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lunes, 27 de enero de 2014

José Enrique Varela (1891-1951)

Laureado general africanista, participa en la sublevación militar defendiendo sus convicciones monárquicas y luchando contra la ideología falangista, lo que acabaría por relegarle de nuevo a Marruecos

Herido una decena de veces y con más de 40 medallas en su guerrera, José Enrique Varela Iglesias es uno de los generales más importantes con los que pudo contar Franco para ganar la Guerra Civil y para ganar la paz en los primeros años del franquismo. De extracción humilde, sus compañeros de la academia le llamaban despectivamente patatero, pero pronto destaca como un excelente y valeroso militar.

Carlista moderado, llega a ser ministro del Ejército en el primer Gobierno tras acabar la Guerra, puesto desde el que frena los planes de los falangistas más recalcitrantes de implicar a España en la Segunda Guerra Mundial del lado de los alemanes. Llega a ser, tras el Caudillo, el general más poderoso y colabora, a mediados de los años 40, en varios intentos de sustituir el régimen de Franco por la monarquía. Pero su sentido del deber y la obediencia le llevan a acatar las órdenes de su superior sin rechistar, acabando su vida militar allí donde la comenzó, en Marruecos.

Nacido en San Fernando, Cádiz, un 17 de abril de 1891, hijo de un sargento de Infantería de Marina, al poco de cumplir 18 años, entra como corneta en el Primer Regimiento de Infantería de Marina, el mismo cuerpo donde sirvió su padre. Allí hace carrera y méritos suficientes para poder ingresar en la Academia de Infantería de Toledo dentro del cupo reservado a los suboficiales. Tiene entonces 21 años, tres más que la mayoría de sus compañeros. En el verano de 1915 se licencia como segundo teniente, antigua denominación del rango de alférez, y es destinado a Marruecos, tierra donde hará su carrera y sus hazañas. Destinado en el Grupo de Regulares de Larache destaca en distintas operaciones militares que le permiten ir ascendiendo en el escalafón militar, recibiendo medalla tras medalla a costa de varias heridas y la muerte de muchos de sus hombres y aún más enemigos.

En 1921, todavía como teniente, gana su primera Cruz Laureada de San Fernando, la distinción más alta del Ejército español en tiempos de guerra. Seis meses después y tras una nueva acción contra los rebeldes marroquíes, obtiene la Laureada por segunda vez.

Era la primera ocasión en la Historia militar española que un hecho así ocurría. El propio rey Alfonso XIII se la impone personalmente en Sevilla el 10 de octubre de 1922. Con las condecoraciones viene el cargo de capitán.

Años más tarde, en 1925, participaría en el desembarco de Alhucemas, bajo las órdenes del general Sanjurjo y en la victoria final sobre los rifeños. Sale de la guerra como teniente coronel y apro­vecha su nueva situación para realizar cursos de aeronáutica y formar parte de un grupo de bombardeo con base en Melilla. Ascendido a coronel en 1929, se ve obligado a dejar la jefatura de sus regulares al haber alcanzado el mando superior. Inicia entonces un viaje por varios países europeos visitando diversas academias militares para am­pliar sus conocimientos sobre la Infantería moderna.

Al regresar a España en 1930, toma el mando del Regimiento de Infantería n°67 en la base naval de Cádiz donde permanece al llegar la República, Con motivo del golpe del general Sanjurjo en agosto de 1932, pierde el puesto y es encarcelado. Varela había participado en los preparativos de la asonada pen­sando en la instauración monárquica carlista de la mano del pretendiente a la corona española Alfonso Carlos de Borbón, Varela es recluido en el castillo de Santa Catalina, en San Fernando, y en febrero de 1933 es trasladado a la prisión de Guadalajara, saliendo de ella poco después. Aunque hasta 1935 no disfruta de una libertad total de movi­mientos, el coronel gaditano redacta la ordenanza del Requeté, la milicia carlis­ta, y recorre España con el seudónimo de Tío Pepe o Don Pepe para instruir militarmente a los carlistas. Varela tam­bién ingresa en la UME, la organización derechista de los militares. El Gobierno conservador de Alejandro Lerroux le rehabilita y le asciende a general de bri­gada en 1935. En las elecciones de febrero de 1936 sale elegido diputado por Granada por una candidatura de derechas pero pierde el escaño en una maniobra ilegal de las autoridades. Pero no por ello Varela deja de conspirar.

