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miércoles, 13 de marzo de 2013

Francisco Galán (1902-1971)


Perteneciente a una de las sagas familiares republicanas más célebres de la Guerra, este histórico líder comunista es detonante y testigo de la doble sublevación que se produce a primeros de mes en la base de Cartagena

En su persona parecen acumularse la mayor cantidad de tópicos y frases hechas del idioma español. Si se atiende a sus raíces familiares, de inmediato se le reconocerá como hermano de Fermín Galán, el gaditano líder anarquista cabecilla de la sublevación de Jaca (1930), motín que terminó costándole la vida a él y a su amigo y compañero, el capitán Ángel García Hernández. Suele decirse aquello de que de casta le viene al galgo, y quién sabe si influido por el fusilamiento de su hermano, Francisco Galán Rodríguez no dudará en dirigir también sus pasos hacia la lucha por sus ideales, aunque avanzando por la senda del comunismo. 

Como decíamos al inicio, su más destacado papel en la contienda civil lo vive también de acuerdo a otra máxima popular: estar en el sitio menos indicado -Cartagena-, en el momento menos oportuno. Continuando esta sucesión de chascarrillos, sus detractores hallarán otras expresiones populares más crueles y elocuentes -que no reproduciremos- respecto a su comportamiento en las horas finales de la República.

La doble sublevación que se fragua en la base naval murciana tiene en Galán a su gran testigo de excepción. Las noticias de que un posible motín contra el Gobierno de Negrín se está tejiendo en la zona impulsan a éste a desplazar allí a uno de sus hombres de confianza para que controle la situación e impida cualquier brote subversivo. El elegido es Galán, teniente coronel marxista con una destacada hoja de servicios durante los casi tres años que España lleva ya de Guerra. Su llegada desata una cadena de acontecimientos que finalizan con su huida del país.

Anteriormente al estallido bélico peninsular, la carrera militar de Francisco Galán Rodríguez resulta bastante errática y, según algunos autores, condicionada por la muerte de Fermín, pues el vínculo de unión que establecen los tres hermanos del matrimonio Galán Rodríguez (muy pronto huérfanos de padre) es señalado en todas sus reseñas biográficas como de gran importancia. Francisco, el hermano de en medio, decide orientar su futuro en la carrera castrense, y a los 15 años ingresa en la academia militar para posteriormente, en 1926, ya como teniente de Infantería, hacerse un hueco dentro del rígido cuerpo de la Benemérita. Sin haber cumplido los 30 años, es destinado al Colegio Madrileño de Guardias Jóvenes. Su prometedora carrera dentro de la Guardia Civil se ve truncada por una concatenación de sucesos que le apartan del Instituto Armado.

En primer lugar está la condena a muerte y ejecución de su hermano mayor, el sublevado. Afiliado desde joven al Partido Comunista, Francisco queda seriamente afectado por la desaparición de su hermano y comienza una progresiva desvinculación de sus responsabilidades militares. La proclamación de la Segunda República en 1931, supuestamente una bocanada de aire fresco para Galán, acaba por asfixiarle más en su puesto y, de acuerdo a la Ley Azaña, solicita su retiro. Hasta el estallido de la Guerra en julio de 1936, no volverá a vestir el uniforme, siendo su más destacada ocupación durante esos años su cargo de instructor de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas.

La sublevación le atrapa en Madrid y, al igual que miles de ciudadanos de la capital, Galán se ofrece a las autoridades para ayudar a sofocar el golpe. A partir de una compañía de aviación del aeródromo de Alcalá de Henares y un batallón de milicianos, el 20 de julio se constituye la Columna Francisco Galán, cuyo destino está en las montañas de Madrid, donde combate con gran éxito a las fuerzas de Emilio Mola. Somosierra será su bastión y fuente de popularidad entre los militares y los civiles.

Si se atiende a su transcurrir por los frentes de guerra, puede decirse que Galán es un auténtico todoterreno. Emplazado, según los datos manejados por el historiador Salas Larrazábal, en al menos cinco cuerpos de Ejército distintos -al mando del 21° en junio de 1938— combate en lugares tan distantes como Asturias o Levante, destacando en todos ellos por los éxitos logrados. Que lograra salir con vida de situaciones como la caída del Norte republicano o la lucha en las tierras de Aragón es prueba de ello. Merced a sus logros y tal vez, como apuntan otras fuentes, al apoyo del Partido Comunista, su promoción militar resulta meteórica.
Cuando su nombre deja de aparecer en los partes de guerra y en los destacados de prensa a mediados del 38, Galán ya ostenta el grado de teniente coronel.

Su nombre volverá a resurgir en marzo de 1939. Fiel seguidor de Negrín, no cree en la paz negociada y apuesta por continuar la lucha hasta sus últimas consecuencias. Conforme a su determinación, el día 3 de marzo de 1939 Galán es nombrado jefe de la base naval de Cartagena, con la misión de aplacar cualquier maniobra sospechosa en la flota republicana. Acompañado de la 206ª Brigada, sale de Murcia para tomar posesión de su cargo, cosa que no llegará a suceder. Detenido y apresado por las fuerzas insurrectas del puerto, al mando de las cuales se encuentra Fernando Oliva, jefe del Estado Mayor de la base, Galán parece comprender que el movimiento antinegrinista ha triunfado en Cartagena.

Sin embargo, no son únicamente las fuerzas favorables al coronel Segismundo Casado las que allí se han alzado. Hay que añadir a los quintacolumnistas y partidarios del bando nacional, que empiezan a actuar de acuerdo a sus intereses. La situación sobre quién tiene el control de la zona el día 5 es confusa, y en el puerto se viven horas de incertidumbre, sin saber si aún se pertenece a la República o si ya se forma parte del nuevo Estado nacional. Mientras, Galán permanece encerrado física y moralmente. La situación de la República es cada vez más desesperada y sus principios comunistas y su fidelidad a Negrín se tambalean. No sabe qué hacer. La precipitación de los acontecimientos le darán la respuesta.

Sustituido en su nuevo cargo por Antonio Ruiz, y en una actuación que posteriormente sus compañeros comunistas calificarán de traición, Francisco Galán cede a la presión que se vive en Cartagena y huye con el resto de republicanos desafectos embarcando en el navío Cervantes, dejando el puerto y la ciudad a su suerte, inmersa en una triple lucha -negrinistas, desafectos y nacionales- por ver quién conserva su control. A las 12.30 horas, tal y como recoge el historiador Juan Martínez Leal, el crucero insignia de la República inicia su última singladura en la Guerra. Francisco Galán va a bordo. Bizerta (en Túnez) y Buenos Aires serán los lugares de exilio del ex teniente coronel, permaneciendo en la ciudad suramericana hasta el día de su muerte. En España deja 32 meses de fidelidad a la causa republicana y un día de traición a la misma.

1 comentario:

  1. Estuve presente , en el homenaje que le hizo el Centro Republicano Español, esa noche falleció, aparentemente de un ataque cardíaco . Fué llevado al Centro Gallego, pero no pudieron hacer nada.

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