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miércoles, 20 de marzo de 2013

José Millán Astray (1879-1954)


El carismático fundador de la Legión demuestra durante su visita este mes a la Italia fascista la misma capacidad de seducción que le ha convertido en la figura emblemática en la retaguardia del Ejército nacional

"Muera la Inteligencia!". Así gritaba el primer novio de la muerte en el claustro de la universidad de Salamanca en el otoño de 1936. "¡Viva la muerte!". Aquel 12 de octubre, en su enfrentamiento con el filósofo y entonces rector, Miguel de Unamuno, José Millán Astray tipificaba en un par de frases lapidarias el talante de la Legión Española, el cuerpo más expeditivo de cuantos lucharon en el bando nacional durante la Guerra, de la que fue fundador.

Mientras, Unamuno, partidario hasta ese día del alzamiento nacional del 18 de julio, se había quejado ante la audiencia universitaria por el curso de los acontecimientos de aquella guerra incivil. Tras soliviantar los ánimos del general, terminó augurando con su irrenunciable vehemencia: "Venceréis pero no convenceréis". Comenzaba Unamuno aquel día su encierro doméstico, que duraría hasta su muerte el último día de aquel convulso 1936.

El legionario dará cuenta del episodio años después. Según recoge Luis Ernesto Togores en su libro sobre el
general, Millán Astray reconoce haber tomado el uso de la palabra para protestar contra una cita elogiosa de Unamuno hacia el héroe de la independencia filipina, José Rizal, así como por su "canto a 'Vasconia y Cataluña', regiones separatistas en aquellos momentos en poder de los rojos". Termina el general afirmando que gracias a que indujo a Unamuno a acompañar a Carmen Polo a la puerta del salón para despedirla, se libró de ser agredido por jóvenes estudiantes falangistas. De lo que no cabe duda es de que, conocedor del código Bushido de los samuráis, que cultiva la muerte y el sacrificio -"Mi divisa no conoce el miedo, / mi destino tan sólo es sufrir; / mi Bandera luchar con denuedo / hasta conseguir / vencer o morir", como reza el himno de la Legión-, José Millán Astray no es un antintelectual ni un analfabeto. Perfectamente consciente y explotador del poder de los medios de información, escritor él mismo y propagandista, se ha criado entre aspirantes a literatos como su propio padre o su hermana Pilar, autora de comedias, novelas y folletines.

Hijo del matrimonio formado por Pilar Terreros Segade y José Millán Astray, abogado gallego y director penitenciario, José Millán Astray Terreros, Pepito, nace en La Coruña el 5 de julio de 1879. Tiene tres hermanas: Pilar, un año mayor que él, y Peregrina y Rosita, menores. Su infancia la pasa de cárcel en cárcel, de Valencia a Ceuta, de Zaragoza a la Modelo de Madrid y Barcelona, de la mano de su padre, funcionario de prisiones.

Las memorias escritas por su progenitor, tituladas Memorias de Millán Astray, dan fe de los tipos humanos en medio de los que se cría Millán Astray hijo. Recogen, asimismo, el escándalo vivido a los 9 años, cuando su padre se ve envuelto en el crimen pasional de la calle Fuencarral, en el que la amante-criada muere a garrote vil mientras que el señorito asesino y el carcelero que le ha dejado libre, Millán Astray padre, son absueltos.

Millán Astray hijo, defensor de la espada tanto o más que de la pluma, va a comenzar su instrucción militar antes de cumplir los 16 años, con la intención de formar parte de las filas de la intelectualidad castrense tras pasar por la Escuela Superior del Ejército.

Gracias en parte a la sangría de oficiales de la guerra de Cuba, se licencia como teniente a finales de febrero de 1896, sin haber cumplido 17 años, para pasar primero a Madrid y, a las pocas semanas, al archipiélago de Filipinas, en plena revuelta de Katipunan. Sin haber alcanzado la mayoría de edad, fanático de la limpieza y del reglamento, el joven oficial se distingue por su disciplina y su rigor, su valor, su serenidad y su sangre fría.

El 3 de noviembre ha llegado a bordo del Colón a Manila, donde combatirá, según Carlos Rojas, "como si un demonio suicida le poseyese". Ocho meses después regresa a Barcelona, en el vapor Alicante, cuando el éxito de las tropas españolas parece indudable.

La situación en las otras colonias es inestable. Los líderes cubanos intentan conseguir el apoyo estadounidense para emanciparse y Puerto Rico desea su autonomía; las Filipinas vuelven a desestabilizarse. Todos los territorios logran su independencia en 1898. El desastre noventayochista marca el talante de un joven que está terminando sus estudios en la Escuela de Oficiales y que obtiene destino en un regimiento burgalés.

