto a su numerosa familia, que contaba con nueve hijos.

De hecho, la familiaridad con que conviven los dueños de la empresa y sus empleados provoca algunas refriegas infantiles y el joven Gomá pega en una ocasión al hijo de uno de los obreros, de su misma edad. "Al saberlo su padre, le reconvino de la manera más severa, llegando incluso a darle una bofetada como máximo castigo para lo que considera una gravísima falta. El futuro cardenal recordaría toda su vida esta lección", relata el biógrafo de Gomá, Anastasio Granados.

Llamado por su vocación eclesiástica y su afición al estudio, ingresa en el seminario de Montblach y después en el de Tarragona. Allí destaca por sus excelentes calificaciones y su fama de austero, serio y metódico. El 8 de junio de 1895 es ordenado sacerdote, y celebra su primera misa en su pueblo, La Riba. En la Universidad de Tarragona obtiene los doctorados en Filosofía y en Derecho Canónico, y en la Universidad de Valencia, el de Teología.

Su carrera en la Iglesia comienza con el puesto de coadjutor en la Parroquia del Carmen en Valls, y el 30 de noviembre de 1897 comienza su labor como profesor en el seminario Pontificio de Tarragona, el mismo donde había cursado sus estudios. Dos años después, se convierte en rector de la institución, cargo en el que se mantendría hasta 1908.

Uno de sus alumnos, Josep María Llorens, de muy distintas tendencias políticas y filosóficas, reconocería después a Gomá como el mejor profesor del centro. Allí, gracias a su amplia formación, el futuro primado imparte durante 25 años muy distintas materias: Humanidades, Ciencias Físicas y Naturales, Elocuencia y Sagrada Escritura. Además, dirige el seminario de los Operarios Diocesanos, gana por oposición una plaza de canónigo y actúa como provisor (juez diocesano) y juez metropolitano en la Curia episcopal. En el terreno académico, se convierte en decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia tarraconense y toma parte en numerosos congresos de Teología.

El 20 de junio de 1927, Pío XI le nombra obispo de Tarazona. Durante los seis años siguientes, gobierna esta diócesis y también la de Tudela, ésta como administrador apostólico. Al llegar la República, reivindica los derechos de la Iglesia en multitud de escritos pastorales, de los que publica más de 80 entre 1931 y 1933.

Llega a la sede de Toledo el 12 de abril de 1933, después de que el cardenal Pedro Segura fuera expulsado del país por defender la Monarquía. El nuevo primado no alaba en público la figura de Alfonso XIII, como hizo su antecesor, pero mantiene en realidad una línea muy similar, y que el historiador Hilari Raguer define como "integrista". "Segura y Gomá eran integristas, pero no en el sentido impreciso y vago que a menudo se da a esta expresión de mentalidad conservadora o tradicional, sino en su acepción técnica de partidarios de un Estado confesional que impusiera por la fuerza a todos sus súbditos la profesión y la práctica de la religión católica y prohibiera cualquier otra".

Gomá piensa que "España es toda católica, pero lo es poco", por lo que "considera que está pendiente una labor de recristianización del pueblo". Esta idea choca de frente con la legislación que lleva a cabo la República. Recién llegado a la sede primada, se encuentra con el problema de la Ley de confesiones y congregaciones religiosas, que en la práctica supone la expulsión de la orden de los jesuítas. La Iglesia española reacciona con un texto colectivo de los arzobispos y el Vaticano con la encíclica papal Dilectísima nobis.

Pero Gomá también redacta su propia pastoral, en la que denuncia el totalitarismo de los poderes públicos. Sobre esta condena volvería en distintas ocasiones, durante la República y la Guerra Civil, y tanto en referencia al Gobierno republicano como a los elementos falangistas, fascistas y germanófilos que rodean al general Franco.

"Los tentáculos del poder estatal han llegado a todas partes y han podido penetrarlo todo, obedeciendo rápidamente al pensamiento único (...). La Iglesia se ha visto aprisionada en una red de disposiciones legales, pérfidamente afinadas en la sombra por los proyectistas, sacadas a la luz luego por el peso de una mayoría hostil y ejecutadas con frecuencia -testigos cien veces de ello- según el criterio cerril o cicatero de las autoridades lugareñas", protesta el cardenal en su texto, titulado Horas graves.