A comienzos de marzo, un militante de la CEDA, José Delgado, acoge en su casa de Madrid una reunión en la que participan varios generales como Fanjul, Goded y el propio Varela. En la misma, deciden levantarse en armas contra el nuevo Gobierno el 20 de abril, pero la intentona no cuenta con el apoyo de Franco, que les avisa de que aún no es el momento. El plan, conocido por la policía, no se concreta pero el general Varela es deportado a Cádiz y vuelto a recluir en el castillo de Santa Catalina. Sin embargo, permanece poco tiempo encerrado.

Iniciado el golpe en África el 17 de julio, el general Queipo de Llano manda desde Sevilla al general López Pinto, gobernador militar de Cádiz, liberar a José Enrique Varela, que se hace con el mando de la rebelión en una zona clave, asegurando el control del Estrecho y la llegada de las tropas africanas de Franco.

Durante las primeras semanas de la Guerra, el general gaditano dedica sus esfuerzos a controlar la zona occidental de Andalucía, haciendo incursiones en Málaga, Córdoba y Granada. En sep­tiembre releva al coronel Yagüe del mando de las columnas que avanzan hacia Madrid. Yagüe había criticado la estrategia militar de Franco, que desvió el avance sobre la capital para liberar el Alcázar de Toledo. El general Varela es quien oye del coronel Moscardó el conocido: "Sin novedad en el Alcázar". 

José Enrique Varela es el autor del plan de ataque sobre Madrid en noviembre de 1936. Fraca­sada esta primera ofensiva, cae herido el 24 de diciembre durante el intento de control de la carretera de La Coruña, siendo sustituido por el general Orgaz. En febrero de 1937, Varela, ya recuperado, tiene el mando de tres bri­gadas que participan en la Batalla del Jarama. Al no conseguir los objetivos militares exigidos por Franco, es desti­tuido del mando el 12 de marzo. Sin embargo, es ascendido a general de división dos meses después. Tras la caída del Frente del Norte, Franco reor­ganiza sus fuerzas creando el Cuerpo de Ejército de Castilla que encomienda a Varela. En julio, el general se apunta un gran triunfo al frenar la ofensiva republicana en Brunete. Meses después trasladaría sus hombres al escenario de Aragón, participando en las sucesi­vas batallas de Teruel, el Ebro y la ofensiva final sobre Cataluña. Al aca­bar la Guerra, y como bilaureado, es el responsable de imponer la misma medalla al general Francisco Franco durante el Desfile de la Victoria en la jor­nada del 19 de mayo de 1939 en Madrid. El Caudillo le nombra ministro del Ejército el 9 de agosto de 1939. En su nuevo cargo, se centra más en labo­res de reforma militar que en hacer polí­tica. Reinstaura las capitanías generales y decreta una serie de medidas de depu­ración que llevan a muchos combatien­tes republicanos a la cárcel. Varela apro­vecha el relativo remanso que le da el Ministerio tras años de gue­rrear para casarse el 31 de octu­bre de 1941 en Durango, Vizcaya, con la carlista Casilda de Ampuero y Gandarias, que fue dele­gada nacional de Frentes y Hos­pitales durante la Guerra Civil. Tres meses antes había sido ascendido a tenien­te general, lo máximo en el escalafón militar. Sobre él, sólo está el Genera­lísimo. José Enrique Varela cuenta en­tonces con 50 años.

Además de volcarse en la reestructu­ración del Ejército español, Varela sólo tiene otra preocupación: los falangis­tas, en especial Serrano Suñer, cuñado de Franco y ministro con muchos pode­res, demasiados para Varela. El conde­corado militar recela de la influencia que Falange y Serrano tienen en el Go­bierno. Como carlista tradicionalista, abomina de la ideología del Nuevo Es­tado que defienden los falangistas. Como monárquico, apuesta por la vuel­ta más pronto que tarde de la monar­quía rechazada por los camisas azules. Y como aliadófilo, hace lo imposible por evitar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial del lado de las potencias del Eje.

