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sábado, 2 de marzo de 2013

Diego Martínez Barrio (1883-1962)

Varias veces ministro y jefe interino del Gobierno republicano, este político sevillano sale de España como presidente de las Cortes para convertirse en poco tiempo en cabeza de la República en el exilio

Cuando abandona España, el 5 de febrero de 1939, con Manuel Azaña y Juan Negrín, el coche de Diego Martínez Barrio, futuro presidente de la República en el exilio, se avería y bloquea la carretera fronteriza pirenaica del derrumbadero de La Vajol, de tal manera que, pese a los intentos de Negrín de empujar el vehículo para desbloquear la vía, Giral, Azaña, el propio presidente del Gobierno y Martínez Barrio tienen que salir de la Península a pie. "¡Allí vería usted al presidente del Consejo empujar con todas sus fuerzas el coche de don Diego para sacarlos del atolladero!", recuerda Azaña en sus Memorias de Guerra. "Hicimos el resto a pie. Ya en lo alto apenas clareaba, los bultos de los carabineros, cuadrados con mucho respeto, nos vieron pasar. El descenso, por una barranca cubierta de hielo, fue difícil. Martínez Barrio se cayó".

Para Diego Martínez Barrio, sevillano y masón, la Guerra Civil había comenzado sustituyendo al dimitido presidente de Gobierno, Santiago Casares Quiroga, que abandonaba su cargo -"si ellos se han levantado, yo me voy a acostar"-el 19 de julio de 1936.

Asegura el historiador Hugh Thomas que cuando Manuel Azaña, presidente de la República, le llama para formar Gobierno, las masas madrileñas saludan su nombramiento con gritos de traición por su pasado radical.

En todo caso, Martínez Barrio intentará formar un gobierno de concentración con participación de todos los partidos republicanos que anulase la intentona golpista de los generales. Para ello se propuso pactar inmediatamente tanto con Miguel Maura como con Francisco Largo Caballero, e incluso con los sublevados. Parece que, en una mañana frenética de llamadas telefónicas, llega a ofrecer al general Emilio Mola un puesto en el Gobierno como ministro de la Guerra. Mola le responde desde Pamplona que los carlistas que ocupan la ciudad esperan sólo el combate: "Ninguno de nosotros puede controlar a sus masas", dirá. Una respuesta similar recibirá del general Cabanellas. Por entonces, otro general, Gonzalo Queipo de Llano, publica en las páginas del diario La Unión de Sevilla que su conciudadano Martínez Barrio era "hijo natural, ladrón y marica".

Tras su fracaso en Madrid para lograr la formación de un gobierno de concentración nacional, el político sevillano renuncia al encargo de Azaña sólo un día después y es sustituido por José Giral. Aparentemente sin conocimiento de nadie, se traslada a Valencia, donde organiza la Junta delegada de Levante, que controlará las provincias de Castellón, Valencia, Alicante, Cuenca, Albacete y Murcia, y que presidirá él mismo. En realidad, su mandato comienza con la deposición de las armas por los rebeldes, en medio de asaltos de turbas incontroladas a diversos cuarteles valencianos donde se cometerán matanzas y excesos de todo tipo.

Diego Martínez Barrio había nacido en Sevilla en 1883 en el seno de una familia de clase baja. Trabaja desde los diez años en una panadería y más tarde como aprendiz de tipógrafo y como ayudante de un procurador. Interesado en el periodismo, llegará a ser dueño de su propia imprenta, y editará, con poco éxito -cerró a las pocas semanas de existencia-, el semanario republicano El Pueblo. Años después, concretamente en 1934, se embarcará en nuevas aventuras periodísticas, también poco afortunadas, como el semanario Renacer o la revista Democracia en Huelva. Había ingresado en una logia masónica en 1908, y llegaría a ser presidente de honor de la Liga de Derechos del Hombre y vicepresidente de la Junta Nacional Reorganizadora.

Con apenas 20 años se había afiliado al grupo liderado por otro andaluz, el cordobés Alejandro Lerroux, dentro del Partido de Unión Republicana. Cuando Lerroux abandona la coalición para fundar su Partido Radical, Martínez Barrio forma su sección sevillana, por la que fue concejal entre 1910 y 1913 y entre 1920 y 1923.

Representante de los republicanos andaluces en el Comité revolucionario reunido en San Sebastián en 1930, que daría origen al Pacto de San Sebastián contra la monarquía alfonsina y en favor de la República, Martínez Barrio colabora en los preparativos de la sublevación de Jaca, por lo que tendrá que exiliarse.