Desde la diócesis toledana tiene ocasión de publicar multitud de libros y cartas pastorales, y el 19 de diciembre de 1935 el Papa le designa cardenal. En estos años que preceden a la Guerra, también destaca por su encendida defensa de la hispanidad, en particular por un famoso discurso que pronuncia en Buenos Aires el 12 de octubre de 1934. Se celebra el Día de la Raza, en Asturias aún no han sido sofocados los desórdenes revolucionarios y, en el palco del Teatro Colón, escucha al arzobispo el cardenal Eugenio Pacelli, quien dos años después se convertiría en el principal gestor de las relaciones entre el Vaticano y la Iglesia española durante la contienda.

El primado arranca su alocución definiendo su concepto de raza, inspirándose en las ideas del escritor y periodista Ramiro de Maeztu. A esta tesis contrapone la mantenida por Adolf Hitler y el nuevo racismo alemán, cuyo influjo comienza a extenderse por Europa. La raza, para Gomá, no es un privilegio genético, sino una aspiración moral. Contra la división entre amos y esclavos que propugna el nazismo, el arzobispo de Toledo defiende la universalidad de los valores, promovida tradicionalmente por la Iglesia de Roma y, en su opinión, ejemplificada por la conquista española de las Américas y la conversión de sus habitantes al catolicismo.

"La raza, dice Maeztu, no se define ni por el color de la piel ni por la estatura ni por los caracteres anatómicos del cuerpo. Ni se contiene en unos límites geográficos o en un nivel determinado sobre el mar. La raza no es la nación, que expresa una comunidad regida por una forma de gobierno y por unas leyes; ni es la patria, que dice una especie de paternidad, de sangre, de lugar, de instituciones, de Historia", señala. "La raza, la hispanidad, es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y patria".

Gomá defiende la labor evangelizadora de España, nación que "crea América" donde sólo había "antropofagia, sodomía y sacrificios humanos". También justifica los excesos de los conquistadores: "¡Que los españoles fueron crueles! Muchos lo fueron, sin duda; pero ved que la dureza del soldado, lejos de su patria y ante ingentes masas de indígenas, había de suplir el número y las armas de que carecía. Y ved que la primera sangre derramada sobre aquella tierra virgen es la de los 39 españoles de la Santa María, primeros colonos de América, sacrificados por los indios de la Española".

Para el arzobispo de Toledo, el español es en esencia católico, por lo que su deseo es extender esta religión antes que dominar a los pueblos conquistados. Así, y en la medida en que la obra de España es también "obra del catolicismo", la hispanización de América obliga a las naciones de ambas orillas del Atlántico a mantener la unidad espiritual de la religión cristiana. "Esto será hacer hispanidad, porque cuando acá reviva el catolicismo, volverán a cuajar a su derredor todas las virtudes de la raza", concluye.

Durante muchos años continúa con su extensa labor pastoral, redactando decenas de escritos tanto desde la diócesis de Toledo como desde la de Tarazona, de la que se continúa encargando hasta agosto de 1935. Precisamente, es en esta localidad donde le sorprende el golpe de Estado de julio de 1936. En noviembre de ese mismo año, publica su visión sobre la Guerra Civil en la pastoral El caso de España, donde denuncia la persecución que están sufriendo los religiosos en las zonas controladas por la República: "Jamás se ha visto en la Historia de ningún pueblo el cúmulo de horrores que ha presenciado España en estos cuatro meses. Millares de sacerdotes y religiosos han sucumbido, entre ellos 10 obispos, a veces en medio de vergüenzas y tormentos inauditos".

Además, mantiene que el bando sublevado no pretende someter a los obreros, ya que, en su opinión, la Guerra no puede entenderse en ningún caso como una lucha de clases, sino como un enfrentamiento entre España y "la anti-España". En este sentido, es el catolicismo, y no ningún movimiento revolucionario, el que puede garantizar el bienestar de los más necesitados: "Por lo que toca a la Iglesia, y como representantes que somos de ella, aseguramos nuestro concurso, en el orden doctrinal y en la vida social, a toda empresa que tenga por fin la dignificación de la clase obrera y el establecimiento de un reinado de equidad y justicia que ate a todos los españoles con los vínculos de una fraternidad que no se hallarán fuera de ella".