Uno de los ejemplos es la organización de la División Azul que se forma para enviar al Frente soviético para luchar contra los comunistas. Los falangistas quieren que sean voluntarios salidos de sus filas y, más importante, que sea mandada por uno de los suyos. Varela consigue que la expedición sea controlada por los milita­res. Pero el desprecio es mutuo. Muchas de las maniobras de Serrano Suñer van encaminadas a cortocicuitar el hilo direc­to que hay entre Franco y uno de sus más fieles generales.

La guerra interna tiene un desenlace inesperado en agosto de 1942. El 16 de ese mes tiene lugar una concentración carlista en la basílica de la Virgen de Begoña, en Vizcaya, presidida por el teniente general y ministro José Enrique Varela. A la salida del acto, y en medio de una gran confusión, un grupo de falangistas arroja varias bombas de mano causando algunos heridos. Varela considera el acto como un atentado contra su persona y contra el propio Ejército y pide al Caudillo que tome medidas contra los falangistas. Pero Franco, que no suspende sus vacaciones en Ferrol, actúa con su parsimonia habitual y, también como siempre, pone en marcha un delicado juego de compensaciones, El 3 de septiembre, Serrano Suñer es destituido como ministro, pero con él cae también el propio Varela, que es relevado por el general Carlos Asensio Cabanlllas. Aunque éste se niega a aceptar el cargo, como otros militares en solidaridad con Varela, finalmente lo asume cuando Franco le recuerda que no es un ofrecimiento sino una orden de su superior.

Cuando en 1943 las cosas empiezan a irle mal a los ejércitos de Hitler e Italia es invadida por los aliados, muchos piensan llegada la hora de reconducir el rumbo. Hay que limpiar el régimen de Franco de todo lo que le identifique con el fascismo e ir pensando en reinstaurar la monarquía, Varela es uno de los que así piensan.

El 8 de septiembre, la mayoría de los generales que combatieron con Franco en la Guerra Civil firman una carta que, entre otras cosas, dice: "Hace siete años y en el aeródromo de Salamanca os investimos de los poderes máximos en el Ejército y en el Estado (...). Quisiéramos que el acierto que entonces nos acompañó, no nos abandonara hoy al preguntar con lealtad, respeto y afecto a nuestro Generalísimo si no estima, como nosotros, llegado el momento de dotar a España de un régimen estatal, que él como nosotros añora (...). Parece llegada la ocasión de no demorar más el retorno a aquellos modos de gobierno genuinamente españoles que hicieron la grandeza de nuestra patria y de los que se desvió para imitar modos extranjeros". El destinatario de una misiva tan explosiva es Francisco Franco y el propio Varela la persona encargada de entregársela. Sin embargo, Franco volverá a actuar sin prisas ante el envite más serio que ha tenido que lidiar hasta ahora. Cita uno a uno a los signatarios del documento, les llama a capítulo y desactiva la intentona. Varela, que en su momento llegó a tener a sus órdenes 25 divisiones y 450.000 hombres, opta por la prudencia y se aleja de la política sin alzar la voz. 

El 5 de marzo de 1945, Franco le designa como nuevo Alto Comisario de España en Marruecos sustituyendo al general Orgaz. Varela, en una especie de retiro dorado, vuelve así a la tierra que le vio nacer como militar. Al año siguiente, aún quedan monárquicos que creen que su papel puede ser decisivo para el regreso de la monarquía. Al trasladarse el heredero a la corona Juan de Borbón a la cercana localidad portuguesa de Estoril, en el momento álgido del aislamiento del régimen, varios militares monárquicos animan a Varela a pronunciarse. Pero el siempre prudente José Varela escribe a un camarada: "El régimen actual vive más que de sus aciertos, de los errores y de la desunión de los monárquicos". 

El 24 de marzo de 1951, a pocos días de cumplir los 60 años, la leucemia acaba con su vida en Tánger. Desde allí es trasladado a Cádiz, siendo enterrado tres días después en su localidad natal, San Fernando. Franco le ascenderá a título postumo a capitán general, nombrándole también marqués de Varela de San Fernando

2 comentarios:

  1. Gran patriota y valiente. Ojalá tuviéramos militares así con ese coraje pues ya vemos lo insulsos que son los políticos. También se demuestra en retículo lo inteligente que era Franco, no ya como militar fuera de toda duda sino como estadista y equidistante de unos y otros que me imagino debían ser los momentos duros.

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  2. Lo más destacado de su carrera en mi opinión, es que fue suegro de Francisco Sánchez Gómez

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