Por eso vive con emoción la proclamación en Madrid, el 14 de abril de 1931, de la Segunda República. Asegura que a su paso por la plaza de Neptuno "se le saltaban las lágrimas" ante la manifestación de júbilo popular de aquel día.

Durante la andadura del nuevo régimen ocupará diversas carteras ministeriales: será nombrado ministro de Comunicaciones en el Gobierno provisional, y en 1933 ministro de Gobernación en el primer Ejecutivo de concentración presidido por Alejandro Lerroux. Antes había criticado duramente al Gobierno por la represión anarquista de Casas Viejas, cuando acusa al Gabinete y a su predecesor en Gobernación, Santiago Casares Quiroga, de crear un régimen de "sangre, barro y lágrimas". Ocupa interinamente la Presidencia del Ejecutivo entre octubre y diciembre de 1933, durante el proceso electoral que tiene lugar el 19 de noviembre. El resultado de las urnas, con el triunfo de las derechas, no satisfizo al político radical andaluz, a pesar de que el entonces presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, encargue de nuevo a su correligionario Lerroux la formación de Gobierno. En dicho Gabinete ocupa la cartera de Guerra entre enero y marzo de 1934.

Martínez Barrio, que no tolera la alianza en las Cortes de Lerroux con los católicos y conservadores de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), decide dimitir el 1 de marzo, pese a las presiones de Alcalá Zamora, que le asegura que los radicales son "la base de la República". Alcalá Zamora, por cierto, aprecia "la inteligencia natural y la intuición" del líder sevillano, si bien reconoce al mismo tiempo "sus deficiencias de estudio, preparación y experiencia". Su jefe de filas, Alejandro Lerroux, reprochará al sevillano "ser escurridizo y frío, además de no mirar nunca de frente".

Apenas dos meses después de este episodio, el 16 de mayo, Diego Martínez Barrio opta por escindirse del Partido Radical de Lerroux -al que considera demasiado moderado y contemporizador- para formar, junto a otros 13 antiguos diputados lerrouxistas, su propio partido, del que será líder, llamado primero Partido Radical-Demócrata y, poco después, tras la incorporación de los militantes del disuelto Partido Radical Socialista, partido de Unión Republicana.

En otoño de 1935, la crisis gubernamental y el escándalo económico del estraperlo, que llevó al entonces presidente de Gobierno Chapaprieta a prescindir de Lerroux, propiciaron la formación de un Gobierno presidido por Pórtela Valladares, sin representantes de la CEDA. La base parlamentaria del nuevo Gobierno la componen entonces los Agrarios de Martínez de Velasco y el Partido Liberal demócrata de Melquíades Álvarez.

Ya por entonces Diego Martínez Barrio augura, el 8 de enero de 1936, que "la violencia de las derechas nos pondrá en trance de guerra civil. Sólo la República puede ser la paz. Lo demás, el salto a las tinieblas". Poco después, formaba para concurrir a las elecciones de febrero de 1936 una coalición con la Izquierda Republicana de Azaña, que suscriben además la Unión General de Trabajadores, el partido Sindicalista, la Federación Nacional de Juventudes Socialistas, el Partido Comunista y el Partido Obrero de Unificación Marxista -no así el Partido Nacional Republicano de Sánchez Román-. Se constituía el Frente Popular, que, con sus 263 escaños -Unión republicana conseguía 37 de éstos- alcanza la victoria electoral el 16 de febrero de 1936.

El 18 de febrero, sin haberse apenas completado el escrutinio de votos, el Ejecutivo de Pórtela Valladares se declara en crisis y Alcalá Zamora encarga a Azaña la formación de Gobierno. Aunque éste había pensado en Martínez Barrio para ministro de la Guerra, el sevillano será elegido presidente de las Cortes.

Ejercerá también interinamente la Presidencia de la República del 7 de abril al 13 de mayo de 1936, tras la caída de Niceto Alcalá Zamora, antes de ser sustituido por Manuel Azaña. En su escrito Páginas para la historia del Frente Popular, el sevillano recoge, entre los recuerdos de este periodo, la adhesión del Ejército: "Los primeros en reiterar su adhesión y la de las fuerzas que mandaban fueron los generales Goded, Franco, Cabanellas, Villabrille, Molero, Sánchez Ocaña y el coronel de la comandancia de Asturias, Aranda. Tampoco anduvo perezoso el inspector del Cuerpo de Carabineros y consuegro del presidente destituido, general Queipo de Llano, quien, no creyendo suficiente la adhesión escrita, me pidió audiencia y se presentó en Palacio el día que le citaron. Entre la miel de sus palabras y la policromía de sus cruces, cintas y otras preseas, cualquiera menos descontentadizo que yo se hubiera emocionado".