A partir de diciembre de 1936, y durante 11 meses, se convierte en el primer representante diplomático del Gobierno de Franco ante la Santa Sede. El principal problema al que se enfrenta es la delicada cuestión de los fusilamientos de sacerdotes vascos por parte de tropas nacionales. Asegura lamentar "más que nadie" estas ejecuciones, aunque se enfrenta al católico lehendakari Aguirre y al obispo de Vitoria, Mateo Múgica, por poner el acento en "la aberración" que, según el primado español, cometieron estos religiosos al aliarse con el Frente Popular.

A lo largo de toda la Guerra intenta mantener el influjo de la Iglesia en el bando nacional, en contra de los intereses de los falangistas. Se opone a todos los intentos de disolver Acción Católica en un sindicato obrero y aboga por la creación de un Estado cristiano, alejado tanto del comunismo y de las democracias laicas como de las doctrinas fascistas y nazis. También se enfrenta a los separatismos catalán y vasco. En particular, acusa al sacerdote nacionalista Alberto Onaindía de alentar la Guerra en el País Vasco y se enfrenta al cardenal de Tarragona, Francesc d'Assís Vidal y Barraquer, quien se niega a firmar la carta colectiva de los obispos en defensa del general Franco.

Esta pastoral, redactada por el propio Gomá, adquiere una enorme influencia ideológica y propagandística dentro y fuera de las fronteras españolas. Una vez que la Guerra está ya decantada a favor de Franco, el cardenal se daría cuenta de que los nacionales ya habían obtenido de él todo el apoyo que necesitaban, por lo que a la Iglesia poco le quedaba por ofrecer en la lucha que mantienen los distintos sectores del Gobierno de Burgos para definir la estructura del nuevo Estado.

Por ello, en todos sus escritos siguientes, insiste en sus críticas al "estatalismo" y defiende a la Iglesia de Roma como única garantía para que los ciudadanos mantengan su individualidad, frente al impulso unificador de las organizaciones falangistas. De hecho, en octubre de 1939 el Gobierno de Burgos prohibe su pastoral Lecciones de la guerra y tareas de la paz.

Sin embargo, Gomá oficia la ceremonia de tintes medievales en la que, concluida la Guerra, Franco realiza la ofrenda de la Espada de la Victoria ante el Cristo de Lepanto, en un acto ideado por Serrano Suñer y llevado a cabo el 20 de mayo de 1939 en el templo madrileño de Santa Bárbara. A partir de ese momento, sus esfuerzos se centran de nuevo en la recomposición de Acción Católica y la consecución para la Iglesia de un papel destacado en el Estado emergente.

Pero su salud comienza a debilitarse con rapidez. En 1940 es nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Poco después, el 22 de agosto, muere en Toledo víctima de un cáncer renal. Su cadáver es inhumado en la catedral de la ciudad, y se le conceden honores de capitán general. Hombre de gran estatura y carácter sereno, sus discípulos le recuerdan como una persona tranquila pero también capaz de enfurecerse si la ocasión lo requería. Así le describe, en el año de su muerte, el escritor italiano Guido Manacorda: "Parece verdaderamente sintetizar y simbolizar, en su propia figura, la esencia de nuestro catolicismo que, en su historia milenaria, ha sabido unir siempre la robustez de la encina con la suavidad del olivo".

3 comentarios:

  1. José Luis Rojas Lanzarote15 de septiembre de 2014, 19:01

    Esta Iglesia, es la que torpedeó a la IIª REPÚBLICA, y es la que se alíó con las fuerzas fascistas y nazis, desde el primer momento del alzamiento, de la "cruzada nacional". El apoyo que la iglesia católica dió a Franco, el dictador es innegable y el que la Curia del País Vasco, no estuviera con el régimen le dividía, en su pastora. Yo no quiero a un hombre como este, que hizo que Franco, el dictador, entrara bajo pálio en las catedráles y que en sus funeráles fuera tratado como capitán general del ejercito sublevado.

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  2. ¿Cual es la diferencia entre éste y Younes Abouyaaqoub imam de Ripoll?

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    Respuestas
    1. Pregunta retòrica de alguien que ni da la cara.
      Retorica e insidiosa.

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