Profesor de ocho asignaturas en la Academia de Infantería de Toledo, donde pule su capacidad de mando, Millán Astray pasa por su consagración como combatiente en los fuertes de Melilla, Tetuán, Tánger, Argila o Xauén, todos en el Protectorado español en Marruecos.

Es allí donde, en 1919, fragua la creación del Tercio de Extranjeros, la Legión, un cuerpo inspirado en las tropas coloniales francesas que combaten en Argelia, y que mistifica la entrega intrépida, aguerrida y anónima a la batalla y la autoinmolación en combate -"Soy un hombre a quien la suerte / hirió con zarpa de fiera, / soy un novio de la muerte / que va a unirse en lazo fuerte / con tan leal compañera"-. Un cuerpo de mercenarios, de entre 18 y 40 años de edad, que cobran de 4 a 10 céntimos diarios y que Millán Astray dibuja como "los luchadores de la vida, los soñadores, los esperanzados, los desesperados". El coruñés los lidera con la venia y el apoyo de ilustres lugartenientes, entre ellos otro gallego africanista, el comandante Francisco Franco Bahamonde. La guerra marroquí llegará a movilizar, según cómputo del propio Millán Astray, a 14.000 legionarios -de los que resta unas 8.000 bajas, entre muertos y heridos-.

Su participación en el desembarco de Alhucemas, donde una bala le rompe todos los dientes y le destroza un ojo, le vale numerosas condecoraciones.

Es innegable que, desde el episodio marroquí de su biografía y durante toda su vida, alentado no poco por su autodefinición de legionario, José Millán Astray luce sus lesiones y mutilaciones -su manga izquierda vacía, su parche de pirata sobre el ojo, sus encías melladas, su muslo cosido de parte a parte, las huellas de su disparo en mitad del pecho recibido en 1921, y el hoyo, más que cicatriz, de su mejilla izquierda- como auténticas medallas de guerra.

En 1936, cuando comienza la Guerra Civil española, Millán Astray tiene ya 57 años y regresa de un exilio voluntario en Hispanoamérica durante la Segunda República. A finales de los años 20 ya había viajado por Chile, Argentina, México, Cuba y Estados Unidos.

Partícipe, según Paul Preston, de la sanjurjada de 1932, Millán Astray se exilia en 1934 a Portugal y de allí parte de nuevo a Argentina, de donde regresa en 1936. Desembarca en Lisboa y llega a España una vez comenzada la Guerra, para hacer su primera aparición pública el 15 de agosto de 1936, en el acto de juramento de la bandera roja y gualda.

Muy deteriorado físicamente, el legionario no ejerce, ni solicita, ningún mando directo de unidades, aunque, a petición personal de Franco, se encarga de "vigilar el estado moral de la tropa". Y, en efecto, será el primer responsable del Departamento de Prensa y Propaganda que, según Preston "dirige como si fuera un cuartel", y en cuyas trincheras coincide con alguna de las primeras voces de la intelectualidad falangista, como Ernesto Giménez Caballero o Agustín de Foxá.

Pese a su ideología monárquica, o precisamente por ella, tal como apunta Luis E. Togores, Millán Astray es uno de los principales promotores y baluartes de Francisco Franco como Caudillo. Togores subraya su importancia en el nombramiento del ferrolano como Generalísimo y jefe de Estado el 1 de octubre de 1936 en la Capitanía General de Burgos.

Decía el general Guillermo Cabanellas que "se convirtió enseguida en el vocero que, al cantar la gloria de Franco, parecía recoger para sí una pequeña parte".

Y es verdad que mientras escribe notas en prensa o pronuncia discursos radiofónicos, charlas, arengas y loas ante audiencias diversas -o incluso publica una biografía, Franco, el Caudillo, para mayor honra del jefe de Estado-, su prestigio personal durante las campañas, en las que no participa, crece y crece bajo una aureola de romanticismo.

Su maniqueismo, antisemitismo y machismo se advierten claramente en sus discursos para las ondas: "Decidme, soldados, que habéis nacido en España, que estáis en el bando rojo, ¿qué sentís, los que tengáis honra y vergüenza, al ver a las mujeres jóvenes vestidas con traje de mecánico y que al descorrer la cremallera quedan desnudas por completo? (..) ¿Sabéis lo que es el comunismo en Rusia? Trabajar jornadas mucho más largas que las que aquí teníais, azuzados a latigazos, ¡todo para los judíos!".

Paralelamente, desde el 23 de enero de 1937, mientras continúa su labor de proselitista, encabeza la Dirección de Mutilados de Guerra, más tarde Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria, de quienes, según presume su director, Miguel de Cervantes había sido número uno. Y es que el autor de El Quijote, como San Ignacio de Loyola, es durante toda su vida ejemplo de conducta.