Martínez Barrio permanecerá como presidente de las Cortes durante prácticamente toda la Guerra. Como tal ejerce en Valencia desde el traslado del Gobierno a la ciudad levantina en noviembre de 1936. Más adelante, en un viaje a Barcelona, un accidente automovilístico está a punto de costarle la vida.

Durante el conflicto, la relación con Manuel Azaña -a quien acabaría sustituyendo- será escasa y tirante. Anota éste último en su diario que entre noviembre de 1937 y enero de 1939 se ven seis veces y dos de ellas en actos oficiales, y que Diego Martínez Barrio tuvo sin duda que ver en sus diferencias con Alcalá Zamora. Azaña parecía reprocharle su distanciamiento del curso de la Guerra. Continúa: "Desde el 18 de julio en que desapareció de Madrid sin decir adiós, no volvió a la capital hasta mucho después, y solamente por brevísimas horas, las indispensables para reunir a la Diputación permanente y cumplir la fórmula de promulgar el estado de alarma. Se conoce que el espanto de verse obligado a ocupar mi sitio le hacía ver visiones".

Con todo, las relaciones vuelven a estrecharse en 1939, si bien habrá diferencias de opinión con el presidente de la República, más proclive que el político sevillano a firmar la paz. Martínez Barrio -según reitera Azaña en sus memorias-aseguraba, no obstante, que "es muy fácil hacer el numantino en los periódicos o en los mítines. Pero a última hora los numantinos se van". Insiste además en no dejar abandonados a la venganza del vencedor a quienes en la zona central todavía defienden a la República. Asimismo, consideraba que una derrota, en todo caso, sería sólo un retroceso temporal y que la lucha por las clases trabajadoras habría de continuar.

Tras su retirada, Martínez Barrio será uno de los 62 miembros de las Cortes que el 1 de febrero de 1939 se reúnan en una de las mazmorras del castillo de San Fernando de Figueras para pactar las condiciones bajo las que debe negociarse la paz, a saber: independencia

Diego Martínez Barrio preside una de las sesiones de las Cortes republicanas celebradas en Valencia durante la Guerra Civil. para España, garantías de que el pueblo tendrá derecho a elegir a sus gobernantes y amnistía.

Ya en el exilio, el 28 de febrero del mismo año, asume las funciones de Manuel Azaña durante una reunión en el Restaurante de Lapérouse, en la Quai des Grands-Augustins de París.

Miembro del Comité permanente de las Cortes en París, será presidente de la República en el exilio hasta su muerte en 1962. En la ciudad francesa, le sustituirá Jiménez de Asúa -asimismo presidente hasta su fallecimiento en 1970-.

Además, durante el periodo de su expatriación que pasa en México, desde abril de 1940, había sido presidente de Acción Republicana Española (ARE, asociación de partidos republicanos). En este puesto dura cuatro años, hasta que la ARE es sustituida por la Junta Española de Liberación (en 1944), que dirigirá Indalecio Prieto. Ambas instituciones ejemplificarán la disensión de estrategias de los antiguos partidos republicanos, entre los defensores de la vigencia de las antiguas instituciones de la República, encabezados por Martínez Barrio y José Giral, y quienes abogan más bien por una Junta de Resistencia al estilo de la presidida por el general Charles de Gaulle en Francia, -corriente sostenida, entre otros, por Indalecio Prieto y Carlos Esplá.

Por lo demás, Diego Martínez Barrio publicará en 1948 en Buenos Aires un volumen de contenido político autobiográfico titulado Orígenes del Frente Popular Español, aparentemente parte de un volumen inédito titulado Rebelión contra la República. Sus memorias serán editadas por Planeta en 1983.

El 16 de enero de 2000, 38 años después de su muerte, sus restos mortales son exhumados y trasladados al cementerio de Sevilla, donde, según su deseo, son enterrados entre los acordes del Himno de Riego.

. Un viaje sin retorno (Discurso), (El Liberal, 1/7/1936)
. Lo que dice Matínez Barrio a un periodista francés (El Día, 12/8/1936)

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