A partir del verano de 1937 milita en el recién constituido partido único, FET y de las JONS. Entre mayo y junio de 1938 visita Italia. Allí, se dice, en plena disputa sobre la laboriosidad de sus respectivos líderes, le espeta a Ciano, Ministro de Exteriores, en italiano garrafal: "il nostro Caudiglio se pasa cuatorce hores in la mesa de trabaglio e non se levanta ni pere meare". Un episodio que habría de convertirse en broma recurrente durante el Régimen franquista.

Terminada la Guerra, a los 60 años, el gallego se dedica a sus amistades, sobre todo femeninas, como la cantante Celia Gámez. Y es que, especie de Bradomín guerrero, "feo, católico y sentimental", tiene un gran atractivo para las mujeres.

José María Pemán escribe que "su calva de bóveda renacentista y su ojo tuerto" le aproximaban al italiano Gabrielle D'Annunzio, y el guapo del Régimen y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer le describe como "de buena estatura y aspecto quijotesco, nariz aguda y cráneo braquicéfalo y acometedor".

Su cuerpo demediado ejerce innegable atractivo entre las féminas pronacionales, pues se jacta habitualmente de tener numerosas amantes y relaciones extramatrimoniales, entre ellas la propia Celia Gámez, de la que será padrino de boda. Sobre el enlace de la bella tonadillera cuenta Pemán que el anciano ex legionario, ante el tumulto que se produjo en la iglesia de los Jerónimos de Madrid con la llegada de la novia, hubo de gritar "A mí, la Legión" para que los legionarios que le servían de escolta acudieran a proteger a los novios y estos lograran llegar sanos y salvos hasta el altar. Las fotografías de la ceremonia muestran a un Millán ya viejo y lastrado.

Fue de nuevo Pemán quién escribe que el legionario, al oír decir de los éxitos mujeriles de Queipo de Llano en Sevilla, espetará que "todavía anda lejos de mi hoja de servicios en esa materia, que yo tengo besadas doce monjas y tres de ellas abadesas enclaustradas".

El general Millán Astray, presidente de la Hermandad de Mutilados de Guerra, fotografiado con el general Varela tras imponerle la condecoración que le distingue como 'Caballero mutilado' por las heridas recibidas en combate, a finales de 1938.

Paradójicamente, el viril combatiente estaba casado con una mujer, Elvirita, que, tras pasar por el altar, confesó a su esposo que había hecho promesa de castidad. A la púdica Elvira, hija del general Gutiérrez Gamarra, la había conocido Millán Astray vestido de querubín en los carnavales de la capital del año 1905 y sólo habría de abandonarla para huir, sin la venia del Caudillo, junto a Rita Gasset, una sobrina del que fue, con Unamuno, seguramente el otro gran filósofo español, don José Ortega y Gasset. En la capital portuguesa nace Peregrina, hija de ambos y único vástago de Millán, en 1942.

En sus últimos años, Millán Astray sigue escribiendo, entre otras cosas el prólogo a la traducción española del Bushido japonés. Pasea por las calles de Madrid y se entretiene con dos de sus pasiones, la fotografía y los disfraces. Curiosas fotografías del gallego con capa de caballero de la Orden de Calatrava, piloto de carreras o dandy de la costa azul se reúnen en la última obra publicada sobre su figura por Eugenio E.Togores.

Decía el profesor e ideólogo Joaquín de Entrambasaguas que "Miguel de Unamuno y José Millán Astray, uno y otro, fueron maltratados en el alma o en el cuerpo, si no en ambos -es lo mismo-, por defender a España y a su historia". Que el segundo pretendiera hacer de la nación, "un edificio hecho de cruces y de espadas" es otra historia.

El general muere el 1 de enero de 1954. El epitafio del ex soldado en Filipinas y Marruecos, ex propagandista y mutilado oficial, resume, simplemente: Millán Astray; legionario.

. El "Tercio de los Mutilados" (La Libertad, 16/02/1937)

6 comentarios:


  1. Gran trabajo el que llevas a cabo en este blog, espero poder visitarlo más a menudo. Creo recordar que Unamuno también hizo mención al futuro de una España mutilada al igual que lo era el fundador de la Legión Española Millán Astral.

    Saludos.

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  2. FRANCO VIVE!
    MILLAN-ASTRAY VIVE!
    LA LEGIÒN VIVE !

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    1. y usted tendria que estar viviendo con esos asesinos

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  3. Habría que matizar. Millán Astray no tuvo mando operativo y no se implicó en la represión, aunque no dudo de que si hubiera tenido un cargo que se lo exigiera no habría dudado en aplicarse a ello. El incidente con Unamuno es fruto de un enfrentamiento entre ambos que ya venía de años antes, ya habían tenido algún rifirrafe en el Ateneo -Sí, Millán Astray era ateneista-. Lo cierto es que en mi familia se le recuerda con afecto, su intervención fue decisiva para evitar que Franco firmara la condena a muerte de mi abuelo, el escritor y periodista Diego San José, procesado por su apoyo a la República.

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